La caza. Monteperdido

Juego de tronos, de cuyo final seguimos hablando (y lo que te rondaré), no es la única serie que ha terminado esta semana. De hecho, es tan ingente la cantidad de series hoy en día que no me extrañaría que mientras escribo estas líneas estén terminando dos o tres series y estén empezando ocho o nueve. Esta semana ha terminado también La caza. Monterperdido, que ha trasladado a la pantalla pequeña durante ocho capítulos la novela Monteperdido, de Agustín Martínez. Aunque intento no alimentar mis prejuicios e ideas preconcebidas, no aferrarme a generalizaciones simplonas y perezosas, no puedo evitar seguir pensando que hay una profundidad y una complejidad mayor a la media en las series basadas en libros, sobre todo si son historias cerradas que no se ponen a innovar con esos personajes más allá de lo que se cuenta en la novela. Tras ver Monteperdido, me reafirmo en esta opinión. 


La serie, un puro trhiller que cumple con todas las exigencias de género, parte de una situación estremecedora y muy misteriosa. Dos niñas, Ana y Lucía, desaparecen un día mientras iban al colegio. Cinco años después, una de esas niñas, Ana, aparece entre los restos de un coche que ha caído por un acantilado de la zona en la que vivían las jóvenes, y que conducía un hombre, fallecido. A partir de ahí, dos agentes de la Guardia Civil, Santiago Baín (Francis Lorenzo) y Sara Campos (Megan Montaner) acuden al pueblo de las niñas para investigar lo ocurrido e intentar encontrar a Lucía. 

Lo que encuentran es un pueblo lleno de misterios, intrigas, preguntas sin respuesta y, sí, sospechosos. Muchos sospechosos. Como buen trhiller psicológico, a lo largo de los seis capítulos de la serie sospechamos prácticamente de todo el mundo. Los investigadores tienen claro que el hombre que secuestró a las dos niñas era del pueblo y pronto descubren que el ambiente cerrado del pueblo no les pondrá fácil resolver el caso. Las vidas de la familia de Ana y Lucía quedaron suspendidas aquel día y cada uno afronta el dolor y la incomprensión de su secuestro cómo puede. Los personajes son complejos y muestran aristas. Hay verdad y carga de profundidad en la trama, y un buen sentido del ritmo, aunque la duración algo excesiva de los capítulos no juega  a su favor. 

El avance de la trama, esparciendo más y más sospechas y dudas a cada paso; unas más que notables interpretaciones (extraordinaria Megan Montaner, soberbio siempre Pablo Derqui, que da vida al padre de Ana) y un escenario natural impresionante (el valle de Benasque, en el Pirineo aragonés) que tiene un peso importante en la historia, son alicientes no menores de la serie. Mantiene la atención. Engancha. Cumple de sobra su objetivo. ¿Pero? Sí, hay un pero. Desde mi punto de vista, al final le falta algo. En series como esta, de investigación, un giro tan brusco como el que da Monteperdido en el último capítulo, tan repentino, tan poco elaborado, desluce algo los muchos méritos de la serie. 

En todo caso, los puntos fuertes de la serie superan con creces a los débiles. Desde todos los puntos de vista, el nivel es muy alto. Visualmente, la serie es poderosa. La trama se acerca a lo más oscuro y perverso de la condición humana. La investigación mantiene en todo momento la atención del espectador. El entorno del pueblo, encerrado en sí mismo, está recreado con maestría. Los diálogos son poderosos. Los personajes son de carne y hueso y tienen motivaciones reales y bien explicadas. Es, sin duda, una de las series que más me han interesado últimamente. 

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