Madre

Rodrigo Sorogoyen es un director al que conviene no perder nunca la vista. Podrá equivocarse o acertar más o menos, pero es incapaz de rodar algo intrascendente, siempre se reinventa, se asoma a precipicios. No recorre sendas trazadas ni cae en clichés o relatos convencionales. Su cine nunca es banal, jamás suena a cine ya visto. Es un director con una personalidad y un olfato fuera de lo común. Hay trabajos suyos que me gustan más y otros menos, claro, pero jamás he salido del cine tras ver una película suya con una sensación de indiferencia o pensando que tardaré poco en olvidar la historia. Sus películas dejan huella, hay mucho cine en cada plano como para no hacerlo. 


La perturbadora y oscura Stockholm, la vibrante Que Dios nos perdone, la notabilísima El Reino... Son muchos y muy interesantes, cada uno a su manera, los trabajos que ha estrenado Sorogoyen en los últimos años. Uno de ellos fue el corto Madre,en el que una madre recibe una llamada de teléfono de su hijo de seis años, perdido en una playa del sur de Francia y desde un móvil cuya batería está a punto de agotarse. Aquel corto multipremiado tiene ahora continuación. La historia da un salto de diez años. Elena (Marta Nieto), la madre del título, vive cerca de esa playa en la que su hijo desapareció. En apariencia, ha rehecho su vida. Tiene planes de futuro con su novio, quien sabe por lo que ha pasado y le muestra una compresión y un apoyo inmensos. Pero, diez años después de la pérdida de su hijo, no se ha recuperado de aquel desgarro, de aquel dolor tan inimaginable, perder a un hijo, que no existe ni siquiera una palabra en el diccionario para definirlo. 

Tras el comienzo de la película, que es precisamente ese corto angustioso, el tono del filme cambia por completo. Elena conoce a Jean, un joven que tiene la edad que tendría su hijo, y con quien entabla una relación que nadie alrededor comprende. El joven (Jules Porier) veranea en la zona en la que vive Elena tras la muerte de su hijo. Es un adolescente risueño, que hace lo propio de su edad, aunque muestra una madurez mayor que la media. La relación que entablan los dos personajes es intrigante y extraña, hace equilibrismos sobre la ambigüedad. En parte, sólo en parte, me recuerda a En la casa, de François Ozon, una cinta cautivadora y también muy oscura e inquietante. 

Lo mejor de Madre es que no le dice al espectador lo que debe pensar y que no se lo pone fácil. A medida que avanza la trama, de hecho, se lo pone más y más difícil. Tampoco juzga a los personajes. A todos se les puede entender. El dolor de la madre y su forma de aferrarse a él para seguir viviendo, a todo lo que le pueda recordar a él. Las ganas de experimentar y vivir aventuras, sentir algo nunca antes sentido, del adolescente. La preocupación de sus padres, que no comprenden que su hijo de 16 años sea amigo de una española de 39 a la que todos en la zona llaman "la loca de la playa", porque conocen el drama que arrastra. La entrega del novio de Elena, que hace todo lo que está en su mano para que su novia vuelva a vivir y cierre ese capítulo doloroso de su vida. 

Madre no es una película redonda, tiene imperfecciones, hay tramos en los que la historia titubea algo, pero se recupera justo a tiempo. Es esa incomodidad que provoca en el espectador y su tono indefinido, siempre al borde de algo que no se sabe bien qué es, pero que se teme, que inquieta y angustia, lo más valioso de una película que no es perfecta, desde luego, pero que tampoco es en ningún momento manida o convencional

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