Las luces de la memoria

 


Siempre me ha encantado la Historia. Desde niño fue una de las clases que más disfrutaba. Por eso mismo, desde muy pronto vi también que la Historia, como todo en este país nuestro, se politiza y usa como arma arrojadiza con demasiada frecuencia. No puedo sentirme más alejado de quienes sólo se interesan por la Historia para cantar las alanzas de supuestas grandezas patrias pasadas, sin el menor interés por nada más que no sean victorias y glorias, pero tampoco puedo estar alejado de quienes desprecian la Historia, precisamente, porque creen que el interés por ella sólo puede venir desde esa posición cateta de un patrioterismo chusco y cutre. 


Afortunadamente, en Las luces de la memoria. Relatos de España en la historia de Europa, editado por Zenda, predomina el genuino interés por episodios relevantes más o menos conocidos de la historia de España. Cualquier libro de relatos es desigual, no digamos ya cuando, como es el caso, se reúnen escritos de diferentes autores, pero el conjunto me ha resultado muy atractivo. Los relatos que más me han gustado del libro tienen en común que abordan episodios trascendentes de la historia de España desde miradas más periféricas o secundarias. Por ejemplo, desde la perspectiva de ciudadanos anónimos cuyas vidas se ven zarandeadas por las decisiones de los poderosos. 


El libro comienza con el interesante Sin rendición en Breda, de María Dueñas, en el que una  anciana rememora su época como inmigrante en Breda después de que su marido fuera a trabajar a la Philips, en Eindhoven. El relato recuerda esa “epopeya modesta, de gente anónima, que, aun así, constituyó un éxodo de envergadura inmensa”. 


En El último viaje de San Isidoro, Juan Eslava Galán se centra en la boda de princesa doña Sancha con Fernando de Castilla y en la guerra por el trono de León, mientras que en La isla de los Faisanes, Espido Freire sitúa como protagonistas del relato a Ana de Francia y Felipe IV, hermanos, ella reina de Francia, él de España. Es un apasionante relato que gira en torno a la política de pactos a través de matrimonios, con intercambio de princesas incluido  y con tratados de paz firmados en la Isla de los Faisanes, en la desembocadura del río Bidasoa, cuya soberanía comparten España y Francia. 


Susana Fortes se acerca al papel de muchos españoles huidos de la España franquista en la resistencia contra los nazis en Francia en Operación QuickSilver. Otra guerra más antigua, la de la independencia, permite a Luz Gabás fabular la historia de una pareja de jóvenes en la que él quiere alistarse y ella sólo quiere llevar una vida normal junto a su amado. 


En El aceite de Nicea, Emilio Lara se centra en la apasionante figura de Osio de Córdoba, que fue consejero del emperador Constantino. El relato se ambienta en el Concilio de Nicea, en el que, por cierto, se fijó que la Pascua se celebraría el primer domingo después del primer plenilunio de primavera, como sigue siendo hoy en día. Segundones, de José María Merino, es una muy interesante aproximación a los  Decreta, el testimonio más antiguo del sistema parlamentario europeo, en tiempos del rey Alfonso de León. 


Un verdadero napolitano, de Sergio del Molino, busca rescatar del olvido la figura de Roque Joaquín de Alcubierre, descubridor de los yacimientos de Herculano y Pompeya que sufrió severas críticas de arqueólogos alemanes e italianos a su trabajo.  Arturo Pérez-Reverte tira de su habitual ironía para ridiculizar al rey Francisco I de Francia cuando fue derrotado y preso en Italia por las tropas de Carlos V en Jodía Pavía, mientras que  Juan Manuel de Prada fabula una conversación del emperador Carlos con Luis de Quijada, su mayordomo en el monasterio de Yuste, en Última noche en Yuste. 


Annemasse, de Soledad Puértolas, es el relato que más me ha gustado del libro por su enfoque y lo curioso de su historia. Realmente original. Se centra en la figura de Miguel Servet, pero de un modo indirecto, a través de una carta enviada a la bisnieta de la escultura de Servet que puede encontrarse a la entrada del hospital de Zaragoza, Clotilde Roch. Pura literatura concentrada en un relato portentoso. 


Tras él llega el relato que menos me ha gustado, La (cyber) leyenda legra, en el que Karina Sainz Borgo plantea una nada lograda y un tanto sectaria sátira sobre el ecologismo y la izquierda, sobre lo que desde la derecha llaman con voluntad despreciativa “lo woke”. 


El libro vuelve a alzar el vuelo con los dos grandes relatos con los que termina. En Una compañía de hombres libres, Lorenzo Silva rememora con la maestría en la narración que atesora el autor la revuelta comunera y reúne distintos pasajes de varios personajes de aquel acontecimiento histórico, todo tan bien narrado como acostumbra el autor. Explica cómo aquella revuelta sentó en gran medida las  bases de la democracia y del derecho internacional, y recuerda las huellas que dejó en la acción de personajes como Adriano de Utrech, Bernardino de los Ríos, Alonso de Castrillo, don Fadrique o Francisco de Vitoria


La esperanza, de Andrés Trapiello, nos cuenta la historia de un soldado herido en Lepanto convaleciente al lado de un tal Miguel herido también en una mano en esa guerra que, años después, partirá a Madrid en busca de gloria en el mundo de las letras.


Las luces de la memoria es, en fin, un muy notable ejercicio literario que reúne a autores de primera línea y ofrece al autor relatos de episodios históricos no siempre bien conocidos y que, por lo general, se abordan con buen pulso narrativo, calidad literaria y genuino interés por la historia. 

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