Paquita Salas. Temporada 3

Los Javis lo han vuelto a hacer. La tercera temporada de Paquita Salas, que nació como un proyecto pequeño y ha ido creciendo de la mano del talento de Javier Ambrossi y Javier Calvo, es maravillosa. La mejor de la serie y probablemente lo mejor que han hecho los Javis hasta ahora. Todo es igual que en las dos temporadas anteriores, pero mejor. Sigue esa mezcla de humor, ternura, petardeo, ficciones inspiradas en la realidad, reflexiones, escenas locas, instantes emotivos y buena música. Todo igual, pero mejor. Más maduro, más redondo, más brillante. Paquita Salas (cada día un poco más inmenso Brays Efe) se ha convertido en un personaje imprescindible. En algunas series y películas se crean personajes exitosos, triunfadores, de esos que a todos nos gustaría ser. Paquita Salas es todo lo contrario: es lo que somos, porque todos somos un poco Paquita Salas. 


La serie, como todo lo que hacen los Javis, es un canto al error, al caos, al desorden, a las imperfecciones, a la capacidad de perdonarse a uno mismo. Tiene Paquita Salas el encanto de los perdedores. El éxito brilla más, pero es mucho menos divertido que el fracaso. Y menos auténtico. Paquita es todo lo contrario: naturalidad al poder. Todos somos un poco Paquita, sí, porque todos cometemos errores, todos nos hemos sentido fuera de lugar en alguna ocasión y todos tenemos la necesidad de comprendernos y perdonarnos. Es entrañable Paquita Salas en todo momento, pero sobre todo cuando está perdida, cuando se ve desfasada, apartada, lejos de todo. 

La segunda temporada concluyó con Paquita Salas abandonando la oficina de PS Management (pronunciada así), con En el punto de partida, de Rocío Jurado, de fondo. La tercera comienza con la exrepresentante de actores intentando acostumbrarse a su nueva vida. Pero ella se sigue sintiendo representante y quiere volver. Una cosa lleva a la otra y Paquita termina fundando Nuevo PS, una agencia gourmet, con dos actrices por bandera: Lidia San José y Belinda Washington, quienes se dejan llevar por la alocada, desprejuiciada y libérrima historia creada por los Javis. De ellas se puede decir lo mismo que del resto de artistas que participan en esta temporada de la serie, y en las anteriores: muestran mucha inteligencia riéndose de sí mismas. Igual que Ana Allen, excelente en el capítulo final o Irene Escolar, que da vida a una actriz intensa defensora del teatro dramático y profundo. 

Desde su nacimiento, la serie tiene una relación peculiar entre la realidad y la ficción, pero aquí su metalenguaje es aún más intenso. Se habla de Física o Química, la serie que protagonizó Javier Calvo; se anticipa una segunda parte de La llamada en un informativo televisivo; Macarena García hace objetos de cerámica y tiene un novio roquero; hay críticas a las redes sociales, esas de las que salió Javier Ambrossi, por su toxicidad; y, sobre todo, hay un último capítulo sencillamente sublime, en el que la ficción es más que nunca un espejo de la realidad. 

Estaría escribiendo horas de Paquita Salas, pero destacaré sólo otras cuatro cuestiones. La primera es la ausencia total de esnobismo y complejos de los Javis, que le dan un papel a Terelu Campos y hacen que Isabel Pantoja cante el tema de la serie. Si algo caracteriza a la obra de los Javis es su reivindicación permanente de la naturalidad, de la falta de impostura. Paquita Salas es el mejor ejemplo de ello. Segunda cuestión: Noemí Argüelles (estratosférica Yolanda Ramos). No hay más que hablar. Inmensa. Enorme. Si algún día, dios no lo quiera, termina Paquita Salas, exigimos al menos un spin-off de Noemí Argüelles. Tercera: los múltiples cameos de la serie encajan a la perfección, tienen sentido narrativo, no distraen de la trama, sino que la enriquecen. En eso también ha ganado calidad la serie. Cuarta: la manera de reivindicar la diversidad de los Javis es mostrarlas desde la normalidad, sin subrayados innecesarios. Paquita Salas empodera a las mujeres sin pronunciar esa palabra, es feminista sin que se hable abiertamente de feminismo. Es una historia de mujeres fuertes. Es un canto a la diversidad y a la libertad sexual. Pero con la naturalidad y espontaneidad de siempre. Ya va siendo hora de acuñar un término que describa las creaciones de los Javis, como javisiano, aunque suene a orden religiosa, o precisamente por eso, porque, en el fondo, todo empezó con La llamada. 

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