Segundo Premio


Nada más empezar Segundo Premio se nos cuenta que no estamos ante una película sobre Los Planetas, sino sobre la leyenda de ese grupo granadino. “Las escenas de Segundo Premio no se corresponden con ninguna realidad verificable en el planeta Tierra”, se reitera en los créditos finales de la extraordinaria película de Isaki Lacuesta que, irónicamente, ganó el primer premio del Festival de Málaga. Esa frase incluida en los créditos es un aviso con gracia y originalidad, como cada segundo del filme, pero el espectador ya se había hecho una idea de que “realista” no era un adjetivo que se pudiera aplicar a una película con levitaciones, alucinaciones de toda clase, escenas en las que dos personajes dialogan leyéndose la mente o voces en off que desmienten sistemáticamente lo que acabamos de ver en la pantalla. 

La película, extraordinaria, es todo lo contrario a un biopic clásico. Nada es convencional o manido en esta película, como nada lo es tampoco en las letras y la música de las canciones de Los Planetas. La película se centra, o más bien se inspira, en el proceso de creación y grabación del disco Una semana en el motor de un autobús, que fue un proceso en el que al grupo le pasaron mil cosas. Un poco como lo que ocurrió con esta película también, que comenzó a dirigir Jonás Trueba, pero que terminó abandonando y cediendo el testigo a Isaki Lacuesta. Dos excelentes directores y dos buenos amigos, pero con estilos y miradas bien diferentes, así que Lacuesta le dio su particular sello a la historia. Justo cuando iba a empezar a rodarla su hija recibió un diagnóstico de una enfermedad grave, por lo que el director se unió a Pol Rodríguez, que pasó a ser codirector de la película. Rodríguez, un situ; Lacuesta, a distancia. 


Es prodigioso el modo en el que la película se funde con el estilo de las canciones de Los Planetas, cómo se encarna en él. La película se estrena mañana en cines pero hace unos días, gracias al Proyecto Viridiana del que forman parte más de una treintena de cines en España, pudimos verla en un preestreno que incluyó un interesante coloquio con el director. Contó Lacuesta que no le gustan los biopics dedicados a sacralizar a las personas cuya vida se cuenta, que no encuentra ningún interés en esas historias con pena, en esas películas oficiales. La suya, y no hay más verla, es una película libre. También contó algo que describe bien este filme. Dijo que a la música no se le exige unidad de estilo, que un disco de un mismo grupo puede tocar muchos palos diferentes, como tampoco tendría ningún sentido exigirle unidad de estilo a una conversación gozosa. Pero al cine, dijo, sí se le pide. Él, claro, no está de acuerdo, a él le gusta que las películas quiebren, que jueguen. Y vaya si lo hace en Segundo Premio


La película es delirante, pscicodélica y libérrima. Una producción extrañísima e interesantísima. La inmensa mayoría del elenco son músicos de la escena granadina. Daniel Ibáñez da vida al cantante del grupo (J). Ya lo vimos hacer un gran papel en la serie La edad de la ira. Aquí directamente se sale. Es impresionante lo que hace. Canta las canciones del grupo, le da todos los matices posibles a su personaje, irradia su carisma y energía. Impresionante. También son soberbias las interpretaciones de Stephanie Magnin, quien va vida a May, que abandonó el grupo; Cristalino, que interpreta a Florent, su guitarrista genial, sensible y con problemas de adicción a las drogas en aquel momento; y Mafo, su batería. 


La película habla de la amistad, del proceso de creación artística, de relaciones intensas de dependencia rozando con el amor, de la fidelidad a uno mismo, de las adicciones, de la pasión por la música como forma de canalizar los sentimientos... Es una película, además, profundamente granadina. Hay menciones constantes a la esencia única de esa ciudad con tanta tradición musical y artística, con tanto talento y alma. Se habla de Lorca, quien dijo que de Granada sólo se puede escapar por el cielo, y en especial de su viaje a Nueva York, con el que se establece un paralelismo cuando Los Planetas acuden a la gran manzana a grabar su disco. 


Últimamente cuando veo películas libres y geniales, sin unidad de estilo, como diría Lacuesta, atrevidas y completamente originales, pienso que algo así jamás lo podrá crear la Inteligencia artificial. Hará películas y canciones, no lo dudo, pero no serán películas como Segundo Premio ni canciones como las de Los Planetas. Podemos estar bien tranquilos en ese sentido.


Una de las canciones incluidas en el disco cuya grabación centra, o inspira, esta película, es Un mundo de gente incompleta. Hay un pasaje de este tema que resume bien la esencia del grupo, su particularísimo estilo que tanto ha inspirado después a multitud de grupos indies, su irrenunciable honestidad a la hora de crear sus canciones, de plasmar en ellas sus sentimientos y vivencias. Y esos versos de la canción también encajan a la perfección con Segundo Premio y todas las virtudes de esta fantástica película. Dice así:  “sé tú mismo, repetimos una y otra vez, pero para ser yo mismo cómo tengo que ser. ¿Tengo que usar las manos o puedo usar los pies? ¿Tendré que ser más claro? Si lo hago, quién me va a entender”. Porque, en efecto, tratándose de música, cine o cultura en general, a veces todo se entiende mejor cuando no es claro, cuando es ambiguo, sugerente, retorcido, de una extraña belleza, lírico, con dobles sentidos. Como una vieja película, como una buena canción. 

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