The Crown 5

 

La quinta temporada de The Crown es quizá  en la que más me ha costado entrar y creo que el hecho de que se acerque a una época más cercana juega en parte en su contra, pero sigue siendo una serie extraordinaria, muy bien escrita, repleta de virtudes. A diferencia de las cuatro temporadas anteriores, en ésta ya me suena lo que sucede, tengo cierto recuerdo de aquello, así que es menos lo que me descubre la serie, pero, ya digo, sigue siendo de lo mejor que podemos encontrar en Netflix y en cualquier otra plataforma. Creo que The Crown ha llegado a un nivel de excelencia tal que casi damos por hecho que todo sea impecable en la serie, como si eso fuera sencillo. 


Esta quinta temporada, estrenada sólo unos meses después de la muerte de Isabel II, renueva a la mayoría del elenco, como suele hacer para reflejar el paso del tiempo. De nuevo, ese cambio resulta prodigioso. Poco importa el escaso parecido físico de muchos de esos actores con los personajes reales que interpretan. Encaja. Todo cuadra. Funciona a la perfección, igual que sucedió en la tercera temporada. Imelda Staunton cumple con nota como reina y lo mismo logran, entre otros, Jonathan Prynce en el papel de Felipe, duque de Edimburgo, Lesley Manville como la princesa Margarita o Dominic West como el príncipe Carlos. Elizabeth Debicki da vida a Diana de Gales. Hace un buen trabajo, aunque en su caso creo que por momentos es presa de la necesidad de imitar a Diana más que de interpretarla. 

La tormentosa relación entre Diana y Carlos y su posterior divorcio son el eje central de la temporada que, sin embargo, destaca especialmente cuando se aparta de este tema y aborda otras cuestiones. Es magnífico el capítulo 3, en el que se cuentan los orígenes de Dodi Al-Fayed, el que sería el último amor de Diana. También es extraordinario el sexto capítulo, en el que el viaje de Boris Yeltsin a Londres alienta el recuerdo de la ejecución de la familia Romanov, parientes de la reina, y también da pie a explorar la relación entre la monarca y su esposo. 

La serie sigue acertando al mostrar el equilibrio que mantiene la monarquía como sistema antiguo entre la tradición y la necesidad de parecer más modernos. O lo difícil que resulta separar la acción de la monarquía de su vida privada. En varios capítulos se muestra a un príncipe Carlos deseoso de dar un paso adelante, incómodo en su postura de eterno heredero, de tener que mantenerse a la espera. Incluso se le muestra hablando del tema con los primeros ministros John Mayor (inmenso Jonny Lee Miller) y, ya en el último capítulo, Tony Blair (Bertie Carvel). Con este último charla en la transferencia de la soberanía de Hong Kong a China, muy simbólica, igual que la retirada del Yate Real Britannia. 

Otro de los episodios que aborda The Crown en esta sexta temporada es la entrevista que Diana concedió a la BBC, en parte, por malas artes del reportero que la consiguió, como reconoció años después la cadena pública británica. Se establece un paralelismo entre la BBC y la monarquía y se plasman debates sobre qué relación debe tener una cadena pública con la jefatura del Estado, un debate de alta tensión entre el entonces director general y el presidente de la cadena: amigo personal de la reina, uno, y más independiente y republicano, el otro. The Crown, en fin, sigue haciendo normal lo extraordinario, sigue siendo una de las mejores series. Su sexta temporada, ya en rodaje, pondrá punto final a la serie. Se la echará de menos. 

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