Mi padre alemán

 

Uno de los debates literarios más recurrentes de los últimos años es el que tiene que ver con la autoficción y todas sus derivadas. Hay quien cree que hay demasiados libros basados en las experiencias personales de sus autores, otros consideran que esta clase de obras concentra una verdad y una honestidad únicas. Yo siempre he sido de los que siguen este debate en una posición intermedia. Creo que todo es ficción, cualquier relato lo es, lo son los recuerdos, lo es cualquier libro de memorias por fiel que uno quiera ser a la realidad. Lo es la propia realidad. No es menos real la verdad de las novelas que la de eso que llamamos realidad. Por eso, lo que busco son buenas historias bien escritas y si han ocurrido de verdad o no es algo que me resulta bastante secundario. He disfrutado muchísimo de muchas obras de autoficción tanto como lo he hecho con ensayos o novelas. Todo es ficción, relato, construcción. 


He vuelto a pensar en este debate recurrente al leer la estupenda Mi padre alemán, de Ricardo Dudda, editada por Libros del Asteroide. En esta novela el autor habla de su padre y su familia en la época del nazismo. El propio autor cuenta en el prólogo que él mismo no sabría catalogar la obra dentro de un género, ni falta que hace, por supuesto. Es, a la vez, libro de memorias familiares, retrato de su familia, libro de historia, hasta guía de lecturas por las obras que cita... Yo diría que es todo eso, sí, pero sobre todo es un libro lleno de verdad centrado en la relación de un padre con su hijo, en la mirada del hijo al padre, sin hacer una hagiografía, qué aburrido, pero sí una novela con mucha ternura

El padre del autor nació en Elbing, lo que entonces era Prusia. Hoy la ciudad se llama Elbląg y forma parte de Polonia. Nadie habla ya alemán allí. Es muy impactante lo que se cuenta del nazismo y la posguerra, a través de la memoria de su padre y las entrevistas con él, además de las investigaciones y las lecturas del autor. Dudda mezcla testimonios de su padre con datos, libros y ensayos. Leemos, por ejemplo, que dos millones de alemanas fueron violadas por los aliados tras la derrota de los nazis. También explica que en muchas zonas de la Alemania ocupada había abundancia en las tiendas y una vida pequeñoburguesa que impactó a los soldados soviéticos cuando entraron allí tras derrotar a las tropas de Hitler. Se solía decir “disfruta de la guerra, que ya llegará la paz”. Lo que siguió después fue el saqueo y pillaje de los soldados. 

Este libro está centrado en el padre del autor, pero en un momento de sus indagaciones hace un hallazgo impactante sobre su abuelo. Descubre que participó en el Holocausto en Bielorrusia, Rusia, Letonia y Lituania en 1943 y 1944. En 1952 volvió a ser policía en la RFA tras la aprobación de la ley que permitía a los antiguos funcionarios del régimen nazi volver a trabajar para el Estado. El autor habla así de la culpa y cómo se hereda, de los recuerdos que duelen, del papel de personas corrientes en aquel régimen del terror. 

Además de la historia con mayúsculas, en el libro hay mucha historia familiar y personal. El autor cuenta, por ejemplo, que aprendió aelmán antes que español, pero ya no habla aquella lengua. “El alemán es parte de mi identidad sin necesidad de hablarlo”, explica. Con todo, siente culpa por no hablarlo. 

Me encanta cuando cuenta cómo habla su padre español, con acento alemán, acentuando esto o usando mucho coletillas como “y tal” o “la cuestión es”. También cómo se dispersa hablando. Es la parte más tierna del libro, cuando el autor habla de esos pequeños detalles de su padre. Por ejemplo, cuenta que es un maniático de la logística. “Yo también. Creo que todos los problemas humanos son de logística o de comunicación. Aquí logística quiere decir organización, coordinación de planes”, reconoce. Poco después escribe: “cuando me enfado con la anticipación neurótica y la obsesión logística de mi padre, me estoy enfadando conmigo mismo”. También dice de él que no perdona la siesta diaria y cuando se despierta “está tan confundido que parece necesitar más un calendario que un reloj”.

Mi padre alemán, en fin, es una nueva demostración de que lo importante de un libro no es si habla de hechos o personajes reales, sino que cuente bien buenas historias. Y el libro de Ricardo Dudda lo hace sin duda. El retrato tan tierno de su padre, (“digo que le cuesta aceptar su vejez cuando al que más le cuesta es a mí”, "dejar que me cuide es una manera que tengo de cuidarle yo a él”), el recuerdo de un pasado familiar doloroso, duro y con sombras, la vinculación con un pasado y un idioma que no están en el día a día del autor pero sí definen su identidad, la posibilidad de retomar la vida tras ser refugiado... Todo eso se encuentran en las páginas de esta novela sencilla y muy conmovedora. 

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