La historia más bella del mundo

Ni su título grandilocuente (La historia más bella del mundo), ni su fecha de publicación (1997, yo leí una edición de Anagrama de 2002, un mundo si se habla de ciencia) ni el texto de la contraportada, un tanto desmesurado, como de prosa muy inflamada, me invitaban demasiado a leer este libro que encontré en la estantería de casa, buscando más lecturas con las que sobrellevar mejor esta crisis del coronavirus. Afortunadamente, pudo más la curiosidad que los prejuicios y esas primeras impresiones. Leí el ensayo y me encantó su talante divulgativo y su claridad expositiva. Asumo el desfase en algunas de las cuestiones abordadas, porque la ciencia no para de avanzar y no se detienen nunca los descubrimientos, pero he disfrutado mucho de su lectura. 


El libro nació de unas conversaciones que mantuvieron para su publicación en el semanario L'Express el periodista Dominique Simonnet, el astrofísico Hubert Reeves, el biólogo Joël de Rosnay y el paleoantropólogo Yves Coppens. Simonnet pregunta a cada uno de los expertos sobre su ámbito, en los tres actos en los que se divide la obra: el universo, la vida y el hombre. Un cuarto acto explora el futuro y en él, por cierto, leemos esto: “los virus, que también evolucionan, nos pueden causar problemas”. 

El punto de partida de la obra es muy atractivo. Esa historia bella a la que alude el título es la línea que conecta el Big Bang con el ser humano, esa carrera hacia la complejidad y la inteligencia. “Descendente de los monos y de las bacterias, pero también de los astros y las galaxias. Los elementos que componen nuestro cuerpo son los que antaño fundaron el universo”, leemos en las primeras páginas de la obra. 

En el primer acto, dedicado al universo, Hubert Reeves cuestiona lo que entendemos por origen. Del Big Bang, por ejemplo, dice que "podríamos hablar de un comienzo, de un verdadero comienzo, si estuviéramos seguros de que antes de ese acontecimiento no había nada. El Big Bang es un modo de señalar el límite de nuestros conocimientos y no verdaderamente el límite del mundo". 

También explica algo hermoso, que trasciende a la ciencia: "vemos la nebulosa de Orión tal como era a fines el Imperio romano”. Es decir, “en sentido estricto, nunca se puede ver el estado presente del mundo. Cuando te miro, te veo en el estado en que te encontrabas hace una centésima de microsegundo, el tiempo que la luz ha tardado en llegarme”. Una metáfora empleada por Reeves aparece en toda la obra. Es la de las sopas de letras con las que compara el universo. Cada letra es una partícula elemental. Después, las letras formarán palabras, frases, párrafos, libros. Es decir, de los primeros átomos a las moléculas y después, formas de vida más complejas. 

Las colisiones de meteoritos y de cometas en los primeros mil millones de años aportaron moléculas complejas y ayudaron a la aparición de la vida en la Tierra, lo que da pie al siguiente acto del libro, la vida, que relata Joël de Rosnay. Lo que ocurre antes del surgimiento de la vida es una cuestión de interés incuestionable, entre otras cosas, porque sería muy arrogante no preguntarse por lo que hubo antes, si tenemos en cuenta que, si la historia de la Tierra se comprimiera en un sólo día, nuestros antepasados no nacieron hasta cinco minutos antes de la medianoche. 

Entre otras cuestiones interesantes, se plantea la pregunta sobre si existe vida en otros planetas. De nuevo, parece algo arrogante pensar que nosotros somos únicos y sólo puede haber vida en la Tierra.  "Todo planeta que posea agua y se encuentre a una distancia óptima de una estrella caliente tiene la posibilidad de acumular moléculas complejas y pequeños glóbulos que intercambiarán sustancias químicas con el medio", explica. Es decir, las condiciones para que exista la vida. 

Entre otros hitos, De Rosnay habla de la aparición de los sistemas inmunitario, hormonal y nervioso, que aparecen apenas los animales salen del agua, y la fascinante capacidad de supervivencia de los lemures al impacto del meteorito que acabó con los dinosaurios. Gracias a su movilidad, los lemures se refugiaron en las grietas de las rocas y "ellos originaron los linajes que condujeron a los mamíferos". 

La tercera parte del libro, dedicada al ser humano, comienza con esta frase atribuida a una dama inglesa del siglo XIX: "si es verdad que el hombre desciende del mono, roguemos que eso no se divulgue”. Cuando le preguntan a Coppens si estamos seguros de que el hombre nació en África da una respuesta maravillosa que deberíamos grabarnos a fuego cuando exigimos con urgencia certezas a la ciencia: “la ciencia jamás puede estar segura”, responde. Todo apunta hacia allí, claro, y se da por hecho, pero es importante no olvidar nunca eso, que la ciencia no es una religión con verdades absolutas, afortunadamente.

El experto afirma que, en buena medida, nacimos gracias a la sequía, porque “todo lo que nos caracteriza, el estar de pie, la alimentación omnívora, el desarrollo del cerebro, la invención de nuestras herramientas, todo resultaría de una adaptación a un medio más seco”. Entre otros muchos aspectos, habla del lenguaje, clave para la evolución humana. “El hombre es el único vertebrado que posee una laringe en posición baja. Esto permite, con el establecimiento de las cuerdas vocales, la instalación de una suerte de caja de resonancia entre éstas y la boca, combinada con el ahondamiento y reducción del hueso mandibular posterior a los incisivos, que de este modo con ese mayor movilidad a la lengua”, afirma. También distingue al hombre de otras especies su conciencia de la muerte. 

El cuarto acto, centrado en el futuro, incluye una petición no escuchada por la sociedad pasados los años, buscar la armonía entre la ecología y la economía, y también afronta el escenario, dentro de cinco mil millones de años, en el que el Sol consumirá todo su hidrógeno y se convertirá en gigante roja, lo que implicará la desaparición de la Tierra. ¿Existirán para entonces los viajes interestelares? ¿Existirá acaso un planeta Tierra que no hayamos destruido? Serán nuevos capítulos que nunca llegaremos a ver de esta bella historia a la que alude el título de este muy interesante libro de entrevistas editado por Anagrama. 

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