Estuve allí y me acordé de nosotros

 

El debate sobre la sostenibilidad del turismo  es tan necesario como incómodo. Quizá todos los debates realmente necesarios lo sean. Si somos honestos, ese debate nos interpela. Recuerdo hablar hace años con una buena amiga sobre Barcelona, que los dos adoramos. Ella dijo que es una ciudad increíble y que le encanta, pero que tiene demasiados turistas. Lo dijo ella, que como yo, es turista cada vez que visita la ciudad, cada vez que va a cualquier sitio distinto a Madrid. También es común escuchar críticas lógicas y sensatas sobre el impacto de las viviendas de alquiler turístico en el precio del alquiler a personas que luego veranean en viviendas de alquiler turístico. O a personas sostener que todos podemos actuar contra el cambio climático, pero luego toman vuelos de 12 horas para visitar países lejanos. Y todos, en mayor o menor medida, nos enfrentamos a esa contradicción cuando hablamos del turismo. 


Precisamente por esa incomodad que nos provoca el debate, a la que se debe añadir el enorme peso del turismo en el PIB español, son inspiradores libros como Estuve aquí y me acordé de vosotros. Una historia sobre turismo, trabajo y clase, de Anna Pacheco, que edita la colección Nuevos cuadernos de Anagrama. El libro, que es un híbrido entre reportaje, crónica y ensayo, se apoya en siete meses de trabajo de campo de la autora con personas que trabajan en hoteles de lujo en Barcelona, hoteles donde nunca podrán alojarse con su salario, salvo que ganen uno de los sorteos navideños que la empresa celebra entre empleados para sentir por una noche lo que sienten sus clientes gracias a su trabajo el resto del año. 


Ya desde el comienzo, la autora aporta al libro un enfoque analítico, cercano, crítico y muy inteligente. Empieza con una imagen, la de la estantería de casa de sus padres en la que conservan al lado su primer libro y un crucero en miniatura que recuerda un viaje por el Mediterráneo que hicieron años atrás. Esto lleva a la autora a reflexionar sobre el efecto desclasante del turismo, que también encuentra en el documental Los años de Super 8, de Annie Ernaux, en el que la autora de izquierdas y xoloromierda siempre con causas sociales deja entrever actitudes poco empáticas con la población local en un viaje a Marruecos. Cuando viajamos, de pronto, incluso aunque seamos personas concienciadas con las desigualdades sociales, nos situamos en una posición bien distinta. Nosotros estamos descansando y nos lo merecemos, que para eso hemos estado todo el año trabajando, venimos a pensar, y actuamos en consecuencia.  


A las entrevistas que la autora realiza al personal de hoteles barceloneses, que son lo más jugosos del libro, se suman también interesantes referencias bibliográficas sobre el turismo y el espacio central que ocupa en nuestra sociedad, casi como razón única de la existencia, o al menos como premio para soportar una vida de obligaciones y apreturas. En el libro se describen escenas reconocibles del mundo empresarial actual, como una reunión tras el verano con el aterrador nombre de “Enjoy&Work”, en la que se pide a los empleados, a los que se llama “talento” y “anfitriones”, ponerse las gafas de lujo, lo cual da a entender que ellos por sí mismos, pobres infelices, serían incapaces de entender lo que querrían los clientes. O también una fiesta de Navidad en la que se sortean masajes en el spa o noches en el hotel. 


También se cuenta que los empleados del hotel tienen un acceso específico para que no se junten con los clientes. De hecho, no pueden pisar con ropa de calle las instalaciones del hotel. Se explica que es común que los trabajadores de hoteles tengan otros empleos como autónomos porque con su sueldo no llegan. El 75% de los encuestados se considera de clase media baja. Casi ninguno se reconoce como clase baja. Tampoco albergan en su mayoría resentimiento u odio de clase. Cuando la autora les pregunta por esto, los empleados responden que no piensan en ello, que el mundo es así, que siempre habrá gente rica, y que no juzgan a sus clientes. Más que odiarlos, desean ser como ellos. El sistema capitalista, tan basado en lo aspiracional, a pleno rendimiento. 


El libro, ya digo, abre puertas a otras obras y autores con enfoques muy interesantes. Por ejemplo, el matrimonio Ehrenreich, que ya en 1977 diferenciaba entre tareas productivas y tareas reproductivas. Las primeras, mayoritariamente tareas manuales, servían de alguna clase de utilidad, mientras que las segundas, en su mayor parte intelectuales y de oficina, implican la reproducción de una cultura capitalista o de relaciones sociales capitalistas. En en hotel sólo están sindicados los trabajadores productivos (planta -1) y nadie de los trabajadores con tareas reproductivas, incluidos ahí campos como Recursos Humanos, Administración o Comunicación.


Naturalmente, la obra no plantea la panacea, no ofrece una solución milagrosa a la contradicción que siempre genera cualquier debate serio sobre turismo. Pero sí sugiere la necesidad de encontrar alternativas al modelo actual. Habla, por ejemplo, de esa tradición de los domingueros, entendida como la costumbre de hacer excursiones próximas a casa los domingos, sin tanto afán de descubrir destinos exóticos y muy, muy lejanos. Menciona ejemplos concretos como las casas de préstamo en Oleiros (A Coruña) o el complejo hotelero Secs Bertioga, en Brasil, que está en funcionamiento desde 1948 y se dirige con precios asequibles a trabajadores del sector de servicios, comercio y turismo. Son iniciativas que promueven la proximidad y la sostenibilidad. 


Sin duda, debatir de forma honesta sobre el turismo y sus múltiples caras no es sencillo y resulta siempre incómodo. Por eso es importante hacerlo. Y conocer las condiciones laborales de los empleados que nos atienden en los hoteles es importante. Como lo es al menos plantear alternativas posibles. Como siempre y como en todo, se tratará de que cada cual haga lo que buenamente pueda, porque no se trata ni de sentirse culpable por irse de vacaciones ni de no pararse nunca a pensar sobre la importancia de adecuar nuestra forma de pensar a nuestra forma de vivir, de la necesidad de vivir como se piensa en la medida de lo posible antes de que pensemos como vivamos. Al menos, libros como este contribuyen a ser conscientes de la realidad y plantearse preguntas. Ya es mucho, aunque no sea nada sencillo encontrar respuestas y aunque caminemos siempre entre contradicciones y dudas. Yo mismo me dispongo a salir de vacaciones a un hotel en unos días. 

Comentarios