Federico García Lorca a Catalunya

 

Que Cataluña ocupa un espacio relevante en la la cartografía sentimental de Lorca es algo bien sabido por cualquiera que conozca la biografía del poeta y dramaturgo. Lorca amó Cataluña, estrenó varias de sus obras teatrales en Barcelona, quedó prendado de la Costa Brava y tuvo muchas amistades en sus círculos intelectuales y culturales. Salvador Giné repasa esa estrecha relación del poeta con aquella tierra en el estupendo Federico García Lorca a Catalunya, editado por Viena Edicions en catalán, un idioma que, por cierto, Lorca quiso y defendió, como demuestra su firma de un manifiesto en defensa del catalán en 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera. 

El libro, que cuenta también con prólogos de Antonina Rodrigo y Víctor Fernández, y que está ilustrado por muchas fotos del poeta en distintas ciudades catalanas, es muy interesante. Sirve como relato del paso de Lorca por Cataluña y también como guía de viaje. De hecho, he anotado unos cuantos lugares vinculados al poeta que quiero visitar sí o sí en próximos viajes. Desde luego, es un libro para llevarse con uno en la maleta en cualquier viaje a Cataluña. 

Según sostiene en el prólogo Víctor Fernández, que es uno de los mayores estudiosos de la vida y obra de Lorca, Cataluña tiene una deuda con Lorca desde hace muchos años que aún no ha sabido pagar. En su opinión, las autoridades locales y autonómicas no han sabido rendir el debido tributo a Lorca, dada su estrecha relación con esa tierra y su declarado amor por ella. Con este libro, que se publicó en 2021, se busca de hecho revivir esa memoria, ya que construye un mapa de la Cataluña lorquiana, de los teatros en los que se representaron sus obras, los hoteles en los que se hospedó, los restaurantes en los que comió, los monumentos, calles y plazas que visitó o los locales que frecuentó. 


Lorca viajó por primera vez a Cataluña del 5 al 11 de abril de 1925, con Dalí en las vacaciones de Semana Santa. El artista invitó al poeta, gran amigo suyo, a Cadaqués. Ese mismo año viaja de Figueras a Barcelona para leer sus poemas en el Ateneo barcelonés. Las primeras impresiones de Lorca no pudieron ser mejores. Lo he pasado tan bien en Cadaqués que me parece un sueño bueno que he tenido”, escribe en una carta. De Barcelona dice: “¡Qué a gusto me encuentro allí con aquel aire y aquella pasión!”, además de alabar La Rambla y el ambiente cosmopolita de la ciudad. 


No es casualidad que Lorca eligiera Barcelona para los estrenos de varios de sus obras. Estrenó Mariana Pineda el 24 de junio de 1927 en el Teatro Goya con la compañía de Margarita Xirgú (persona clave en su vida) y escenografía de Dalí. Su último estreno también fue en Barcelona, el de Doña Rosita la soltera en 1935. Lorca también expuso sus dibujos en las galerías Dalmau y participó en no pocos actos, desde conferencias hasta homenajes. También actos políticos, lo que desmiente una vez más esa idea interesada que presenta a Lorca como alguien neutral o apolítico. Por ejemplo, participó en un recital para recaudar fondos para los presos represaliados de la revolución de Asturias. En una carta a sus padres escribe que “hoy en España no se puede ser neutral”. 


El libro va haciendo el recorrido de Lorca por distintas partes de Cataluña, en especial, en Barcelona, pero también en muchas otras localidades como Badalona, Tarrasa, Tarragona, Hospitalet de Llobregat o Sitges. En Sitges, publicó a menudo en la revista L’Amic de les Arts, hermanada en cierta forma con El Gallo, la revista de Lorca en Granada. Y, entre medias, entre viajes y visitas, se da cuenta también de su obra, de su talento creador. Se hace mención, por ejemplo, a Viaje a la luna (1929), breves anotaciones para una película muda que nunca aparecieron. También  se cuenta que Ampurias le impactó tanto que, tras ver el mosaico del Sacrificio de Ifigenia, decide crear una obra sobre esa historia. Habla de ella en cartas a la hermana de Dalí y dice que la ha terminado, pero nunca se localizó. Tantas y tantas obras perdidas por el fanatismo fascista que acabó con su vida. 


Desconocía que la barcelonesa calle del Bisbe, por la que Lorca pasó multitud de veces, llevó su nombre entre 1937 y 1939, un par de años hasta que el franquismo ganó la Guerra Cicil. Después, Lorca no volvería a dar nombre a una calle barcelonesa hasta 1992.


El libro está plagado de anécdotas y vivencias de Lorca en Cataluña. Me gusta mucho, por ejemplo, la del 19 de diciembre de 1932, cuando fue invitado por el Conferentia Club de Barcelona para recitar Poeta en Nueva York. El poeta, que no tenía entre sus virtudes la puntualidad, llega tarde y acompañado de un joven. Enseguida seduce al público, al que pide su complicidad, porque “no hay poesía hablada sin orejas dóciles, orejas amigas donde la palabra que mane lleve por ella sangre, olas, labios o cielo a la frente del que oye”. Se celebró en el Ritz porque los promotores del hotel eran los mismos que los del club: Francesc Cambó y Gonçal Arnús.


En la primera quincena de enero de 1936 Lorca se va de Cataluña. No volvería más, aunque entonces nadie podía saberlo. Con este libro, Salvador Giné levanta testimonio de la fructífera y estrecha relación entre Lorca y Cataluña. El poeta adoró aquella tierra y él recibió también mucho amor, aunque no faltaron críticas a la “amoralidad” de sus obras por partes de algunos medios y sectores de la población. Pero, sin ninguna duda, Lorca fue inmensamente feliz en Cataluña, esa Cataluña que uno puede recorrer ahora con este libro en sus manos en busca de huellas del autor de Bodas de sangre


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