Ajuste de cuentas

Cuando un amigo escribe un libro excelente me alegro por dos motivos. El primero, claro, por él. Celebro su éxito y su acierto y todo lo bueno que le pase, porque lo merece. Y el segundo motivo es un poco más egoísta: me alegro por mí, porque podré ser absolutamente sincero en la crítica de su libro, sin necesidad de matizar lo que no me haya convencido o me haya chirriado. Así que en esta reseña de Ajuste de cuentas, de Nicolás Menéndez Sarriés (Libros.com) seré absolutamente sincero, porque es un libro excepcional, en el que el autor consigue la hazaña de resumir de forma clara y directa en 180 páginas lo ocurrido los últimos años en España con el sector financiero. Es un libro muy útil tanto para quienes sean más o menos expertos en la materia como para los que lo desconozcan casi todo sobre el sector bancario, porque el autor (al que me cuesta no llamar Nico) acierta en la exposición de los hechos, en sus antecedentes y causas y en las reflexiones inteligentes y lúcidas que plantea en su libro. 


El libro, que lleva por subtítulo Cómo el sector bancario se convirtió en una trampa para millones de ciudadanos, parte de una pregunta: ¿qué es un banco? El autor reflexiona sobre la utilidad de los bancos, sobre su importancia crucial en las sociedades modernas, sobre su razón de ser y su negocio. Y también se pregunta a continuación qué ocurrió para que se quebrara la confianza en el sector financiero de tantas personas. Es un libro que será necesario recuperar cuando, dentro de unos años, queramos recordar de forma breve qué paso aquellos años de crisis en los que todo se desmoronó en España, empezando por el sector de las cajas. Aparecen aquí las participaciones preferentes, por ejemplo, productos de alto riesgo que se vendieron en muchos casos casi como si fueran depósitos garantizados. Y también se narra con precisión la irresponsabilidad de tantos políticos de todos los colores que metieron sus manos en las cajas de ahorro, instituciones con siglos de historia cuyo modelo había funcionado a la perfección, para acabar con ellas. 

El autor huye de la brocha gorda y se agradece. No es ésta una historia de buenos y malos, ni una obra que se quede en la caricatura del sector bancario. Al revés, analiza con detalle las razones de la debacle que se llevó por delante a casi todas las cajas y forzó al gobierno a pedir un rescate a Europa. Y muestra, por ejemplo, cómo los inspectores del Banco de España alertaron en reiteradas ocasiones de los riesgos excesivos derivados de la exposición al ladrillo que estaba asumiendo el sector bancario. Ellos jugaron el rol del que enciende las luces y apaga la música en una fiesta, en ese delirio inmobiliario que destrozó a la banca y a la economía española. 

En principio, ,la presencia de políticos, empresarios y sindicalistas en los consejos de las cajas perseguía que hubiera una cierta sensibilidad hacia las necesidades de financiación del ámbito de influencia de las cajas. La idea es que hubiera un gesto profesional que supiera equilibrar esos intereses regionales con una gestión de riesgos adecuada. Pero no ocurrió así. El autor cita estudios que demuestran que, a medida que se acercaban las elecciones autonómicas, las cajas abrían más y más el grifo de la financiación. Se utilizaron las cajas para intereses partidistas, lo que fue su fina cuando la situación macroeconómica se deterioró y de pronto al sector se le indigestó tanto ladrillo en su balance. Un ejemplo: "Si el gobierno de Castilla-La Mancha quería levantar un aeropuerto en Ciudad Real para competir contra Barajas (Madrid), muy probablemente las opciones privadas resultaran muy costosas, cuando no imposibles. En cambio fue relativamente fácil obtener una financiación prácticamente sin límites directamente de la Caja Castilla-La Mancha, una entidad que en 2009 acabaría intervenida por parte del Banco de España debido a su situación de insolvencia". 

Este interesante libro establece un paralelismo entre el sector bancario y el de la prensa, del que procede el autor. Ambos en crisis y los dos con "una demoledora pérdida de confianza y prestigio por parte de la ciudadanía". En buena medida esa pérdida de confianza de la banca se debió a la comercialización inadecuada de participaciones preferentes. El autor reflexiona sobre el porqué de esas prácticas y explica que, en parte, tiene algo que ver con la regulación. "Como las cajas no tenían accionistas, no podían hacer ampliaciones de capital como sí hacían los bancos, así que en la práctica su única salida para incrementar sus ratios de solvencia era mediante la colocación masiva de estos productos", explica. 

El autor también reflexiona sobre las lecciones que impuso el estallido de la crisis de las hipotecas subprime en EEUU, como que "el mercado financiero era incapaz de autorregularse" o como el riesgo de que "a partir de cierto momento, los distintos actores del mercado daban por hecho que se produciría una intervención de la administración pública para rescatar a las entidades en problemas con el dinero de los contribuyentes". Es decir, si los gestores de los bancos sabían que, llegado el caso, el Estado estaría ahí para enmendar sus errores y acudir al rescate, ¿qué motivación tendrán para no hacer locuras? De ahí, el cambio regulatorio posterior a la crisis, que fomenta, en teoría, la capacidad de los bancos de rescartarse a sí mismos, imponiendo pérdidas a tenedores de deuda subordinada y accionistas, como ocurrió con Popular. En teoría esa regulación es sólidas y evitará en buena medida los rescates públicos, pero Italia tardó poco en demostrar que esas reglas son flexibles y que, negociando con Bruselas, se puede esquivar y volver al modelo de ayudas públicas. Sólo veremos hasta qué punto esta regulación es suficiente o no cuando llegue una nueva crisis. Pero esa ya es otra historia, que contará seguro con tanta destreza como ésta el autor de este magnífico Ajuste de cuentas, a quien me ha costado no llamar sencillamente Nico durante este artículo. 

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