The disaster artist

No pude ver en su día en el cine The disaster artist, por la avalancha de estrenos de películas nominadas a los Oscar. Siento haber tardado tanto en disfrutar de esta alocada película de James Franco, que recrea el rodaje de una película de culto, The Room, para muchos, la mejor peor película de la historia del cine. Gracias a un oportuno viaje en tren a la fabulosa Ronda pude acercarme al fin a esta cinta tan divertida, que transita de principio a fin esa fina frontera entre la genialidad y el ridículo. Es, por encima de todo, cine que habla de cine, pero no como lo hacen tantas otras películas complacientes sobre el mundo del espectáculo, ni tampoco tantas otras algo cínicas y previsibles. Es diferente y personal. Es una bendita locura. 



Un joven, Greg Sestero, interpretado por Dave Franco, aspira a ser actor desde que vio la película Sólo en casa. Quiere interpretar, lo daría todo por salir en películas y entrar en el mundo del cine. Un buen día, en una clase de interpretación, conoce a Tommy Wiseau, a quien da vida con el histrionismo justo que requiere el personaje (es decir, muchísimo) un James Franco que no puede disimular lo mucho que disfrutó con este papel. Greg se acerca a él y le pide ensayar una escena con él, atraído por su absoluta inhibición, por su entrega, más bien sobreactuada, pero muy pasional. Entablan pronto una amistad, cimentada en un sueño común, o algo así. Nada se sabe en el filme, como tampoco en la vida real, de edad de Tommy, ni de donde saca el dinero que le permite poseer una casa en San Francisco y otra en Los Angeles. Hacia esta última ciudad, la meca del cine, que tan bella e hipnótica luce en otros filmes, marchan los dos protagonistas. Acuden a todos los castings de los que tienen noticia y todos tienen el mismo final frustrado. Se cansan de errar y de recibir consejos que van del piadoso “ya te llamaremos” al más cruel y directo “déjalo, no es lo tuyo”. 

Ya que no son admitidos para series o películas, deciden rodar su propia película, sin tener la menor idea del rodaje, sin contar con más dinero que la misteriosa cuenta de ahorros, aparentemente sin fin, de Tommy. Y comienza entonces el más disparatado, imprevisible y chapucero rodaje del que se tienen noticias. La personalidad de Tommy, tan alocado, tan excesivo en todo, tan frágil en el fondo, es cautivadora. El dinero no es un problema para él, que escoge el guión de una historia que quiere ser el gran drama de su vida, o algo así, y termina haciendo reír, siendo recibida como una comedia, muy a su pesar, como esas historias que quieren dar miedo y no provocan más que carcajadas. Su historia es la historia de un colosal y carísimo fracaso que, a su manera, se convirtió en un muy original e inesperado éxito. De The Room se ha escrito mucho más que de tantas cintas dignas, pero no magistrales, buenas sin más. Y qué si el rodaje se extiendo mucho más allá de lo razonable. Qué más da si no tenían la menor idea de lo que estaban haciendo. Qué importa la excentricidad del autor de esta historia. Tiene un poder de atracción difícilmente descriptible. Inspira ternura a ratos, por más hilarante que sea, por más alocada y desquiciada que resulte la historia. 

Es una película genial, que recrea con un ritmo trepidante y un estilo muy efectivo un rodaje que debió de ser surrealista, propio del universo de Tommy, un mundo aparte, una realidad paralela. Es inevitable hacer un paralelismo entre la película real en la que se basa esta cinta, básicamente, una locura salida de la mente de dos amigos, y The disaster artist, en la que los intérpretes principales son los hermanos Franco, en lo que parece también una gamberrada, una aventura de esas locas que a veces los artistas pueden concederse. Es obvio que James y Dave Franco se lo pasaron en grande con este filme. Esperemos que su rodaje no fuera tan accidentado y desastroso como el de The Room, eso sí. Pero mucho de apuesta personal, de idea muy loca de esas que se dicen sin pensar, parece respirarse en esta película tan asombrosa, tan increíble, tan divertida. Si el cine es sorpresa, diversión, entretenimiento y capacidad de captar la atención del espectador desde el comienzo hasta el último crédito, entonces convendremos que The disaster artist es cine del bueno, del mejor visto en los últimos años. Encontrar una propuesta tan original, ágil, fresca y divertida como esta es casi tan infrecuente como un rodaje tan desastroso como el de The Room. Así que, gracias, Renfe, por la parte que te toca. 

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