The Crown. T6

 

The Crown, una de las series que ha sido referencia absoluta de calidad, se suma a la lista de series prestigiosas que se despiden este año. Como ya es habitual con sus series emblema, Netflix ha dividido en dos partes su temporada final. Mañana se estrenarán los capítulos finales, que lógicamente aún no he visto, pero sí he podido ver los cuatro primeros, estrenados en noviembre. Ocurre en estos episodios de la sexta temporada de The Crown exactamente lo mismo que ocurrió en la vida real: Diana se adueña de todo, eclipsa cualquier otra noticia de la casa real británica por su carisma, por cómo la prensa seguía cada uno de sus pasos y por la conexión que logró con el pueblo.


Entiendo, y de hecho en parte comparto, las críticas de quienes dicen que estos capítulos y ya antes en la quinta temporada de la serie están demasiado centrados en la figura de Diana, interpretada por Elizabeth Debicki. Es verdad. Todo se centra en Diana. Cuando más ha brillado y sorprendido la serie es cuando ha contado historias secundarias, cuando ha dado protagonismo a personajes que no son los centrales de la casa real británica, cuando ha contado episodios pequeños. Es cierto. De eso hay más bien poco en esta parte de la serie, pero hay que entender también que un relato de aquellos años en el que Diana no ocupara el papel de protagonismo absoluto que tuvo en la realidad sería un cierto falseamiento de la realidad. 

Ocurre también algo que, por otro lado, es lógico: a medida que avanza la trama, más y más espectadores recordamos aquello que cuenta la serie. Cuanto más se acerca al presente, menos capacidad de sorpresa y menos margen de maniobra hay, también más debates sobre la verosimilitud de lo contado. Siempre le ha sentado especialmente bien a The Crown el pasado; cuanto más lejano, mejor. La serie afronta un tercer obstáculo a la hora de contar la historia de Diana y es que es una historia contada por activa y por pasiva en los medios, en libros, series y películas, desde casi todos los ángulos imaginables posibles. ¿Cómo distinguirse de lo ya contado? ¿Cómo darle el sello The Crown a la historia? 

Bueno, pese a todo ello, The Crown sigue siendo The Crown. Sigue contando con esa recreación prodigiosa de escenarios, vestuario y escenas emblemáticas. Aquí se centra en contar la historia de Diana, a la que se presenta como una mujer sensible que sufrió por el acoso mediático. Uno de los mejores capítulo es el que muestra a dos fotógrafos, un paparazzi que consiguió las primeras fotos de Diana con su novio Dody Al Fayed, y otro, un tipo mayor, formal, especializado en retratos clásicos. Ese capítulo es el más fiel a la mejor esencia de la serie, las historias secundaria que ayudan a contar la historia. 

No sé bien cómo de fiel es el retrato de los personajes. Desde luego, Al Fayed padre se presenta aquí como un ser despreciable que manipula a su hijo y poco menos que le fuerza a cortejar a Diana. Esos detalles, claro, nunca los conoceremos. También tiene su interés ver cómo se muestra la figura de Carlos, ya rey en la vida real. Creo que nunca se le mostró como al malo de la película. Aquí se le ve con remordimientos por cómo gestionó el matrimonio con Diana y, a la vez enamorado de Camilla y decidido a que se reconozca su relación de una vez por todas. El capítulo cuarto de esta temporada, en le que se cuenta el funeral de Diana, recurre a imágenes reales de archivo, creo que por primera vez en la serie. Desde luego, no es algo que haga habitualmente. Y es muy poderoso ese recurso, porque muestra cómo, al menos por una vez, la realidad resulta imposible de imitar o recrear, porque la reacción popular ante la muerte de Diana fue apabullante en todo el mundo. A The Crown le quedan seis capítulos para cerrar definitivamente la historia de una de las mejores series recientes. Ya sin Diana, veremos cómo pone el broche. 

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