Mientras veía en Filmin Voces de libertad, la película checa más taquillera de la historia, que fue también candidata al Oscar de su país, recordé una charla de Iñaki Gabilondo a la que asistí cuando estudiaba periodismo en la universidad. En ella, el periodista vasco nos contó muchas experiencias suyas que me impactaron. Contó al público de estudiantes universitarios de periodismo que lo escuchábamos que no podíamos imaginar lo que era vivir bajo una dictadura, la represión y el tedio absolutos, la sensación de no poder hacer nada con tu vida. También habló de la época en la que la radio en España no podía emitir información y todas las emisoras tenían que conectar con el parte de Radio Nacional, la emisora pública, que daba las noticias que quería el régimen, claro. La película checa habla de esa opresión insufrible de las dictaduras, de todas las dictaduras, ni hay dictaduras de izquierdas o de derechas, y también de la importancia del buen periodismo, en especial, de la radio, en épocas autoritarias.
La película, dirigida por Jirí Mádl, se ambienta a finales de los años sesenta en la República Checa, entonces, Checoslovaquia, parte de la Unión Soviética. El protagonista empieza a trabajar de forma casual en la radio, donde un programa desafía los obstáculos del régimen de libertad de expresión y de información. A través de sus ojos, los de un joven ajeno a la política que cuida de su hermano menor después de la muerte de sus padres, descubrimos el ambiente de la redacción de la emisora y también asistimos a la agitación social, en especial, de la juventud checa, que reclama derechos y libertades.
Lo ocurrido en aquellos años en la República Checa fue muy significativo. Bastó una cierta liberalización y apertura, el que se conoció como socialismo de rostro humano, para que la Unión Soviética invadiera con su ejército el país. No soportaba ese pequeño y controlado experimento de libertad. Es lo que se conoció como la primavera de Praga, en la que la población checa se echó a las calles para pedir de forma pacífica libertades básicas como la libertad de expresión. Como toda dictadura, el régimen soviético no lo soportó. No hay nada que detesten y teman más las dictaduras que la libertad.
Y, en medio de este momento histórico, la radio. Una emisora de radio que decide seguir contando lo que sucede y mostrar su lealtad al gobierno legítimo checo cuando los tanques invaden las calles. Con una contención admirable, un muy buen ritmo narrativo y unos personajes bien construidos, la película cuenta un momento trascendente de la historia del país y sirve también de homenaje a las personas que imprimieron pasquines, repartieron folletos o emitieron desde la radio desafiando con la palabra a la fuerza de los invasores violentos.
Hay palabras gruesas con las que se exagera y frivoliza en exceso, que se manosean demasiado. Se habla mucho, por ejemplo, de la libertad, que es algo mucho más serio e importante que lo que se confunde con la defensa de la libertad a menudo hoy en día. Se frivoliza también con el término de dictadura, como si una crítica razonable a un gobierno democrático que no nos gusta fuera tildarlo de dictatorial. Y también se confunde con frecuencia lo que es y no es un periodismo serio, riguroso y libre. Generalmente, se suele pensar que es el que sostiene nuestras ideas. Entre otros muchos méritos, Voces de libertad nos recuerda la importancia vital del buen periodismo, el magnetismo único de la radio, los peligros del fanatismo ideológico, sea cual sea, se presente como se presente, y la necesidad de defender la democracia. Es una película magnífica.
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