Confieso que empecé a leer El loco de Dios en el fin del mundo, el último libro de Javier Cercas editado por Random House, con cierta cautela. Aunque la coincidencia de la publicación de la obra con la muerte del papa Francisco, el gran protagonista de esta novela sin ficción, disparó el interés generalizado por el libro, a la vez podía jugar en cierta forma en su contra. Ante la masiva campaña de promoción del libro, con múltiples entrevistas con el autor tras la muerte de Francisco, y los cientos de artículos publicados en los medios y horas y horas de radio y televisión sobre el primer papa latinoamericano, cabía preguntarse qué ofrecería de novedoso esta obra, si no nos sonaría acaso ya todo a algo conocido. Tardo muy pocas páginas en despejar esa cautela, en aparcar ese temor, porque Cercas ofrece aquí todas las virtudes de sus mejores obras, esas en las que se apoya en la realidad para construir lo que llama novelas sin ficción. Se impone la literatura.
El loco de dios en el fin del mundo en un libro notable que parece escribirse a medida que se lee, en el que el escritor da pasos hacia adelante y atrás en el tiempo, en el que se para a reflexionar y a contar conversaciones y anécdotas personales, en el que intercambia la primera y la tercera persona. Un estilo cautivador e hipnótico, el que con tanta maestría manejó Cercas en obras como Anatomía de un instante, El impostor o El monarca de las sombras.
No hace falta ser católico (si es que se puede no serlo en cierta forma, aún sin serlo, en un país de larga tradición católica como España, tal y como bien escribe Cercas) ni tener especial interés en la vida del papa Francisco para que esta obra te atrape. El autor decida unas cuantas páginas a decir lo que debería ser el libro que estamos leyendo, que ya es. Se propone que sea “un libro extravagante, un experimento alegre y chiflado, un batiburrillo de géneros”. Desde luego, lo consigue.
Cercas ha dicho muchas veces que, si algo enseñó Cervantes, es que la novela es el gran género, que todo lo acoge, que todo es posible en ella. Sus libros siguen ese principio. Aquí hay entrevistas, crónicas, ensoñaciones, una intriga que se mantiene hasta el final de la obra… Maneja a la perfección el relato Cercas, juega con la novela y construye un artefacto, en efecto, esto, sin normas ni rigidez, que resulta cautivador. Cuenta el escritor que, cuando recibió la propuesta del Vaticano de acompañar al papa a su viaje a Mongolia para escribir un libro sobre la experiencia puso una única condición: poder hablar cinco minutos con Francisco para preguntarle si su madre se volverá a encontrar con su marido, ya fallecido, cuando muera. Es decir, si existe la resurrección de la carne y la vida eterna, el principio troncal del catolicismo.
El libro es el relato del proceso previo al proyecto del libro, las dudas iniciales, las entrevistas con personas próximas al papa en El Vaticano y con misioneros en Mongolia, sus charlas con los periodistas vaticanistas, sus lecturas… Es todo eso y es también, claro, una suerte de biografía del papa. Se propone el escritor conocer mejor a Bergoglio. No de forma exhaustiva, ni mucho menos con la estructura convencional de una biografía, en absoluto, y de hecho durante muchos pasajes de la obra el papa es sólo un secundario, hay historias impresionantes y personajes de novela en el libro. Explica Cercas que “el peronismo forjó la conciencia política y la visión del mundo de Bergoglio”, pero que luego se alejó de ese movimiento. También le marcaron la oleada revolucionaria de América Latina en los sesenta y setenta y el Concilio Vaticano II. Políticamente, es un radical del Evangelio que otorga prioridad absoluta a los pobres, afirma.
Lo que más le llama la atención al escritor, y lo remarca a menudo en el libro, es que Francisco es anticlerical, es decir, está contra la idea de que el clérigo es superior a sus feligreses. Explora su personalidad. Cuenta que hay un antes y un después en su vida tras un episodio en Argentina, cuando se distanció de los jesuitas y fue “desterrado”. Antes retrata a alguien un tanto soberbio y autoritario, que después se vuelve mucho más humilde. Siempre es una persona próxima a los pobres y alejada de los oropeles y el lujo. Se lee en el libro que hay dos tipos de personas: quienes sienten miedo de los demás y quienes sienten curiosidad. Cercas afirma que Francisco era de los segundos. Hannah Arendt dijo de Juan XXIII que era un cristiano sentado en la silla de san Pedro. El autor cree que se puede afirmar lo mismo de Francisco.
Por el libro circulan personas de lo más interesantes, comoLorenzo Fazzini, responsable de la editorial del Vaticano; Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, el periódico oficioso del Vaticano; el cardenal Tolentino; Andrea Tornielli, director editorial de todos los medios de comunicación del Vaticano, o Víctor Manuel “Tucho” Fernández. Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Atacado por los más conservadores dentro de la Iglesia.
Las entrevistas más interesantes son las que realiza en Mongolia, en las que habla sobre el budismo, el pasado de persecución religiosa durante la dictadura comunista y la convivencia de religiones en el país. Es bella la idea budista de la armonía interior, con uno mismo y con los demás, con el mundo y con la naturaleza. Francisco admira a los misioneros, quiso ser uno de ellos, y sus historias son las más impresionantes del libro. Por ejemplo, la historia de la hermana Ana, monja de Kenia que dirige Cáritas en Mongolia, que cuenta que “nosotros no ayudamos a la gente para que sean cristianos; los ayudamos porque son hijos de Dios”.
El libro reflexiona sobre cómo en Asia, a diferencia de lo que ocurre en Europa tras la Ilustración, no hay una distinción firme entre fe y razón,. Allí no preguntan si creen, sino en qué creen. El papa quiere visitar Mongolia por ser una iglesia pequeña, de muy pocos fieles, pero también porque está atraído por la limítrofe China por la historia de Matteo Ricci, misionero jesuita de los siglos XVI y XVII. La cercanía con China le da al viaje una doble misión religiosa y geopolítica, un tema recurrente en el libro, porque el autor destaca cómo siempre se resalta de los discursos del papa sus menciones a asuntos de actualidad y mucho menos a sus palabras sobre la religión. El loco de Dios en el fin del mundo es una portentosa novela sin ficción, de las mejores de Cercas, que tiene un indudable valor literario más allá de la coyuntura de la coincidencia de su publicación con la muerte del papa Francisco.
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