Metafísica de la pereza


Al contemplar el aparente entusiasmo con el que tanta gente parece abrazar la confusión de prioridades en la que vive nuestra sociedad, que pone en el centro el trabajo y la hiperconexión, es fácil sentirse como en el cuento de Andersen El Traje nuevo del emperador. Porque, a veces, mirando alrededor, pareciera como si todo el mundo estuviera feliz con esta forma de estar en el mundo repleta de anglicismos que elimina las barreras entre la vida profesional y la personal, elogia la entrega absoluta y valora a las personas en función de su trabajo. Por eso, provoca una enorme satisfacción comprobar que haya más gente ve desnudo al emperador. Cada vez hay más libros, ya sean ensayos o novelas, también de poesía y obras teatrales, que hablan de esta acelerada carrera a ninguna parte en la que vivimos. Por ejemplo, El descontento, de Beatriz Serrano, que es absolutamente extraordinario. O esta Metafísica de la pereza, de Juan Evaristo Valls Boix, editado por NED y publicada en 2022, que hoy reseño y que es tan brillante y sugerente como promete su título, una mirada lúcida y combativa de nuestro tiempo. 

Tras una divertida y ficticia “Nota del editor” que fabula que el texto que vamos a leer a continuación se encontró al lado de alguien muerto que flotaba en el mar, el libro como tal empieza así de potente (es un poco largo, pero vale la pena):

Escribo para los emprendedores, para los que persiguen sus sueños y quieren superarse, para los que van más allá y lo tuitean. Para aquellos que alcanzan metas, que quieren mejorar cada día, dar una versión más alta de sí mismos y batir récords, cumplir objetivos y culminar su vida, entusiastas, con el brillante premio de ser un absoluto competente en todo, o en especializarse. Escribo para instagrammers y youtubers, para oficinistas y smartworkers, deportistas e investigadores becados por el ministerio, para todos aquellos gustosos de vender el cuerpo, de explorar su imagen, de invertir su tiempo en una start-up, en una cita, en una serie. Escribo para todos vosotros, Symparanecromenoi, para todos los muertos en vida, deleitosos en el gran banquete de la devastación de uno mismo, privados de todo, enamorados del trabajo, conmovidos por la carroña. Todos los que creéis en la dicha y la autorrealización y la plenitud, vosotros los runners de la existencia, todos los que vivís de modo aforístico y segregado, entregados a la intensidad de vuestra carrera de fondo, que jamás acaba, que os agita y estimula como la más alucinada de las pesadillas. Soy uno de los vuestros. 

Ese comienzo del exordio da el tono a lo que encontraremos después. Es un canto a la pereza, sí, a la revolución de no hacer nada, o lo mínimo posible, de no querer entrar en la carrera, de salir de la rueda. “Hoy, muertos en vida, la revolución -si hay tal cosa- es un manso detenerse, una mínima placidez, una quietud tan lenta que confunde el movimiento con su ausencia. Hoy, moribundos, que la excitación es la norma, hoy, ese día sin término en que vivimos sin parar, el único gesto rebelde es el de no hacer nada, leemos.

El libro conecta con el derecho a la pereza, reivindicado por Paul Lafargue en 1883, y con las reflexiones de artistas, filósofo e investigadores. De Cervantes a Britney Spears. De Walter Benjamin a Raffaella Carrà, plantea una reflexión acertada y muy contundente sobre este mundo nuestro en el que la competencia y  la productividad están en el centro de todas nuestras acciones. Un mundo que invita a la plena disponibilidad y a viajar con la oficina a cuestas. El autor creencias con Sloterdijk, que “libre es quien logra conquistar la despreocupación”.

A través de distintos capítulos, el libro aborda esta metafísica de la pereza con distintos factores relevantes de nuestro tiempo. Por ejemplo, el agotamiento generalizado en que vivimos, y que, por supuesto, no se concibe jamás como algo sistémico, sino como un defecto de quien lo sufre, algo a ocultar o a evitar medicándose para poder seguir produciendo. “El primer imperativo del éxito es que el cansancio es algo meramente personal, una rara anecdótica de la que uno -el tarado- ha de responsabilizarse”, escribe. Cuenta el autor que Le Corbusier presentó en 1929 la chaise longue como una “verdadera máquina para descansar”, que acortaba los tiempos de reposo para volver a producir lo antes posible. Habla después del exceso de psicofármacos y de los exoesqueletos que utilizan las empresas de construcción, manufactureras o de almacenamiento para evitar lesiones de sus empleados. “El capitalismo es, por fin, una religión del trabajo: Lázaro, ¡levántate y atornilla!”.

En este contexto, el autor defiende las vacaciones como una forma de tomar la máxima distancia con uno mismo. Benjamin sostenía que perderse en una ciudad requiere aprendizaje y Rebecca Solnit, que perderse es estar plenamente presente, pero también consiste en estar completamente ausente, en desaparecer para todo el mundo y ser inmune a las gramáticas del reconocimiento. Virginia Woolf, por su parte, defendía  que sólo en el ocio y en los sueños una verdad sumergida emergía a la superficie. La ociosidad es una forma más alta de experiencia, afirma el autor. Las vacaciones son un viaje a la banalidad. Defiende el paseo sin rumbo ni propósito. 

El autor también se apoya en artistas de distintas disciplinas, como la cineastas Chantal Ackerman, defensora de las rutinas y la pereza, oAgnes Martin, exitosa pintora que abandonó Nueva York y se mudó a Nuevo México durante siete años. Allí se dedicó a dar clases. Desapareció de la fama. Son las suyas obras minimalistas y ella definía como pintora expresionista abstracta. El autor habla del término de decreación, acuñado por Simone Weil, que consiste en “hacer que lo creado pase a lo increado”.

El libro también reivindica el valor revolucionario de la fiesta, ya que “con una vocación petarda y una disposición lúdica del cuerpo”, cualquier pequeña novedad puede ser una fiesta. Y llama a ir más lento, a no entrar en la carrera acelerada a ninguna parte ni a confiar las prioridades. “Quizá no se trate de ganar una carrera, sino de avanzar despacio, incluso ir hacia atrás y recuperar la vida que hemos perdido”, afirma en un pasaje de esta inspiradora, lúcida e inteligente Metafísica de la pereza


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