Eva

El Pérez-Reverte polemista me interesa cada vez menos, pero el Pérez-Reverte novelista, que es el que de verdad me importa, no deja de resultarme atractivo. Sus novelas, extraordinariamente bien escritas, convencen por su capacidad de mantener la atención del lector, por la lucidez desencantada de sus personajes, por su formidable documentación de cada época histórica hasta el más mínimo detalle, y por su madurez, porque nada en la obra literaria de Pérez-Reverte es simplista ni estereotipado. El oficio del autor se aprecia en cada descripción, en cada diálogo, en cada frase.


Al margen de algún detalle menor, me gustó mucho Falcó, la primera novela de una serie en la que el autor ha creado a Lorenzo Falcó, un personaje como Diego Alatristre, pero en plena Guerra Civil española y mucho más cínico. El militar de los tercios de Flandes no cree en banderas, sino en lealtades. Falcó sólo cree en él mismo. Sirve al bando sublevado como podría haber servido a la legítima República. Él sólo busca su propio interés. No le importa lo más mínimo nada de lo que sucede en la contienda civil, más que aquello que se interponga en su camino. Es un tipo cruel, violento, egoísta, más bien misógino y embaucador. Un antihéroe en toda regla. Un tipo despreciable, que carece de principios y casi hasta de sentimientos, pero que, como tantas otras veces en novelas y películas, tiene algo que atrapa. 

No es ejemplar en nada de lo que hace. Roba, engaña y mata cuando le hace falta, incluso cuando no. Es un nihilista que no entiende de bandos, ni distingue entre gobiernos legítimos y rebeldes. Un personaje con el que no extraña que se haya encariñado Pérez-Reverte, no por todos esos defectos, sino porque da mucho juego, mucho más, naturalmente, del que daría una persona bondadosa y cumplidora de las normas. Además, no es un espía infalible de película americana mala. Se cae, le duele la cabeza, fracasa, tiene debilidades. Es mucho más rico y complejo, más estimulante. 

Si en Falcó tuvo que intentar liberar a Primo de Rivera, en Eva, la segunda novela de la saga, que es a la que vamos, se le encarga ir a Tánger para arrebatar a la República el oro que envía a Moscú. El subtítulo de la novela, "una aventura de Lorenzo Falcó", refleja bien lo que el lector puede esperar. La trama engancha e invita a la lectura compulsiva, lo cual tiene mucho mérito, sobre todo, cuando resulta más o menos previsible el desenlace de ese barco cargado con el oro de la República, que espera en Tánger cercado por las tropas sublevadas. 

El autor sabe alimentar convenientemente la intriga por el reencuentro de Lorenzo Falcó con con Eva, la espía rusa a la que conoció en la primera novela de la saga, a la que salvó al final, de la que quedó prendado. Es, por cierto, un personaje femenino fascinante, como muchas otras mujeres fuertes creadas por el novelista. Idealista, guerrera, convencida de morir y matar por unas ideas, pasional, dura, fría cuando la ocasión lo requiere, eficaz. Pérez-Reverte también construye otros personajes marca de la casa, los de los máximos responsables de ambos barcos, el republicano con el oro que se envía a Moscú y el del bando nacional que amenaza con hundirlo. Ambos tienen la complicidad de compartir códigos comunes, se respetan como hombres de mar más allá de banderas. Es algo muy de gusto del autor, de su concepción nada cainita y llena de matices de la Historia de España, como lo es un pasaje en el que los soldados republicanos y los nacionales se enfrentan a unos ingleses que aparecen por ahí, pese a estar inmersos en una Guerra Civil. Combate Pérez-Reverte los prejuicios y las visiones rígidas y perezosas de la Historia, mostrando de paso una visión desencantada del ser humano. Eva es una novela poderosa, como lo son todas las del autor. Empiezo ya a leer Sabotaje, el tercer libro de la serie de Falcó. Seguiremos informando. 

Comentarios