L’effondrement


Édouard Louis ha contado en varias entrevistas que L’effondremet, dedicado a su hermano mayor, muerto muy joven por culpa de la adicción al alcohol, será el último libro que girará en torno a su familia. Es posiblemente también uno de los mejores libros hasta la fecha del autor francés, que deslumbró con el descomunal Para acabar con Eddy Bellegueule, en el que relataba su infancia en una familia pobre y su huida de un entorno opresor en un pueblo francés donde era despreciado por su homosexualidad.  

Desde ese impresionante debut literario, somos muchos los lectores que hemos seguido de cerca la trayectoria de Édouard Louis, quien siguiendo la estela de otros autores como Annie Ernaux, ha construido una admirable bibliografía que se asienta en sus vivencias personales para reflexionar sobre las clases sociales, las desigualdades o el determinismo. Con este último libro, el autor termina su fresco sobre la familia, después de su apabullante primera obra y otros libros como Lucha y metamorfosis de una mujer, Quién mató a mi padre y Monique s’évade, todos ellos con historias personales en las que su familia está el centro, pero que logran trascendente a las vivencias íntimas, para reflexionar sobre cuestiones como el machismo, las clases sociales o la homofobia. 

Este libro sobre su hermano mayor, que ya aparece en otras de sus obras como símbolo de todo lo que el autor detesta, lo que no quiere ser, parte del empeño de Louis por intentar entender cómo fue la vida de su hermano, un gran desconocido para él, al que llevaba nueve años sin ver, cuyas vidas se separaron por completo en Amiens, ciudad donde el autor estudió el instituto y abrió camino hacia su nueva vida, justo a la vez que su hermano empezaba su caída definitiva a los infiernos. Comienza el libro con el momento en el que la madre del autor le cuenta la muerte de su hermano, instante en el que, tal y como relata con su brutal honestidad de siempre, el escritor no sintió nada en absoluto. Después, el libro se divide en distintos capítulos constituidos por hechos de la vida de su hermano. La obra da saltos adelante y atrás en el tiempo desde ese presente narrativo en el que el autor acompaña a su familia en el último adiós a ese hombre al que él nunca llegó a entender y que le dio miedo, y el pasado, con estampas vividas por el escritor y otras narradas por personas del entorno de su hermano.

Cuenta Édouard Louis que su hermano sólo sabía soñar en grande y que estaba “enfermo de sus sueños”. Solía tener grandes proyectos en mente e ilusiones que jamás se cumplieron. Presenta a su hermano como alguien permanentemente herido, tendente siempre a todo tipo de adicciones.  Cuenta que tiene la sensación de que si no hubiera sido el abandono de su padre habría sido por otra razón. Cita al psiquiatra alemán Hubertus Tellenbach para decir que su hermano movilizaba cualquier material combustible para alimentar el fuego de su sufrimiento. 

No oculta el autor la cara más oscura de su hermano: las agresiones a algunas de sus parejas, los robos en casa de sus padres para comprar drogas o su manifiesta homofobia, que el autor considera ideológica y no sociológica en su caso, y que achaca a que, dado que no tenía dinero, ni trabajo ni nada en la vida, de algún modo, ese discurso de odio, esa mirada sobre la sociedad (naturalmente, equivocada) era lo único que le quedaba. Es, como siempre, muy directo el autor a la hora de desvelar todos los aspectos negativos y dañinos de su hermano, pero, también como siempre en sus obras, va más allá. Reflexiona sobre las diferencias de clase y cómo en la clase baja no hay opción de probar y fallar. Se pregunta qué podrían haber hecho su familia y él mismo para ayudar a su hermano. Habla sobre la búsqueda constante de amor por parte de su hermano.

El autor se apoya en los libros para intentar entender a su hermano. Por ejemplos, cita a Julia Kristeva, quien escribió que “el afecto de la tristeza crea una cohesión en mí, una unidad, un sentido contra la fragmentación”, algo que el autor identifica en su hermano. También se apoya en las reflexiones sobre la pérdida de Joan Didion en El pensamiento mágico, libro que decide releer nada más recibir la llamada de su madre con la luctuosa noticia. 

El libro, muy emocionante, muy honesto, tan poderoso como acostumbran a ser las obras de Édouard Louis, alcanza su cenit cuando el autor comparte algunos momentos de ternura de su hermano con él y, en especial, cuando cuenta que su hermano sonríe de un modo muy puro y verdadero cuando lo ve. Dice que se planteó no mencionar esto en el libro, pero que no le parece justo obviarlo, porque demuestra que, pese a todo, su hermano lo quería. También reconoce que había muchas cosas de él que desconocía. No es un libro en el que el autor exonere a su hermano de sus responsabilidades ni en el que le perdone por su homofobia o por tantas actitudes injustas con la gente que lo rodeaba, pero sí es un libro valiente y sincero en el que el autor busca entenderlo.

Si, como ha declarado Édouard Louis, este libro es el último dedicado a su familia, el final de este bloque de su bibliografía no puede ser más excelente. Ahora hablará de otras cuestiones como la amistad o el deseo. Aquí seguiremos muchos lectores pendientes de sus siguientes pasos, prendados como estamos por su capacidad de hablar sin reparos de su propia vida y la de los suyos, logrando siempre trascender lo íntimo para reflexionar sobre lo colectivo desde una mirada inteligente, punzante y crítica


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