Ay, Vetusta


El 24 de abril, los componentes de Vetusta Morla tenían pensado compartir en redes sociales un comunicado con su público con importantes novedades, pero el presidente del gobierno se les adelantó con una carta a la ciudadanía. Así que un día después, el 25, el grupo comunicó de golpe que a finales de mayo lanzarían nuevo disco y que después se tomarían un descanso sin giras ni temas nuevos, al menos, hasta 2026. Desde ese momento, las fechas ya confirmadas del grupo este año en unos pocos festivales adquirieron un significado especial y, entre ellas, claro, el concierto en el Tierno Galván de Madrid, su ciudad, al lado del planetario, previsto para el 8 de junio, es decir, ayer. 

Fue, en efecto, un concierto diferente, con una energía única, difícil de describir, con el elefante en la habitación de esa carta a la ciudadanía vetustiana. No diremos que fue un concierto con sabor a despedida (no queremos ni pensarlo, ni hay motivos para ello, transmiten la misma complicidad y las mismas ganas de hacer música juntos que siempre, ya han hecho parones otras veces), pero sí se apreciaba una emoción diferente en el ambiente, sobre todo, a medida que se iba acercando el final. 

Vetusta Morla es un grupo con especial querencia por las fechas redondas, los espacios simbólicos, las efemérides y los recuerdos de su trayectoria. Y el lugar en el que ayer se despidieron de los escenarios de Madrid hasta dentro de, al menos, dos años, guarda relación con la historia del grupo, ya que allí tomaron las fotos de su primer disco, Un día en el mundo, allá por 2008. De alguna forma, el recital de anoche tuvo algo de cierre de círculo, de fin de una era. Lo que pasa es que a Vetusta le sientan genial las nuevas etapas y saben bien que su público no sólo no teme ni les reprocha sus experimentaciones y sus cambios de rumbo, sino que se lo aplauden y agradecen. Así que bienvenido sea este descanso y que vuelvan cuando quieran y como quieran. No deja de ser un mensaje potente y muy bienvenido en este mundo acelerado en que vivimos: nos tomamos un tiempo, nos dedicaremos a nosotros mismos, a poner lavadoras, y ya volveremos. Un lujo que se han ganado y se pueden permitir. 

El grupo presentó buena parte de las canciones de su nuevo disco, Figurantes, un título que hace alusión a su público y cuyos temas cuentan con esas metáforas y esa ambigüedad tan literaria y hermosa de las letras de Vetusta Morla. En un pasaje de La parcela, preciosa novela de Alejandro Simón Partal, se dice que los poemas y el amor son “esas cosas que se entienden mejor cuando no se comprenden del todo”, y algo de eso tienen las letras del grupo madrileño. No tienen un sentido único, como no lo tienen los buenos poemas, las buenas novelas o las buenas películas. Siempre están abiertas a interpretaciones, nunca son simples ni básicas, jamás son unívocas. Por eso sus canciones se disfrutan tanto y a tantos niveles, por eso un mismo tema puede interpelarnos de formas diferentes en distintos momentos vitales. 

No podía empezar el concierto con un tema distinto a Puentes, porque es la canción con la que comienza su último disco, porque en origen fue un poema, lo cual apela a ese lado tan literario de los temas del grupo, y también porque su letra resume bien la esencia de entender la música y la vida de Vetusta Morla. La canción, bellísima, se refiere a esos vínculos humanos que estaban ahí antes de que naciéramos y seguirán después de morir, que es la humanidad, la conexión con otros. Pucho introdujo un leve cambio en la letra de la canción, primer mensaje de la noche, cuando cantó “los puentes que nos unen/ no descansan sobre vigas/ no los borrarán las guerras / ni verán a Gaza en ruinas” (ni verán nunca sus ruinas”, en el original)

No fue el único cambio en las letras con mensaje, porque al terminar de cantar la genial Sálvese quien pueda añadió un muy ilustrativo “y los fascistas fuera”, en jornada de reflexión de cara a las elecciones europeas en las que se teme un auge inquietante de la extrema derecha en toda la Unión Europea. 

Uno de los himnos de su nuevo disco es Ay, Madrid, que es una carta de amor a la ciudad, pero con un claro enfoque reivindicativo, con cierta añoranza por un Madrid que va despareciendo y con un claro rechazo a otro Madrid que descuida los servicios públicos, confunde la libertad con ir de cañas o tala árboles con brío en mitad de una época de récord de temperaturas. La introducción a la canción fue muy aplaudida y quizá fue el tema del nuevo disco que más conectó con un público al que le suena bien cercano eso de amar y odiar a la vez su ciudad en tiempos de gentrificación, aceleración y cierta deshumanización posiblemente propias de cualquier gran ciudad, pero que duele especialmente en la tuya. Otras canciones como La derrota, Las sábanas de mis fantasmas o Catedrales sonaron también estupendas y se hicieron con soltura un hueco entre otros temas mucho más asentados del repertorio. 

El grupo alternó canciones nuevas y clásicas al ritmo vertiginoso al que los tiene acostumbrados en sus conciertos. Llegaron a encadenar más de seis canciones sin hablar al público, todas de seguido. En varias de ellas, los seis componentes del grupo se juntaron en el centro del escenario, en un movimiento algo inusual en sus conciertos y que emocionó inevitablemente al público, consciente de ese componente diferente y un poco melancólico del concierto de anoche. El final de Copenhague, por ejemplo, fue de lagrimita. 

Empezamos el concierto mirando al cielo, temerosos de la lluvia, pero anoche en Madrid, a diferencia de en el canal de Copenhague al que menciona la canción, no llovió. Al menos, no durante el concierto, porque casi nada más salir cayó alguna que otra gota, como si el cielo quisiera dejar claro que nos regaló ese respiro porque sabía que el concierto no era uno más. Fueron encadenándose muchos de los mejores temas del grupo: Finesterre, Cuarteles de invierno, Valiente, Consejo de sabios, Golpe maestro… Y llegó el momento de los bises y el último discurso de Pucho al público, en el que agradeció una y mil veces su apoyo y también recordó que estábamos en el último concierto del grupo en Madrid hasta 2026. Y una energía melancólica llena de gratitud se apoderó del parque Tierno Galván. 

No podía terminar de otro modo el concierto más que con Los días raros, esa canción que tanto resignificamos muchos en la pandemia, porque su letra tan literaria se presta a cuantas interpretaciones queramos, y que ahora también adquiere un sentido diferente a las puertas de ese descanso merecido del grupo. Resuena de un modo distinto, por ejemplo, eso de “Toca afinar/ definir el trazo. Sintonizar / Reagrupar pedazos / en mi colección / de medallas y de arañazos”. O, claro, el mensaje final que anuncia que “nos quedan muchos más regalos por abrir”. Fue una interpretación que no olvidaremos, también con todos los componentes del grupo muy juntos en el centro del escenario, con Guille echándose sobre el teclado tras tomar la última nota, con todos exhaustos y llenos de emoción. 

En una de las canciones de su último disco, Cosas que hacer un domingo por la tarde, título que va muy bien para un día como hoy de elecciones europeas, por cierto, escuchamos: “te mueres por contarlo, da igual si ha sucedido o no”. El concierto de anoche, por momentos, tuvo un cierto aire fantasmagórico, por esos pasajes instrumentales de sus canciones, por los efectos de luces, por la teatralidad de la puesta en escena del grupo, por la energía vibrante de los asistentes. Por momentos tenía algo de irreal todo lo que estaba pasando, pero claro que nos morimos por contarlo, da igual si ha sucedido o no. Juraremos que no fue un sueño, que sucedió de verdad, que Vetusta Morla, Ay, Vetusta, se despidió de los escenarios de Madrid hasta 2026, como pronto, en una noche que amenazaba tormenta y que acabó inundando de gratitud, plenitud y una cierta melancolía, pero siempre con un toque vitalista y humanista, a miles de personas que seguiremos los pasos de este grupo, nuestra tribu, nuestro consejo de sabios, allá donde nos lleven. Cuando sea, donde sea y como sea.

Anoche no sonó Al final de la escapada, pero muchos recordamos esa parte de la letra que deseaque a tu banda favorita aún le queden muchos años y que su mejor canción aún esté por venir”. Hasta la próxima, Pucho, Guille, Juanma, David, Jorge y Álvaro; hasta cuando queráis. 

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