Gloria para Almodóvar en los Goya

Salvador Mallo, el álter ego de Almodóvar en Dolor y gloria, no tiene en su casa un espacio reservado para los premios recibidos por su carrera. Al menos, no se ve en ningún momento de la película. No sabemos dónde guardará Almodóvar sus premios, pero tendrá que hacerle hueco a los Goya que obtuvo anoche con su película más personal y una de las mejores de su excelsa filmografía, que ya es decir. Siete premios se llevó el filme, entre ellos, el de mejor guión original y mejor dirección, que obtuvo el cineasta manchego. La fiesta de anoche celebró el cine español y su diversidad. Un año más, fue precioso escuchar gallego, euskera, catalán y español, distintos idiomas y distintos acentos, distintas sensibilidades. La diversidad, que siempre aporta, que siempre enriquece, aunque haya a quien le dé alergia. Fue una gala larga, como siempre, con sus aciertos y sus errores, que en lo puramente cinematográfico llenó del gloria a Almodóvar y regaló momentos preciosos, como el reconocimiento a Marisol, ausente de la ceremonia, representada por sus hijas. 


Vamos por partes. Almodóvar se dirigió a Pedro Sánchez, que sí estuvo en el Martín Carpena esta vez, para desearle suerte en su función, primero, y para pedir ayudas públicas para el cine de autor, después. No está claro cuál de los dos mensajes sentó peor a cierta parte de la sociedad, esa que vive feliz con sus prejuicios sobre el cine español. Fue de los pocos mensajes políticos de la noche, más allá de algún guiño al cambio climático, al feminismo y al drama de los refugiados, sobre todo, por los premios recibidos por el corto documental Nuestra vida como niños refugiados en Europa, de Silvia Venegas, y por Ara Malikian, una vida entre las cuerdas, de Nata Moreno, que recorre la vida de un niño refugiado al que la música salvó la vida. 

Fue la noche de Almodóvar y del equipo de Dolor y gloria, ya que además de los Goya a mejor película, mejor guión y mejor dirección se llevó otros cuatro galardones. Cantados estaban el de Antonio Banderas, que firma el papel de su vida, y quien recordó anoche que hace justo tres años que sufrió un infarto al corazón y que ahora se siente más vivo que nunca, y Julieta Serrano, su madre en la ficción, un premio que festejó todo el mundo. María Barranco, que fue quien se lo entregó, nos representó a todos con ese "ay" de alegría cuando dijo su nombre. Está soberbia Julieta Serrano, con pocas escenas, pero todas formidables. También estaba en todas las quinielas el Goya a Alberto Iglesias por la música del filme. Es su undécimo premio Goya y quizá la Academia debería cambiar el nombre de la categoría y pasarlo a llamar "Premio Alberto Iglesias a mejor música original". Inmenso. Teresa Font fue reconocida por el montaje de la película. 

Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, se llevó cinco premios, mientras que la soberbia La trinchera infinita, de Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, se quedó con dos. Es un escaso reconocimiento a esta película tan cercana a la perfección, pero diría lo mismo si cualquiera de las otras dos se hubiera llevado sólo dos galardones. Al final, esto no va de poner a películas a competir entre sí, sino de reconocer el talento y celebrar el cine. Peor aún que los pocos premios de algunas películas es que haya otras joyas, como La virgen de agosto, que ni siquiera estaban nominadas. Volviendo a La trinchera infinita, los dos premios de la película dedicada a la terrible historia de los topos durante el franquismo fueron el de mejor actriz, que ganó con justicia Belén Cuesta, y el de mejor sonido, para Iñaki Díez, Alazne Ameztoy, Xanti Salvador y Nacho Royo-Villanova. Su trabajo es excelente, igual que el del resto del equipo de la película. 

El filme de Amenábar sobre Unamuno, en particular, y sobre España, en general, ganó cinco Goya: mejor actor de reparto, por el inmenso papel de Eduard Fernández en la piel de Millán Astray; mejor dirección artística, a Juan Pedro de Gaspar; mejor dirección de producción, a Carla Pérez de Albéniz;  mejor maquillaje y peluquería, por el soberbio trabajo de caracterización de los actores, que corre a cargo de Ana López-Puigcerver, Belén López Puigcerver y Nacho Díaz, y mejor diseño de vestuario, a Sonia Grande

O que arde, de Oliver Laxe, ganó dos premios: el de mejor actriz revelación, a la octogenaria Benedicta Sánchez, y el de mejor dirección de fotografía, para Mauro Herce

La argentina La odisea de los giles, de Sebastián Borensztein, fue reconocida como la mejor película latinoamericana, mientras que la francesa Los miserables, de Ladj Ly, ganó el Goya a la mejor película europea. Completan la lista de triunfadores de la noche Belén Funes, reconocida por la mejor dirección novel por La hija de un ladrón; Enric Auquer, mejor actor revelación por Quien a hierro mata; el cortometraje Suc de Síndria; el corto de animación Madrid 2120; don Javier Ruibal por la canción original de Intemperie; Benito Zambrano, Daniel Remón y Pablo Remón por el guión adaptado de Intemperie, basado en la impresionante novela de Jesús Carrasco; Buñuel en el laberinto de las tortugas (que ganó por delante de Klaus, nominada al Oscar) y El Hoyo, por los mejores efectos especiales. 

¿Y qué decir de la gala? De entrada, que Amaia fue lo mejor. Esto de puede decir siempre y en todo momento allá donde vaya. Amaia, lo mejor, da igual cuando se pronuncie esa frase, siempre acertarás. Su homenaje a Marisol fue el mejor momento musical de la noche. Tampoco estuvo nada mal el comienzo, con Rayden y Ana Mena, recorriendo con versos la historia del cine español, ni la versión de Sobreviviré, de Manzanita, que hizo Pablo Alborán

Silvia Abril y Andreu Buenafuente, que repetían como presentadores de la gala, estuvieron correctos, que no es lo peor que se puede decir de unos maestros de ceremonia de los Goya, claro, pero tampoco lo mejor. Correctos, sin más. Algunas bromas tuvieron más acierto y otras, menos. No pasará a la historia esta gala, ni como la más memorable ni como la más catastrófica. En sus monólogos sí hubo mensajes punzantes y acertados. "Sólo se recordará a quien gane, o como lo llamamos en este país, memoria histórica", dijo Silvia Abril. "El cine es el sitio donde más gente se ha juntado este año sin que le disuelva la policía", contó Buenafuente en otro momento. Otra más: "el paleolítico o, como lo llama algún partido político, el futuro". También fue acertada su forma de resumir el último año de la política española con títulos de películas de Almodóvar y Amenabar, y cuando se dirigieron a los nominados a mejor dirección (“mejor director o mejor director”), mejor actriz y mejor actor. 

Los Goya siguen teniendo su mal endémico de una evidente falta de ritmo. No ayudaron anoche los discursos, más bien planos, son ninguno especialmente memorable Eso sí, quejarse de que la gala de los Goya es muy larga es como quejarse de que hace calor en verano: ya sabemos lo que toca. ¿De qué nos quejaríamos, si no, en agosto y el día después de los Goya? Fue una gran idea que cuatro actrices presentaran a las candidatas al Goya a mejor interpretación femenina, que elogiaron el trabajo de sus compañeras, igual que pasó con el Goya a mejor actor, porque parte del encanto de estos premios es, precisamente, que es un reconocimiento de la profesión a sus compañeros. Fue una noche larga, sí, pero con momentos hermosos y con un tono de celebración del cine, es decir, de la vida. 

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