El pasado Sant Jordi, el mejor día del año, esa jornada de libros y rosas en la que todo es posible en Barcelona, descubrí a la vez que Milena Busquets había publicado un nuevo libro, La dulce existencia, editado por Anagrama y también que en breve se estrenará una película basada en el portentoso También esto pasará, el libro más reconocido y aclamado de la escritora. Lo descubrí a la vez porque La dulce existencia es una especie de diario de rodaje de esa película, aunque no es exactamente un diario de rodaje, es una obra de autoficción tan pequeña como irresistible, llena de la ligereza inteligente de la autora.
Cuenta Busquets que se le fue un poco la pinza con el éxito de También esto pasada, el maravilloso libro con el que se despedía de su madre. También dice que ese estado de vanidad se esfumó con el fracaso en ventas de su siguiente novela, Gema, dedicado a una compañera de instituto fallecida. Tras aquel libro, la autora publicó Ensayo general, en el que recopiló varios artículos y relatos cortos. En las entrevistas de promoción de este libro cuenta que se siente rara, porque “intentar venderse a sí mismo es siempre un ejercicio lamentable, tanto en el amor como en el trabajo”. Ahora llega esta nueva obra, La dulce existencia, en el que capta un pedacito de vida, sus vivencias en el rodaje de la película sobre la novela por la que es más reconocida y admirada, la que más significa para ella. Y vuelve a ser un libro encantador, en el que la autora comparte su forma de estar en el mundo, entre el pasotismo y la frivolidad, dispuesta a matar por una buena frase, entregada a la amistad, al deseo, al amor y a sus hijos. Apasionada en todo.
Como es habitual en sus libros, encontramos no pocos frases chispeantes. Como muestra, estas dos: “había dedicado los últimos diez años de mi vida a intentar dejar de tratar a los periodistas como si fuesen Truman Capote, a los hombres como si fuesen Superman y a las mujeres como si fuesen mi madre. Con escaso éxito en todos los casos”. Y “ no creo en Dios, pero creo mucho en los hombres guapos”.
Busquets cuenta que no quiso leer el guión y que no tiene claro que quiera ver la película. Sí sabe que bajo ningún concepto quiere ser esa escritora que afea lo que han hecho con su libro en la adaptación al cine. Dice que los actores y actrices que conoce son unos seductores profesionales y el rodaje sobre su libro le permite abrazar la ilusión de que puede volver atrás en el tiempo. Es muy feliz en esos días. Disfruta de cada charla, del pequeño cameo que protagoniza en el filme, de las comidas con el equipo. No es un proyecto más para ella, y no sólo porque sea una o película sobre un libro suyo, sino porque además ese libro y, por lo tanto, esa película, habla de su vida.
El libro inicial, la película y este nuevo libro son, en cierta forma, un juego constante entre realidad y ficción, de las que la autora afirma que “los seres humanos necesitamos mezclarlas para sobrevivir: si vives sólo en una eres un desgraciado y si vives sólo en la otra eres un chiflado”.
Como ocurre siempre con los libros de Milena Busquets, se puede abrir por cualquier página al azar y se encontrarán frases bien construidas, pasajes brillantes y píldoras de ligereza inteligente. Es precioso, por ejemplo, lo que dice de su amistad con el cineasta Albert Serra. Leemos: “de Albert no esperaba nada, sólo sabía que me gustaba verle, aunque no necesitara verle con ansia y desesperación, tenía suficiente con saber que estaba vivo, que caminaba por el mundo, su presencia lo mejoraba, lo hacía más complejo, más divertido y feliz para mí”.
Por supuesto, hay mil y un motivos por los que estoy deseando ver la película sobre También esto pasará. El fundamental, claro, lo que me fascinó el libro. Ahora también, buscar en el filme los guiños y comentarios de la autora en este diario de rodaje. Y, desde luego, otra razón más es Cadaqués, por la que Busquets siente una absoluta veneración, hasta el punto de que varios de los mejores pasajes de La dulce existencia están dedicados a esta localidad de la Costa Brava, como este, que deja tan claro lo que significa para la aurora y que de alguna manera podemos tomar prestado para hablar de ese lugar en el mundo en el que cada uno de nosotros nos sentimos en casa:
“Nunca, ni una sola vez en mi vida, he tenido esa primera visión de la bahía de Cadaqués -aparece de pronto, detrás de una curva, a lo lejos-sin pensar que era el lugar más bonito del mundo, sin que se me estremeciese el corazón, sin pensar que había llegado a casa. Y sin pensar tampoco, y eso tal vez fuese más extraño, que a partir de aquel momento cualquier cosa podía ocurrir. No solo llegó a Cadaqués, llegó también, cada vez, al País de Nunca Jamás”.
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