Es admirable la capacidad del cine británico para convertir historias reales en películas emocionantes y entretenidas. No es cuestión de generalizar y no es que no se hagan películas basadas en hechos reales en otros países, desde luego, pero suelen tener un sello propio las producciones británicas que retratan historias y personajes reales con un estilo muy particular, con una gran combinación de vocación didáctica, humanismo y sentido del humor. Nada que ver, por ejemplo, con la grandilocuencia y la solemnidad habitual de Hollywood en estos casos.
Por poner sólo dos ejemplos, hablo de películas como Pride, sobre una conmovedora historia de unión entre un grupo de personas LGTBI y los mineros en huelga contra el gobierno de Thatcher, o Pequeñas cartas indiscretas, que trata un asombroso suceso real en una pequeña localidad británica en los años 20. Cintas que abordan historias reales con un estilo conmovedor, verdaderamente delicioso. Son comedias ligeras, pero con historias apasionantes detrás, que siempre enseñan algo, pero que lo hacen con una sonrisa, sin tomarse demasiado en serio.
Un ejemplo estupendo de esas comedias británicas encantadoras y que además te dedujeren una historia real apasionante es The Lost King, que puede verse en Filmin. La película, dirigida por Stephen Frears, cuenta la asombrosa historia real de Philippa Langley, una mujer corriente que, casi por casualidad, se obsesiona con el rey Ricardo III y emprende una quijotesca investigación sobre dónde se pueden encontrar los restos del monarca, inmortalizado como un rey usurpado y cruel por Shakespeare.
La historia de esta mujer, extraordinariamente interpretada por Sally Hawkins, es maravillosa. De esas que decimos que es de película porque, en efecto, es impresionante lo que vivió esa mujer y cómo su empeño por hallar los restos de Ricardo III permitió finalmente uno de los mayores hallazgos de la historia reciente. La película, amable, encantadora, muy bien contada, también supone una reivindicación del papel de esta mujer, decisiva para el hallazgo, pero que fue eclipsada por oportunistas que no creyeron en su proyecto pero terminaron apropiándose de él. Es estupendo que así sea, porque precisamente la película habla de cómo la ficción, en este caso, la obra de Shakespeare, fija la imagen de un personaje real de un modo mucho más intenso que los tratados históricos, y, del mismo modo, esta película ayudará a dejar claro quién hizo qué y quién se apropió del trabajo ajeno a la hora de anunciar al mundo este hallazgo.
En la película se muestra la existencia de un grupo de seguidores de Ricardo III, decididos a combatir la imagen que de él se construyó, en gran medida, por decisión de los Tudor, y que asentó la célebre obra de Shakespeare. Es muy atractiva esa reflexión sobre la Historia, quién fija la verdad histórica sobre una época o un personaje, y también nuestra tendencia a demonizar o beatificar a alguien, como si no fuéramos todos humano, con claroscuros. En especial, claro, si hablamos de tiempos tan remotos y épocas con otros códigos. También es bonito cómo se muestra que, a veces, el empeño de una mujer amateur puede combatir una corriente poderosa y también cómo, con frecuencia, se mira con arrogancia a quien desde fuera de la academia y sin reconocimientos específicos se apasiona por un tema y lo aborda con rigor, sí, pero también con pasión.
The Lost King, en fin, es una película apasionante sobre una increíble historia real, fijada en la memoria colectiva gracias a este filme, la enésima comedia británica irresistible basada en hechos reales.
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