Sobresaliente balance de París 2024

Sólo recuerdo la emoción de las cosas”, escribió Antonio Machado en un poema que capta de forma inmejorable con muy pocas palabras de qué va esto de la vida. Porque, al final, en efecto, lo importante es lo que algo te transmita, las emociones que provoque. Y poco más se recuerda. Hoy terminan los Juegos Olímpicos de París 2024 y seguro que dentro de unos años, quizá incluso dentro de unos meses, no recordaremos cuántas medallas exactas ganó España o cómo fue este partido o aquella carrera. Sin embargo, sí recordaremos lo mucho que disfrutamos, lo bien que lo pasamos esas dos semanas de agosto gracias a los Juegos en la inigualable ciudad de la luz.



En línea con el poema de Machado, Saúl Craviotto, que en estos Juegos ha hecho historia al convertirse en el único deportista español con seis medallas olímpicas, dijo en una entrevista tras conquistar la medalla que, en el fondo, esto es un espectáculo y se trata de que la gente se divierta. Hay grandes relatos épicos sobre el deporte, mucho dinero y patrocinios en juego, por supuesto, y también el gran esfuerzo de años de muchos deportistas, pero, en esencia, para los que seguimos los Juegos por televisión, esto va de divertirnos. Como debería ir un poco la vida en general. De nuevo, de la emoción de las cosas. Y hemos disfrutado mucho estas dos semanas con París 2024. 


El balance de estos Juegos roza la matrícula de honor. Para disgusto de la nutrida legión de odiadores de Francia y el no pequeño grupo de agoreros dentro del propio país, París 2024 ha sido un éxito inapelable. Nada de lo que podía ir mal, fue mal. Todo funcionó. Los cuernos del Apocalipsis de dentro y de fuera de Francia se equivocaron de pleno. París fue una fiesta y brindó al mundo imágenes de una belleza extraordinaria que permanecerán en la memoria de millones de personas mucho, mucho tiempo, y que ya se fusionan, de hecho, con la historia de la capital francesa. Cuando volvamos a París miraremos de otra forma Montmartre, donde se disputaron las pruebas de ciclismo, o tantos y tantos lugares de la ciudad que han acogido estos días las competiciones. 

El legado de estos Juegos es innegable. París no los necesitaba para que el mundo supiera que es una ciudad extraordinaria y de una belleza apabullante, porque París no necesita que nadie venga a remarcar lo obvio, pero la ciudad (y Francia entera) posiblemente sí necesitaba un gran éxito colectivo tras varios años convulsos y divisivos en lo político y lo social. Y esta fiesta olímpica en París lo ha conseguido con creces

Uno de los mayores aciertos de estos Juegos ha sido la decisión de situar buena parte de los deportes en escenarios icónicos de París. Esto ha logrado un doble efecto positivo: una exposición pública brutal para la ciudad, recordando por si había algún despistado la belleza única de la capital francesa y, encima, unos costes significativamente menores que si hubieran levantado instalaciones concretas para los Juegos. Recordaremos las imágenes del vóley playa en los jardines de Marte, a los pies de la Torre Eiffel. El tiro con arco  y el final de la maratón frente a los Inválidos. La hípica en Versalles. El baloncesto 3x3 en la Concordia. La esgrima en el Grand Palais, el triatlón y la natación en aguas abiertas en el Sena. El taekwondo en el Grand Palais… Imágenes imborrables, absolutamente majestuosas. 


Las crónicas desde París hablaban estos días de un buen humor contagioso, de una alegría y despreocupación que hacía muchos, muchos años que no se veían en la ciudad. Quizá por sentimiento de orgullo por unos Juegos ejemplares, con masiva afluencia de público en prácticamente todas las disciplinas, sin el menor problema de seguridad. La alegría inundó Francia estas dos semanas, por más que el país siga dividido políticamente o esté sin gobierno después de las elecciones legislativas que convocó Macron tras la victoria de la extrema derecha en las europeas. Todos esos problemas siguen ahí, pero todos pueden esperar y esperaron durante los Juegos. Bob Bowman, entrenador de Michael Phelps, declaró que no ha visto nada comparable al ambiente en la piscina olímpica de La Défense Arena. Y no sólo París ha vivido es espíritu olímpico, porque la vela en Marsella y el surf en Tahití han regalado imágenes preciosas. 

París 2024 también se ha acordado de la cultura francesa. Por ejemplo, con los trois coups, tres golpes en el suelo con un bastón antes del comienzo de cada competición. Es un guiño al teatro francés, ya que hace siglos empleaba ese mismo rito ante el comienzo de cada función, justo antes de que se levantara el telón. A veces las retransmisiones televisas han recibido críticas porque el realizador se regodeaba demasiado con las imágenes de la Torre Eiffel o el resto de monumentos de París. Pero, ¿cómo no recrearse ante semejante belleza? Cada verano con las retransmisiones del Tour, los franceses demuestran que entienden mejor que nadie que un evento deportivo nunca es sólo un evento deportivo y que puede ser una plataforma promocional de lo mejor que Francia tiene que ofrecer al mundo. 

Empezó todo muy bien, con una excelsa ceremonia de inauguración en el río Sena, la primera de la historia fuera de un estadio. Una obra teatral con momentos de gran belleza, guiños a la cultura y la Historia francesa y con la celebración lúdica y festiva de una Francia diversa y moderna. Hubo quien desde posturas retrógradas se rasgó muchísimo las vestiduras, en buena medida, porque no entendieron lo que vieron y se aferraron a esa ignorancia para hacerse los ofendidos. París a la vanguardia y escandalizando a los pacatos y puritanos. Todo en orden. 

Los Juegos nos atraen siempre por la fascinación que despierta la variedad de disciplinas deportivas, por los esfuerzos de la ciudad organizadora por mostrar lo mejor que tiene (y París tiene para dar y regalar) y por el llamado espíritu olímpico, con deportistas de todo el mundo reunidos durante dos semanas para competir y compartir experiencias. Claro que es un gran negocio económico, pero sigue habiendo algo bello y puro en los Juegos. Por todas las historias personales que hay detrás, por la oportunidad de acercarse a deportes y especialidades que no solemos ver. Por la disposición a dejarnos sorprender, a poner un poco en suspenso nuestra vida

Se habló mucho en las semanas previas a París 2024 de la posibilidad de una tregua olímpica. Tristemente, no se dio en las malditas guerras (sin delegación rusa en los Juegos por las atrocidades de Putin en Ucrania, con delegación israelí pese a las atrocidades de Netanyahu en Gaza), ni en las batallitas políticas que dividen a la sociedad. El mundo sigue igual de mal que hace dos semanas, con las mismas injusticias y desigualdades, los Juegos no tienen cualidades milagrosas, pero al menos sí hubo al menos un respiro, un entretenimiento en las vidas de millones de personas en todo el mundo que hemos ordenado en cierta forma nuestro día a día en función de la agenda diaria de los Juegos.

Y, claro, los Juegos siempre tienen sus héroes y heroínas. De París 2024 recordaremos los recitales de Simone Biles y la brasileña Rebeca Andrade que ganó a la todopoderosa estadounidense en suelo. El héroe local, el asombroso y humilde nadador Léon Marchand. La estadounidense Katie Ledecky, que se convirtió en la nadadora con más oros en la historia de los Juegos, nueve. Tom Doley, que sumó su quinta medalla olímpica. Armand Duplantis, que marcó un impactante récord del mundo en salto con pértiga. Míjain López, oro en lucha grecorromana por quinta vez consecutiva, algo que ningún otro deportista ha logrado en los Juegos. Y tantos y tantos otros. 

Los Juegos también han vuelto a regalar increíbles historias personales, como las de los representantes del equipo de refugiados. Cindy Ngamba, boxeadora camerunesa refugiada en el Reino Unido tras tener que huir de su país por ser lesbiana, logró la primera medalla para el equipo de los refugiados. Los hermanos Alexis y Félix Lebrun, de tenis de mesa, ídolos locales en Francia por su sinceridad y normalidad ante las cámaras. La tiradora Kim Yeji, que causó furor en las redes sociales por su estilo y su flow. El increíble ejercicio de rutina de gimnasia rítmica de la ucraniana Taiisia Onofriichuk al ritmo de Thriller, de Michael Jackson. Las lágrimas de ilusión o de rabia. Las emociones a flor de piel. 

La delegación española despide París 2024 con 18 medallas, una más que en Tokio 2020: las medallas de oro de Diego Botín y Florian Trittel (vela 49er), María Pérez y Álvaro Martín (maratón marcha relevos mixto), el equipo de fútbol masculino, Jordan Díaz (triple salto) y el equipo femenino de waterpolo, las platas de María Pérez (20 kilómetros marcha), Carlos Alcaraz (tenis) y Sandra Ygueravide, Vega Gimeno, Juana Camilion y Gracia Alonso (baloncesto 3x3) y Ayoub Ghadfa (boxeo +92 kg), y los bronces de Fran Garrigós (judo -60 kilos), Álvaro Martín (20 kilómetros marcha), Pau Echaniz (piragüismo eslalon K1),  Sara Sorribes y Cristina Bucsa (dobles de tenis), Enmanuel Reyes (boxeo, más de 92 kilos), el equipo femenino de natación artísticaJoan Antoni Moreno y Diego Domínguez (piragüismo C2 500) y Saúl Craviotto, Marcus Cooper, Rodrigo Germade y Carlos Arévalo (piragüismo K4 500) y el equipo masculino de balonmano, ayer mismo. 

No sólo de medallas ha vivido España en estos Juegos. Ha habido decenas de diplomas olímpicos, y también deportistas que nos han emocionado sin medalla ni diploma. Como el dobles de ensueño de tenis formado por Rafa Nadal y Carlos Alcaraz. Sufrimos con la lesión de Carolina Marín cuando tenía más que encarrilado su pase a la final.  Al día siguiente, su rival en las semifinales, la china He Binjiao, subió al podio con un pin con la bandera española, en una de las imágenes de los Juegos. Nos gustó la forma de pelear de la familia, la selección española masculina de baloncesto, ver a Naia Laso, diploma olímpico con 15 años en skate, y, en definitiva, seguir a diario las andanzas de los y las deportistas de la delegación. 

Si algunos de los deportistas españoles que terminaron en cuartos posición, en muchos casos, por la mínima, hubieran terminado terceros, la posición el el medallero habría sido otra. ¿Hasta qué punto el análisis sobre el papel de la delegación española debe ser tan resultadista? Muchas veces son milésimas de segundo, un único gol, distancias mínimas, las que separan la cuarta plaza de las medallas. Por eso creo que hay que valorar los diplomas olímpicos como merecen. Quedar octavo en una final de ocho no es ser último, es ser el octavo en una cita olímpica, es decir, octavo del mundo. De todos los deportistas de esa disciplina, ser el octavo mejor no parece un fracaso. Y, en todo caso, volviendo al principio, se trata de recordar la emoción de las cosas, de lo bien que nos lo han hecho pasar. 

El único atisbo de ligero patriotismo que nos queda a algunos es seguir la participación de los deportistas españoles con puntualidad y sin perdernos nada. Y a mí me han hecho disfrutar mucho. Dejó los sesudos, resultadistas y ceñudos análisis a otros. 


Mención aparte merecen en esta crónica de balance de los Juegos los medios y profesionales gracias a los que hemos podido disfrutar de la fiesta parisina. Cada cual tendrá los suyos, éstos son los míos. La cuenta de Twitter Info Olímpica ha sido imprescindible; en especial, la agenda que colgaba cada noche con la participación de deportistas españoles al día siguiente. Top. Me han gustado mucho las crónicas de Antonio Delgado, corresponsal de RNE en París, como en la que relata el crepúsculo en el Jardín de las Tullerías, cuando cae la noche y el pebetero olímpico en forma de globo se alza sobre el cielo de París. También la soberbia cobertura de Le Monde, con enfoques diferentes y siempre originales, como un reportaje sobre los turistas internacionales presentes en París estos días. 


También han sido un lujo los relatos del corresponsal de El País en París, Marc Basset, contando los Juegos desde una mirada distinta y permitiendo al lector sentir que pasea por las calles de la ciudad francesa. Me ha gustado la sobriedad y profesionalidad de Félix José Casillas al frente de la cobertura olímpica en Onda Cero. En tele, ha sido estupenda la programación especial de TVE, sobre todo, el programa París en Juegos, con Marcos López, con el colofón de los paseos por París de Carlos del Amor. Y, sin duda, ha sido impresionante el despliegue de Eurosport en Max, con todos los deportes. Ha sido un lujo y una herramienta clave para poder seguir por multipantalla la cita olímpica. Y, por supuesto, las crónicas de Carlos Arribas en El País, impecables cada día independientemente del deporte o la competición que contara.

París 2024 ha sido una fiesta memorable. Ha triunfado la belleza, la emoción, la diversión, la tregua olímpica, al menos, en nuestro día a día. Esperan Los Ángeles en 2028. Entonces echaremos la vista atrás y no recordaremos ni de broma cada prueba que hemos visto, tendremos mil lagunas, pero sí nos acordaremos con una sonrisa de las emociones que nos transmitieron estos Juegos en la capital francesa, un éxito inapelable para disgusto de agoreros y odiadores. Como nos recuerda la canción de Maurice Chevalier, versionada hace unos años por Zaz, París siempre será París, la ciudad más bella del mundo. Y, desde ahora, también la ciudad que organiza unos excelentes Juegos Olímpicos cada siglo. Lo hizo en 1924 y lo ha vuelto a hacer en 2024. París, siempre París, más París que nunca tras esta cita olímpica que agranda aún más la leyenda de una ciudad única. Merci et à bientôt !


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