¿Qué humanidad?

 

Lo mejor que se puede decir de un museo, en realidad de cualquier institución u organismo cultural, es que mantiene una gran capacidad de sorprender y plantear narrativas que dialoguen con su tiempo y aporten nuevas miradas. En definitiva, más allá de su colección permanente, la clave está en lograr ser un prescriptor fiable e innovador, un espacio cuyo criterio es siempre sugerente y atractivo. Es lo que sucede con el Museo Nacional de Arte de Cataluña, que lleva años siendo una garantía absoluta de exposiciones de calidad con enfoques originales




¿Qué humanidad? La figura humana después de la guerra (1940-1966) es una exposición impactante que se acerca a la forma en la que el arte reaccionó al horror de la II Guerra Mundial y el Holocausto. En su día Adorno planteó la imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz. ¿Cómo volver a pintar? ¿Cómo responder desde el arte al espanto de la guerra? Son cuestiones abordadas por esta impactante y muy dura exposición que reúne casi un centenar de obras de artistas como Joan Miró, Salvador Dalí, Antoni Tàpies, Mercè Rodoreda, Joan Ponç, Josep Maria Subirachs, Josep Guinovart, Roberta González, Pablo Picasso, Antonio Saura, Manolo Millares, Jorge de Oteiza, Oswaldo Guayasamín, Maria Helena Vieira da Silva, Zoran Music, Andrzej Wróblewski, Albert Giacometti, Henry Moore, Francis Bacon, Renato Guttusso, Marino Marini, Germaine Richier y Bernard Buffet, entre otros.



La exposición tiene un enfoque muy interesante y original. Se pregunta por la representación de la figura humana tras la guerra, desde el existencialismo hasta la figuración. Impactante especialmente las obras de supervivientes del Holocausto, como los dibujos del esloveno Zoran Mucic, recluido en Dachau, que en plasmó in situ el horror del campo tras su liberación. O las obras de Lasar Segall, judío de origen esloveno que desde su exilio en Brasil representó en una serie de dibujos el espanto de los campos de concentración apoyándose en las fotografías publicadas en prensa antes de la revelación mundial de los campos de exterminio. También impactan las obras de Josep Bartolí, artista enrolado en el bando republicano durante la Guerra Cicil española , que estuvo internado en campos de concentración en Francia y reflejó en varios dibujos las durísimas condiciones de vida de los reclusos, o las de Anton Prinner, artista húngaro transgénero que denunció en una obra poética en la que incluyó grabados la violencia ejercida contra las mujeres que eran acusadas de colaboracionismo. 



La representación del monstruo, el papel de la víctima, la abstracción como única forma de abordar el espanto posterior a la guerra, un cierto movimiento hacia la espiritualidad y la religión, el regreso del color para conjurar una nueva confianza en la humanidad o el surgimiento de nuevos movimientos sociales en los años sesenta son algunos de los muchos temas abordados en esta imponente exposición que combina pintura con fotografía, vídeos, escultura y hasta danza, obras de artistas de primer nivel con otros casi desconocidos, grandes cuadros con figuras de la vida cotidiana. Una exposición heterodoxa, muy bien planteada y que además nos intepela de un modo especial en un contexto como el actual en el que sigue habiendo guerras y muertes de inocentes. 



Son incontables los nombres de artistas que no conocía y de cuya obra quiero saber más al salir de la exposición. Y ése también es el papel de los museos, para eso también sirven muestras como ésta. Uno de esos casos es la impactante serie Tiros, de Niki de Saint Phalle, que creó obras disparando a tiros de carabina con una técnica que utiliza la violencia y las armas para crear belleza en vez de horror, arte que invita a la reflexión en vez de espanto. Es, en fin, una exposición impresionante que plantea la pregunta de cómo reacciona el arte ante la sinrazón de la guerra, de todas las guerras. 

Comentarios