La distopía en la que vivimos invita a muchas reflexiones y una de ellas es qué papel le queda a la ficción en un contexto así. ¿Cómo nos va a aterrorizar cualquier película o serie de terror viviendo en este mundo? ¿Qué historia de género distópico nos parecerá espantoso si día a día leemos noticias terribles, imposibles de creer? ¿De qué forma puede la ficción sorprender si lo hace a diario la realidad? ¿Cómo puede una ficción política remover al espectador si las noticias procedentes de los gobernantes más poderoso del mundo no hacen más que removernos y perturbarnos? Día cero, la serie protagonizada por Robert De Niro que acaba de estrenar Netflix, es una buena respuesta a todas esas preguntas. Y sí, la ficción sigue teniendo una enorme capacidad de reflexionar sobre la actualidad política y la sociedad en la que vivimos.
En la serie, de seis episodios, De Niro, con su habitual maestría interpretativa, da vida a George Mullen, un expresidente estadounidense con una alta valoración entre la población y extrañamente respetado por votantes de los dos principales partidos. El día cero al que alude el ritmo de la serie es la jornada de un ataque informático masivo que causa un caos en Estados Unidos, donde de golpe, todo, desde la electricidad a las comunicaciones, se cae durante apenas un minuto, lo que provoca miles de muertes. Las autoridades deberán investigar qué ha ocurrido y quién está detrás del ataque. Todo ello, en medio de una sociedad repleta de conspiranoicos y radicales.
Aunque el guión muestra a veces ciertas lagunas e incongruencias, la historia presenta un in crescendo de alta tensión hasta un final imponente. El gran aliciente de la serie, por supuesto, es ver a De Niro en acción, impecable con más de 80 años, dando un recital interpretativo. Y sólo por eso vale la pena. Pero sus atractivos van mucho más allá. Todo gira en torno al actor y a su personaje, por supuesto, pero también está muy bien rodeado, con un elenco en el que están, entre otros, Jesse Plemons, Lizzy Caplan, Connie Britton, Joan Allen o Matthew Modine.
La serie es ficción, pero tiene guiños evidentes a la realidad. Se muestra la polarización enfermiza de la sociedad estadounidense, los bulos y la irritación dirigida por intereses económicos, empresas tecnológicas con mucho poder y hasta una empresaria con evidentes parecidos con Elon Musk, el fanático asesor de Trump. Es una ficción que muestra a un país fracturado, al borde del precipicio, con la población dividida y alérgica a los hechos y a la realidad. Y, con ese telón de fondo, plantea un inteligente y provocador escenario, que también aborda el clásico dilema entre la libertad y la seguridad, cuánto espacio de libertades es asumible ceder para afianzar la seguridad, cuánto margen se le puede dar a los Estados en según qué circunstancias.
Son indiscutibles los parecidos entre la trama mostrada por la serie y la realidad. No sólo porque los ataques informáticos estén a la orden del día, ni porque esa polarización política extrema nos resulta familiar, sino también por las reflexiones que plantea sobre la sociedad actual. Por momentos, se diría que la serie casi cae en aquello que denuncia. Pero no es un panfleto, y eso se agradece. No es, o no simplemente, una serie sobre buenos y malos. Los buenos también tienen sus secretos y sus contradicciones. Los malos creen, al menos en algunos casos, actuar por el bien común. De fondo, debates necesarios sobre la democracia y la eterna pregunta de cómo defenderla cuando sus mayores amenazas vienen de dentro.
Día cero, en fin, plantea muchas preguntas pertinentes y responde una: sí, incluso en un momento tan distópico como el actual, o precisamente por ello más ahora que nunca, la ficción sirve para algo más que para entretenernos, también puede plantear temas relevantes como los extremismos, la polarización, los ciberataques o la imperiosa necesidad de defender la democracia. Es una serie fabulosa, que da que pensar y en la que se luce De Niro. ¿Qué más se puede pedir?
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