Los mejores libros que he leído en 2025

 

Y el libro perdurará en su memoria, pero no palabra por palabra, no exactamente como fue escrito. Mutará y cambiará dentro de quien lo lea, como hacen todos los recuerdos, pero su poder emocional perdurará, y es posible que moldee a esa persona y su imaginación durante años. Es posible que cambie las ideas y los sentimientos de quien lo lea sobre el funcionamiento del mundo y cómo escoge vivir en él”. Así describe Siri Hustvedt la influencia de la literatura en nuestras vidas. He recordado estas bellas y certeras palabras, que leí en el estupendo Madres, padres y demás, al empezar a preparar este artículo sobre los mejores libros que he leído en 2025, el que más disfruto escribir cada año. Porque, en efecto, los libros que más nos gustan consiguen removernos, se quedan con nosotros, configuran nuestra forma de estar en el mundo, nos vuelven al recuerdo una y otra vez

Al proponerme recopilar lo mejor que he leído en 2025 me viene de inmediato a la cabeza este libro de Siri Hustvedt, que fue editado en 2022. También pienso de inmediato en Otra versión de ti, de Inés Martín Rodrigo, este sí publicado en 2025. Es un libro conmovedor y vitalista que habla del amor, del duelo, la pareja, la amistad, la familia, la memoria y el papel clave de la cultura en nuestra vida. Una novela con retazos de realidad, que exprime todas las posibilidades de la novela y no se deja encerrar en ningún género. Quien narra la historia, en segunda persona, es la pareja de una escritora desaparecida con una vida similar a la de la propia Inés Martín Rodrigo, que aquí construye un libro prodigioso exponiendo parte de su propia historia. Una obra descomunal. 



También toman como punto de partida la realidad para construir apasionantes historias de ficción Los amigos de mi vidade Hisham Matar, y  Jacaranda, de Gaël Faye. El primero, magistral, está narrado en una sola noche y cuenta la historia de Khaled, un libio exiliado en Londres, donde conoce a esos amigos a los que alude el título de la obra. En Jacaranda se muestra la relación dolorosa de distintas generaciones de ruandeses con el recuerdo del salvaje genocidio que acabó con la vida de un millón de personas en aquel país en 1994. Es una novela conmovedora, lírica y, a su manera, esperanzadora, a pesar del tema abordado, que leí en francés, igual que otros dos de los libros que más he disfrutado este año, Rue de la Gaîte, el debut como escritor del joven actor Axel Auriant, y el durísimo Houris, premio Goncourt del año pasado, que habla de la década negra argelina y que tuvo una gran polémica porque una mujer denunció al escritor por haber revelado su historia. 


Todos los libros anteriores, salvo el de Siri Hustvedt, son de autoras y autores que no había leído antes. Es maravilloso descubrir nuevas voces, nuevas para mí, claro, que sumar a otras firmas indispensables. Añado a los gozosos descubrimientos de este año El paracaidista, de Ana Campoy, una historia rural con aire de realismo mágico ambientada en la España de la posguerra; Las gratitudes, de Delphine De Vigan, un libro tan sencillo como conmovedor, que cuenta la historia de “una anciana con apariencia de niña, o una niña envejecida por descuido, víctima de un encantamiento”; Intermezzo, en en que Sally Rooney disecciona con maestría la complejidad de las relaciones humanas, en este caso, de dos hermanos muy diferentes entre sí, y El viento sopla donde quiere, en el que el director Jonás Trueba transmite su pasión contagiosa por el cine. 



Este año de tantos descubrimientos también he vuelto a mis clásicos, a autores que nunca decepcionan. Por ejemplo, Emmanuel Carrère, que firma con Kolkhoze uno de sus mejores libros, dedicado a su madre, y que concentra todas las virtudes singulares de la literatura sin ficción del autor francés. Otras obras de algunos de mis autores preferidos que me han encantado este año son Canon de cámara oscura, del siempre genial Enrique Vila Matas, que aquí hasta se atreve con los androides; Conocí a un fénix, de mi admirada May Sarton, en la que reflexiona sobre su infancia y adolescencia con su ligereza inteligente y su hipnótica prosa; El loco de Dios en el fin del mundo, en el que Javier Cercas se propuso y logró con creces escribir un libro extravagante, un experimento alegre y chiflado, un batiburrillo de géneros”, y cuya publicación coincidió casi con la noticia de la muerte del papa Francisco, al que el escritor acompañó en su viaje a Mongolia; o Tres enigmas para la organización, del siempre imprescindible Eduardo Mendoza, quien este año recibió además el Premio Princesa de Asturias de las Letras


Es una simple coincidencia, pero varias de las obras que más he disfrutado este año son tochos importantes, libros más bien extensos, como Tan poca vida, de Hanya Yanagihara, que cuenta a través de sus más de 1.000 páginas la conmovedora historia de cuatro amigos a lo largo de los años, o La vida instrucciones de uso, ese ochomil lector de George Perec, que deslumbra con la inventiva desaforada y la pura literatura que encierran la multitud de historias cruzadas de sus más de 1.500 personas, las que viven o vivieron algún día en el número 11 de la ficticia calle Simon-Crubellier de París.

También son tan extensos como recomendables la sensacional biografía de Carmen Martín Gaite que ha escrito José Teruel coincidiendo con el centenario de la autora y que es uno de los mejores libros que he leído este año, imprescindible para cualquier amante de la la genial escritora salmantina y para quien aún no sepa que lo es; Los europeos, de Orlando Figes, que cuenta el nacimiento de la cultura cosmopolita europea gracias, en gran medida, al ferrocarril, y los Diarios de la Segunda Guerra Mundial de Chaves Nogales, cuya primera parte se centra en su periodo en París antes de la ocupación nazi. 


No suelo tener un plan fijo de lecturas, soy más bien caótico, voy a rachas y cada día crece más la lista de libros que quiero leer, a la que luego no siempre hago caso, pero inevitablemente este año ha leído un buen puñado de ensayos para intentar entender mejor el mundo loco en el que vivimos. El valor de la atención, de Johann Hari, es de esos ensayos que cambian tu forma de ver el mundo y en los que piensas a menudo en tu día a día. Más allá del efecto perverso de las redes sociales y de la aceleración de nuestra vida, también reflexiona sobre el impacto en nuestra falta de atención de cuestiones como la alimentación o la falta de sueño. 

La inquietante situación política, con fuerzas radicales de extrema derecha en el poder o cerca de él en muchas partes del mundo, está presente en libros como los muy interesantes y algo perturbadores La dictadura de la minoría de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, y Autocracia S.A., de Anne Applebaum, mientras que Frenar a Silicon Valey, de Gary Marcus, y La hora de los depredadores, de Giuliano da Empoli, de otro de los grandes riesgos de nuestra sociedad, el poder omnívoro de los gigantes tecnológicos en pleno delirio acrítico por la inteligencia artificial.


Otros tres ensayos que me han gustado especialmente este año han sido Más allá de la blanquitud, de Jane Lazarre, que aporta una mirada muy original e interesante sobre el racismo en Estados Unidos; El mundo después de Gaza, de Pankaj Mishra, que reflexiona sobre el genocidio israelí en Gaza y sobre cómo la mirada occidental opaca otras miradas periféricas, y La pasión de los extraños, en el que la filósofa Marina Garcés posa su mirada siempre inteligente sobre la amistad y las particularidades de este vínculo que “parece ser una de las pocas certezas que quedan en pie”


Termino con tres libros que no puedo dejar fuera de este artículo de mi mejor que he leído en 2025. Tres libros que sólo se parecen entre sí en lo mucho que los he disfrutado: el prodigioso y originalísimo El peón, de Paco Cerdà, cuyo hilo conductor es la partida de ajedrez entre Arturo Pomar y Bobby Fischer en Estocolmo en 1962; La herencia, una preciosa obra de Matthew López sobre la familia elegida y el diálogo intergeneracional entre personas LGTBI de distintas épocas, entre otros muchos temas profundos y emotivos, y, La bohemia española en París a finales del siglo pasado, que es una debilidad personal. El libro, publicado en 1927 por Isidoro López Lapuya y prácticamente imposible de encontrar, cuenta la vida de los artistas españoles en el París de finales del siglo XIX, uno de los momentos históricos que más me fascinan. Es una delicia para cualquier loco, como yo, de la capital francesa y, en especial, de ese momento en el que se convirtió en la capital mundial del arte y la bohemia. 

En  Madres, padres y demás, el libro que mencionaba al principio de este artículo, Siri Hustvedt también escribe que “un libro querido permanece en el lector como un fantasma, con resonancias tanto conscientes como inconscientes”, y así ocurrirá con estas obras, las que más me han gustado de las que he leído en este 2025 que toca a su fin, pero cuyo recuerdo, consciente o inconsciente, me acompañará para siempre. 

Mañana: Las mejores series que he visto en 2025. 

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