El mejor teatro y la mejor danza que he visto en 2025

 


Un año más, cuando toca recordar los mejores momentos que he pasado los últimos doce meses en un teatro, lo primero en lo que pienso es en los espectáculos de danza que he podido disfrutar. Este año, para empezar, pude cumplir un sueño, al presenciar una deliciosa representación de Giselle en la Ópera Garnier de París. Fue impresionante por el propio escenario, claro, porque es apabullante su belleza, pero también porque deslumbra cada componente de la obra (la música, la iluminación, la coreografía, los contrastes entre los dos actos, la interpretación del equipo de baile, el vestuario…). Una pura fantasía. 

Unos meses antes de aquella formidable tarde de danza en París, había podido ver en los Veranos de la Villa de Madrid al Junior Ballet de la Ópera de París, su cantera. Fue una de esas estupendas noches de verano en Madrid, con cultura al aire libre. Cuatro piezas diferentes que permitieron a los cachorros del Ballet de la Ópera de París mostrar su enorme versatilidad en el Conde Duque. 


Antes de pasar al teatro, dos obras más de danza que me fascinaron este año. Primero, Afanador, del Ballet Nacional de España, que en su día describí en la crónica como un delirio hipnótico, una prodigiosa locura, una febril explosión de creatividad y talento. La obra, inspirada en el trabajo del fotógrafo Ruven Afanador, supone todo un hito para el Ballet Nacional de Danza, por su extraordinaria creatividad. En la obra hay referencias al costumbrismo, como la tauromaquia o la Semana Santa, por supuesto también al flamenco, pero siempre desde la abstracción, con resonancias oníricas, surrealistas, a ratos con ecos de ritual. Es una obra descomunal. 

También fue deslumbrante la representación de Don Quijote que protagonizó la Compañía Nacional de Danza en el Teatro Real, en versión de José Carlos Martínez, quien la describió de forma muy precisa como una fantasía manchega. Don Quijote y Sancho aparecen en la obra, por supuesto, pero más como personajes secundarios, porque este exigente y sensacional ballet en tres actos se centra en el episodio de la segunda parte del libro de Cervantes que narra el amor entre Quiteria y Basilio, aunque el padre de ella quiere se case con Camacho. La obra es una fiesta, hasta el punto de que, en uno de los descansos, se anuncia por los pasillos de la platea una boda que ocurrirá en escena. 

Este año he visto muy buen teatro en Madrid, pero comienzo con dos obras vistas en Barcelona y Mérida, respectivamente. En mi adorada Barcelona disfruté de Mort d’un comediant, de Guillem Clau. Una de las mejores obras del autor, en la que un soberbio Jordi Bosch da vida a un veterano y reconocido actor teatral que se comunica recitando pasajes de las obras más célebres que representó. La obra, que encierra sorprendentes giros de guion como suele ocurrir siempre en el teatro de Clua, es un bellísimo homenaje al teatro, que tanto se parece a la vida, con unos diálogos memorables como cuando escuchamos que “una mentira no lo es si todos creemos que es verdad”. 



En Mérida un año más tuve el privilegio de disfrutar del Festival de Teatro Clásico. En este caso, con Jasón y las furias, de Nando López. Con mucha fidelidad a la historia original, la obra conecta con el espectador contemporáneo porque su historia no puede ser más atemporal: amor, crueldad de los gobernantes, rechazo a los inmigrantes, personas movidas por la ambición, las dudas sobre la identidad propia y las preguntas inevitables de qué habría pasado con nuestra vida si hubiéramos tomado otras decisiones… Todo está en esta estupenda representación de la obra, que nos regaló otra inolvidable noche en el teatro romano emeritense. 


Mi 2025 teatral empezó muy prontito, la primera semana de enero, con Yo sostenido, sonata para juguete roto, el impactante monólogo en el que Víctor Elías, actor que dio vida a Guille en Los Serrano, cuenta su propia vida, una historia dura de superación, contada con mucha honestidad. Muy impactante y recomendable. En el año del centenario de Carmen Martín Gaite, sin duda una de las obras teatrales que más he disfrutado este año es El cuarto de atrás, una estupenda adaptación de María Folguera dirigida por Rakel Camacho e interpretada por Emma Suárez, que logra que la hipnótica prosa de Martín Gaite inunde el Teatro de la Abadía, como un sortilegio. 


Como todos los años, porque la cabra tira al monte, este año también he disfrutado de muy buenos musicales en Madrid como Chavela, con la cantante Rozalén en el elenco de este bellísimo espectáculo que rinde homenaje a la inolvidable dama del poncho rojo; el musical de Raffaella Carrà, que contagia al público de la energía de la inimitable artista italiana, y Los pilares de la tierra, que adapta al teatro uno de los más exitosos best sellers literarios. 

Mañana, los mejores conciertos que he visto en 2025. 


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