La exposición Zurbarán (sobre)natural, que puede verse estos días en el Museo Nacional de Arte de Catalunya, es un acontecimiento artístico que nos recuerda además el papel crucial que deben ejercer los museos. Es un acontecimiento, porque es la primera vez que se exponen juntas las tres versiones de La visión de San Francisco del papa Nicolás V que pintó Zurbarán, conservadas en Lyon, Barcelona y Boston. Y también es una muestra brillante de la importancia de los museos, que no son sólo espacios donde se exponen obras artísticas sin más, sino que tienen una labor fundamental de preservación y restauración de esas obras, por un lado, y también la misión de proponer nuevas miradas, de poner a dialogar unas obras con otras y de conectar así con los visitantes de la actualidad.
Si nos preguntamos qué es un museo, la respuesta parece más o menos sencilla, pero lo cierto es que siempre hay encendidos debates en el Consejo Internacional de Museos (ICOM) cada vez que se decide renovar la definición del término. En 2022 se aprobó esta: Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos”. Me gusta mucho de esa definición que se detalla que no se dedica sólo a coleccionar obras de arte, sino también a investigar y a interpretarlas, al servicio de la sociedad. Y la muestra que nos ocupa resume bien esa función de los museos.
Impresiona ver juntas las tres versiones de la misma obra de Zurbarán, pero la exposición no se queda ahí. Explica en dos vídeos la compleja tarea de restauración de la versión que conserva el museo barcelonés. El cuadro estaba cubierto en las zonas que rodeaban al santo de una capa de color negro que impedía apreciar los matices y las formas originales, con ese juego de sombras tan bien reflejadas originalmente por el pintor. Como se explica con detalle en la exposición, el soberbio trabajo de restauración permite devolver su sentido original al cuadro y su atmósfera mística.
El pretexto de la muestra, lógicamente, es la restauración del cuadro y su exposición por primera vez junto a las otras dos versiones del mismo, pero también podemos contemplar otras obras de Zurbarán. Muchas de ellas, de motivos religiosos, pero también varios bodegones, en los que el artista del Siglo de Oro fue uno de los mejores.
Por último, la exposición da un paso más allá, ahondando en esa misión de los museos de explicar y poner en contexto las obras que conserva con vocación de servicio social. Lo hace poniendo a dialogar las obras de Zurbarán con las de otros artistas de todos los estilos que se inspiraron o rindieron homenaje a aquel pintor. Y cuando digo todos los estilos no exagero, porque hay desde fotografía a obras de Tàpies, pasando por una asombrosa y muy singular instalación de Eulàlia Valldosera, que con objetos cotidianos y un juego de luces y sombras gracias a unos proyectores crea su peculiar mirada a las obras de Zurbarán que retratarán a la virgen. Esta exposición, en fin, demuestra que los grandes museos, y el Museo Nacional de Arte de Catalunya sin duda lo es, son, por encima de todo, instituciones vivas, capaces de aportar nuevas miradas y devolver la apariencia original a cuadros con cuatro siglos de historia.
Comentarios