Sebastian


 Tal vez uno de los debates literarios más recurrentes sea el que tiene que ver con la autoficción. Somos muchos quienes pensamos que las fronteras entre eso que llamamos ficción y eso que llamamos realidad son mucho más difusas de lo que solemos creer. En realidad, todo relato tiene algo biográfico y, como relato, también siempre algo de ficción. Una biografía en la que el autor se proponga no contar más que la verdad, su verdad, puede ser mucho más ficticia y fabulada que una obra de género fantástico o de ciencia ficción. En torno esta cuestión, y sobre la pregunta de si hace falta haber vivido algo para contarlo en un libro, gira la trama de Sebastian, la atrevida y radical película de Mikko Makela que el año pasado participó en el Festival de Sundance. 

El protagonista absoluto del filme es Max, a quien interpreta de un modo arrebatador y lleno de matices y de verdad Ruaridh Mollica. Es un joven aspirante a escritor que ha publicado algún que otro relato corto y que escribe como freelance en una revista, pero que quiere publicar una gran novela. Adora la literatura, tiene una gran vocación y está dispuesto a consagrar su vida a ese propósito. Para ello, decide llevar una doble vida como trabajador sexual, en la que adopta la identidad de Sebastian. Esos encuentros con hombres le permiten ir construyendo la historia de su novela. Nada más llegar a casa se pone a escribe frenéticamente de esas experiencias. Entra en un bucle obsesivo en el que su obra lo es todo. 

La película tiene un constante juego metanarrativo, cuando la editora del joven le da indicaciones sobre los pasajes de la novela que más y menos le convencen, lo que condiciona su propia vida y los pasos que da. Se muestra una concepción obsesiva y muy insana de la literatura, que el joven antepone a sus relaciones personales, a su trabajo alimenticio y a cualquier otra consideración. Nada es más importante para él que avanzar en su proyecto literario, que se entremezcla y se confunde con su propia vida.

El filme es inquietante, provocador y perturbador, no deja de sorprender al espectador y consigue ir mucho más allá de la fachada meramente morbosa que podría esperarse de primera vista. Hay muchas escenas de sexo explícito, no esconde nada, pero no es ése su asunto central. El nudo de la película es esa vocación enfermiza y radical del joven con su creación literaria y hasta dónde está dispuesto a llegar para triunfar y para escribir algo auténtico, poderoso, que cautive al lector.

Sebastian emparenta en cierta forma con tres muy buenas películas con las que tiene no pocos parecidos. En lo formal, y también en las contradicciones del protagonista, se asemeja a Sauvage, que retrata de forma cruda la vida de un joven trabajador sexual que busca cariño. En la relación entre la vida y la literatura, entre lo que se escribe y se vive, en parte, para poder escribirlo, la película recuerda, sin llegar a su excelencia, a la portentosa En la casa y también tiene parecidos con El autorla película basada en un relato de Javier Cercas, que explora igualmente la relación enfermiza y radical con la literatura de un aspirante a escritor dispuesto a alterar la vida real en favor de sus creaciones literarias. 

La película, en fin, forma parte de ese grupo de producciones radicales y perturbadoras que juegan fuerte, que no son  para todos los públicos y que logran ir más allá de lo que parecen a primera vista. Es un filme sobre la identidad y la creación literaria, sobre las obsesiones y la vocación. Una muy buena película. 

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