Este año he visto tan buen teatro que tengo incluso la tentación de hacer trampas e incluir en este artículo de lo mejor que he visto en 2024 todos los espectáculos que he disfrutado estos últimos doce meses. Porque todos son un poco lo mejor que he visto, todo me ha gustado mucho. Por regla general, en el blog tiendo a escribir sólo de lo que me gusta, porque creo que es mejor no dedicar tiempo a hacerle saber al mundo lo que no me ha convencido, porque tal vez simplemente no es para mí y ya está, porque a nadie le importa. Siempre es mejor poder animar a alguien a ver algo que me ha emocionado, alegrado o removido, que hablar mal de algún espectáculo que tal vez fascine o encante a otros, y bien está que así sea. Este año no he salido nunca de un teatro con decepción, todo lo contrario.
Disfruté mucho, muchísimo, con Para la libertad, que hace una brillante biografía impresionista y lírica de Miguel Hernández apoyada en las canciones sobre sus versos creadas por Serrat y que protagoniza Daniel Ibáñez, uno de los nombres de este 2024 cultural, ya que también protagoniza Segundo premio, la película sobre Los Planetas. Esta obra teatral, que estos días celebra su segunda temporada en Madrid, hace un bellísimo canto a la poesía, al poder de la cultura en momentos grises de odio y sinrazón. Es una delicia. Muy sensible es también Las guerras de nuestros antepasados, que, con una portentosa interpretación de Carmelo Gómez, también contrapone la belleza al horror de la violencia.
Un año más, entre lo mejor que he visto este año en un teatro hay varios espectáculos de danza. Me quedo con tres muy diferentes: La Bayadera del Ballet de la Ópera de Múnich que pude disfrutar en el Teatro Real de Madrid, cautivador e hipnótico espectáculo sobre el amor y la pasión; EXIT ABOVE after the tempest, completamente distinto, danza contemporánea, libérrima e impactante, y la deslumbrante Quijotes en Nueva York, que reimagina al mito cervantino en medio del ritmo frenético de la gran manzana.
El teatro tiene la capacidad de conectar con el público y removerlo de un modo muy intenso. Es lo que consigue Jauría, la demoledora función dirigida por Jordi Casanovas con dirección de Miguel del Arco sobre el caso real de la manada de Pamplona, que violó a una joven en los sanfermines de 2016. Es teatro documental, porque todo lo que se escucha sobre las tablas sale de lo que se escuchó en el juicio, tanto el relato de la víctima como los de los agresores. Los intérpretes terminan la función devastados, igual que queda el público. Una barbaridad de función. Impresionante.
Vi Jauría en Barcelona, mientras que disfruté de As alumnas en A Coruña, una preciosa historia sobre memoria histórica y la importancia de la educación, y vibré con el regreso a las tablas en España de Victoria Abril en el Teatro Romano de Mérida con la estupenda Medusa, que me permitió cumplir un año más con la tradición de acudir al festival de Teatro Clásico de la ciudad emeritense.
Termino este artículo del mejor teatro que he visto en 2024 con Lucha y metamorfosis de una mujer, que lleva a las tablas en formato pequeño y lleno de verdad el libro homónimo de Édouard Louis; The Book of Mormon, el musical más gamberro y genial que recuerdo haber vist; Smiley, després de l’amor, que continúa la historia de la ya mítica obra teatral de Guillem Clua; Come from away, que cuenta una poco conocida y muy emocionante historia del 11S, y Conspiranoia, que aborda desde el humor una realidad cada vez más presente en nuestro día a día, el del auge de las teorías de la conspiración y las distancias entre seres queridos que pueden provocar.
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