“Puedo obsesionarme con cualquier cosa si la observo suficiente tiempo. Es la maldición del fotógrafo”. Es una de las frases de Irving Penn que se escuchan en el documental de diez minutos sobre el fotógrafo estadounidense con el que se da la bienvenida a la exposición Irving Penn Centennial en la MOP Foundation, la fundación de Marta Ortega en A Coruña. Es un espacio imponente en el puerto de la ciudad gallega, que se dedica desde hace menos de un año a acoger muestras sobre moda y fotografía, con un exquisito cuidado formal.
Aquella frase resume bien la forma de entender la fotografía de Irving Penn y también, en general, lo que es el arte y la creación cultural, que siempre tiene algo obsesivo. Por supuesto, Penn es conocido por ser el fotógrafo con más portadas de Vogue en toda la historia, un total de 165, y por haber retratado a modelos y personajes populares de todos los ámbitos, pero si algo deja claro esta excelente muestra es que su trabajo y sus inquietudes, en una palabra, sus obsesiones, fueron más allá del glamour y la fama. De hecho, las portadas de Vogue ocupan una muy pequeña parte de la exposición.
Ya antes de entrar en la sede de la fundación impresiona una gigantesca instalación artística que recrea la tienda de campaña que Penn usaba en sus viajes por el mundo para realizar su trabajo. El recibimiento al visitante, ya en el interior, no puede ser más impactante, con ese minidocumental exquisitamente producido por la propia fundación, que se proyecta en un asombroso espacio rectangular con imágenes en las cuatro paredes. A través de reflexiones del propio fotógrafo y testimonios de personas que lo conocieron, intercalados en todo momento por algunas de sus mejores obras, conocemos algo más sobre su mirada artística a la fotografía y la gran diversidad de sus intereses.
La exposición, ya digo, muy cuidada, tiene entre los detalles más llamativos una recreación de dos espacios empleados por el fotógrafo para sus trabajos: un rincón ideado por él en el que, de alguna manera, encerrada a personajes famosos como Dalí, para concentrar su plena atención en la foto, y también los restos de un telón de teatro que empleó para tomar sus retratos en su época europea, concretamente en París.
Entre los muchos retratados por Penn están Picasso, Colette, Truman Capote, Audrey Hepburn, T. S. Elliot y muchas otras personalidades de la época. Siempre con una mirada distinta, con fotos con mucha personalidad, con su sello propio. Pero lo más interesante de su trabajo es, precisamente, esa capacidad de obsesionarse con todo. Por ejemplo, su maravillosa serie Los pequeños oficios, en la que fotografió a personas anónimas dedicadas a todo tipo de empleos como carniceros o panaderos. También otros trabajos dedicados a desnudos o a fotos de cigarrillos con una inquietante belleza, que fueron mal entendidos en la época. El autor viajó igualmente a países lejanos como Perú. Marruecos o Papúa Nueva Guinea, donde intentó captar con respeto a personas de aquellos lugares con sus tradiciones y sus vestimentas propias.
Un mundo de la moda y de la fama atrajo a Penn, claro, y además fue importante para él por una razón personal de peso, ya que conoció a Lisa Fonssagrives, exbailarina y modelo, en una de esas sesiones de fotos, pero siempre posó su interés en otros temas, como bodegones muy particulares o dos series muy alejadas de la moda: una de flores a punto ya de marchitarse y otra de objetos encontrados en la calle, con las que se cierra esta sorprendente y bellísima exposición en la MOP Foundation, un maravilloso nuevo espacio cultural en A Coruña, que cuenta también, por cierto, con una encantadora cafetería donde terminar o empezar la visita, o donde pasar un rato agradable.
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