El final de Juego de tronos

Después de dos días sin pasar por Twitter y entrando en las webs informativas como el explorador que avanza por la selva, machete en mano, esquivando spoilers, he conseguido ver el último capítulo de Juego de tronos sin que nadie me haya destripado el final. Ya sólo esta especial cautela que ponemos tantos en evitar que nos desvelen el más mínimo detalle de lo que sucede en la serie da una idea de su impacto como fenómeno audiovisual y casi social. También lo da la enorme (y probablemente desmesurada) presencia de la serie en todas partes, la pasión en la defensa de quienes están a favor y quienes están en contra del final y, sobre todo, la ingente cantidad de personas que no ven Juego de tronos y sienten la necesidad de proclamarlo al mundo. De todas las pruebas posibles de la grandeza de esta serie, de su indudable trascendencia, la más evidente es esta última, el aluvión de personas que se apresuran a decir que ellas no han visto ni medio capítulo de Juego de tronos, como reclamando una medalla a la originalidad. 


Nunca entenderé por qué alguien dedica parte de su tiempo a hablar de lo que no le gusta con pasión y vehemencia. Pero qué decir de quién habla de algo que no le gusta, aunque no lo haya visto. Qué disgusto se van a llevar todas estas personas que presumen con orgullo no haber visto esta serie, como si eso les convirtiera en algo especial, cuando descubran que en realidad en el mundo hay muchas más personas que no han visto Juego de tronos que personas que sí, algo que ocurre exactamente igual con cualquier otra serie o película. Hay algo ahí, ese afán de llamar la atención, esa necesidad de tomar partido sobre algo de lo que no han formado parte y que desconocen por completo, bastante inquietante y muy revelador de la importancia de Juego de tronos como fenómeno. Ha sido mucho más que una serie. Lo decimos quienes la hemos disfrutado (y sufrido, a ratos) pero también, o sobre todo, quienes, no habiéndola visto, sienten la necesidad imperiosa de hablar de ella. El ser humano, siempre tan indescifrable en sus comportamientos

Pero vayamos a lo importante. Temporada final de Juego de tronos. Último capítulo. No va más. No haré spoilers hasta el último párrafo, por cierto, y avisaré de ello convenientemente. Sé lo que es ir por el mundo con el detector de spoiler encendido y me solidarizo con quienes aún no hayan visto el sexto capítulo de la octava temporada, el gran final de esta serie que nos ha tenido enganchados de un modo tan intenso, que ha hecho, sin duda, historia en la televisión. Tan absurdo como opinar de la serie sin haberla visto es concederle el título de mejor serie de la historia de la televisión, como si eso significara algo, como si fuera medible de alguna forma. Lo que está claro es que no ha sido una serie más y que, por muchas razones, también su estratosférico presupuesto, será para siempre un hito de la cultura audiovisual. 

Puede que también sea el último gran fenómeno televisivo a la manera de antaño, con personas de medio mundo expectantes que se estrene un nuevo capítulo para saber cómo avanza la trama. Cada vez está más extendida la práctica de colgar las temporadas enteras y que cada cual transite por una serie a su ritmo, pero Juego de tronos ha preservado ese atractivo especial de esperar a la siguiente semana, contando las horas para el estreno del siguiente episodio. Y también nos ha hecho odiar profundamente a un personaje, del que nos hemos compadecido unos capítulos después. O, al revés, nos ha llevado a detestar a quien adorábamos un poco antes. 

Sin duda, la serie fue compleja en las primeras temporadas. Se nota la ausencia del libro, del apoyo de la inventiva, y hasta de los diálogos, de George R. R. Martin. Hay momentos en los que la historia se acelera y no se cuenta bien, o no tan bien como acostumbraba la serie. En la última temporada, con frecuencia no convence lo que ocurre, pero no por el hecho en sí de que pase esto o lo otro, sino por cómo pasa. No es que desagrade determinado giro inesperado, es que le falta carga de profundidad, es que no está tan bien construido como estaban las tramas unas temporadas antes. Pero creo que todo eso, siendo importante, claro, es menor comparado con el hecho de que ha sido una de las series de nuestra vida, realmente espectacular, con varios de los momentos más impactantes y brillantemente rodados de la historia de la televisión. 

En Juego de tronos ha habido brillantes reflexiones sobre el poder y la ambición, el gran tema de la serie. Dicen, con razón, que todo está inventado en esto de contar historias. Concretamente, está inventado por Shakespeare. Y esta serie se ha acercado mucho a la complejidad del considerado como el mejor escritor de todos los tiempos. Traiciones, cesiones dolorosas, enfrentamientos, guerras internas, duelos entre familias, sexo, ansias de poder, sentimientos que invalidan la razón. Todo eso, tan propio de la obra de Shakespeare, está en Juego de tronos. 

No comentaré mucho sobre el final, sólo un par de cuestiones. En breve, a mí sí me ha gustado el final. Creo que una serie de la grandeza de esta, un fenómeno tan gigantesco, no tiene buen final posible. Y creo también que, cuanta más pasión se tenga por esa serie, más difícil es aprobar este final y cualquier otro que se le hubiera dado. Antes de que empezara la última temporada no tenía nada claro, sólo que el final tenía muchas opciones de decepcionar. Posiblemente, no quedaba otra opción. Pero, aun así, a mí sí me ha convencido. Para empezar, porque Tyrion Lannister recupera su grandeza en cada diálogo, en cada actuación. Y eso se echaba de menos en el personaje más inteligente y complejo de la serie. 

También me ha gustado el final, que considero coherente con la serie, porque hay varias escenas de un impacto emocional inmenso, como (ojo GRAN SPOILER) el asesinato de la reina Daenerys a manos de John Snow. No había manera humanamente posible de cerrar Juego de tronos, pero el final se le ha acercado. Creo que el único gran fallo de la última temporada, que ha estado muy lejos de ser la mejor de la serie, ha sido no explicar de forma suficiente el giro de Daenerys. No está mal ese giro, muy potente desde el punto de vista narrativo, pero sí está muy mal construida. No vale con cambiarle el maquillaje y la mirada prácticamente de un plano a otro. Pero creo que, pasado el tiempo, hasta los más disgustados (que los hay) con el final de la serie se quedarán con el recuerdo de tantos grandes momentos como le ha ofrecido. Porque no hay nada más fuerte que una buena historia". Eso y la brillante reflexión final sobre la política, el peligro de los lideres carismáticos que creen saber mejor que nadie lo que le interesa a los demás. El trono de hierro destruido por la rabia de un dragón que entiende que es la ambición pornese trono la que ha matado a su madre. Shakespeare y dragones. Gracias por tanto. 

Comentarios