Que nadie duerma


Que nadie duerma está basada en una novela de Juan José Millás y se nota. En los libros de Millás hay una suerte de surrealismo, imaginación y fantasía que lo inunda todo, sucesos aparentemente banales que no son lo que parecen, ficciones y elucubraciones que se cuelan en lo cotidiano, personajes siempre con un punto misterioso, finales abiertos a la interpretación del lector. Y mucha ironía sobrevolando siempre la trama. Todo eso logra plasmarlo en el cine Antonio Méndez Esparza al llevar a la pantalla grande la novela Que nadie duerma


Como nos ha pasado a muchos, la cinta se me escapó en las salas y he podido verla ahora en Amazon Prime Video. En este debate sobre el cine en salas y el cine en plataformas, por cierto, se nos olvida cuántas veces las plataformas permiten darle una segunda vida a películas que, por las razones que sea, no han estado lo suficiente en salas. Desde luego, celebro esta segunda oportunidad porque lamentaría mucho no haber visto esta película tan original y extraña. 


Ser raro no es necesariamente un valor en sí mismo pero, en un mundo que huye del riesgo y tiende cada vez a la uniformidad, a las historias que responden a determinados algoritmos, como de cartón piedra, sin espacio para la sorpresa, películas como Que nadie duerma son una bendita anomalía. Por supuesto, no es una película para todos los públicos, no a todo el mundo enganchará, pero propone algo diferente, muy, muy diferente a lo que solemos encontrar en la cartelera hoy en día. Y eso es muy de agradecer. 


La protagonista absoluta del filme es Lucía (inmensa Malena Alterio, merecidos Goya a mejor actriz protagonista), una informática que tiene que reinventarse cuando su empresa quiebra. Decide entonces ser taxista, lo que da pie a toda serie de encuentros a bordo de su taxi, en los que da con personas de todo tipo (mención especial al personaje al que da vida Aitana Sánchez Gijón). La mujer recuerda a su madre muerta cuando ella era niña y cuida de su padre anciano. Se enamora, se ilusiona, fantasea. Convierte su taxi en una especie de confesionario. Ocurre de todo. Se obsesiona con el Nessun dorma de Turandot, la ópera de Puccini que da título y sentido a la historia. 


No sirve de mucho catalogar a las películas por géneros, así en general, pero en este caso sería una auténtica pérdida de tiempo. Porque el filme va transitando entre distintos géneros, porque uno no termina de saber en ningún momento lo que está viendo, hasta un final sublime que, por supuesto, genera aún más dudas. La película, que cuenta con la música de Zeltia Montes para reforzar esa sensación de extraña y asombro que causa, gira en torno a la mentira y la verdad, la realidad y la ficción. “La ficción tiene mucho que aprender de la realidad”, dice la protagonista en un momento del filme. En concreto, para empezar, añade, a no mentir. Pero, ¿qué es mentira y qué es verdad? ¿Cuánta ficción hay en eso que llamamos realidad, cuánta realidad en la ficción? ¿Acaso es tan fácil distinguirlas?


 

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