Ser o no ser. T2

 

Me gustó tanto la primera temporada de Ser o no ser que me acerqué a la segunda tanda de episodios, recientemente estrenada por RTVE Play, con una mezcla de ganas y cautela. Fue tan buena la primera, sí, que no era fácil mantener  el interés y el tono de la serie, esa frescura con la que muestra la historia de un joven trans. Esta segunda temporada mantiene el listón, y no era fácil. Es cierto que las tramas se centran demasiado para mi gusto en los amoríos de los personajes adolescentes, pero la serie siempre va un paso más allá y nunca cae en la hipersexualización de otras series adolescentes. 


La historia se retoma apenas tres meses después del final de la temporada anterior, en el que Joel (Ander Puig) y Ona (Júlia Gibert) habían roto su relación. Joel se interesará pronto por una nueva incorporación al bachillerato de interpretación en el que se ambienta la serie, Bruna (Alicia Falcó), un gran fichaje que aporta mucho a Ser o no ser, más allá de ser el nuevo interés amoroso del personaje principal. Uno de los grandes aciertos de la serie es que todos los personajes tienen sus propias tramas, ninguno es plano ni meras comparsas. La propia Bruna llega atormentada por el suicidio de su mejor amigo y tiene un problema con el alcohol

Joel quiere realizar ya la operación del cambio de sexo y, como en la Seguridad Social hay una larga lista de espera, tiene que acudir a la sanidad privada. El problema es que la operación es muy cara y su madre (genial una vez más Anna Alarcón) no tiene recursos suficientes para afrontarlo. Esta realidad, que personalmente desconocía, junto a otros miedos e inseguridades que afronta Joel como joven trans ahondan en uno de los grandes logros de la serie, acercar la realidad de las personas trans al público y hacerlo, además, de forma realista, pero sin caer en el dramatismo y la falta de esperanza en la que con frecuencia caen las historias de ficción sobre estas personas. 

Lo bueno de la serie creada por Coral Cruz y Marta Pahissa es que habla de un joven trans, pero no se dedica sólo a eso. No se queda ahí en absoluto. Es una serie de adolescentes con sus problemas diarios, sus amoríos, sus intereses, su pasión por la interpretación, en este caso, sus fiestas, sus disputas. Y en la serie hay comedia y tramas distintas. Es una serie muy entretenida. Como hilo conductor de esta temporada se utiliza una obra teatral escrita por Ona en la que se recrea lo que vivieron los personajes de la serie en la primera tanda de episodios, lo que supone recordar la relación  de Joel y Ona, pero también el comienzo de la relación de Ricky (Lion Armas) y Álex (Enzo Oliver), y la reacción homófoba con Álex de Víctor (Eduard Torres), de la que ahora se arrepiente. Sin olvidarnos de la insatisfacción de Laia (Berta Galo), que es uno de los personajes más interesantes y, desde luego, mejor interpretados de la serie. 

Es muy interesante la trama de Ricky y Álex, por el contraste entre la felicidad que ambos sienten por la relación y los problemas que los prejuicios de otros, en particular el padre de Álex, les acarrean, los obstáculos que la homofobia pone a su visa. La serie, que una vez más refleja a la perfección la realidad del bilingüísmo natural que se percibe en las calles de Barcelona, tiene apenas seis capítulos de media hora, lo que impide profundizar más en algunas tramas, aunque esto no es una rémora para la historia, igual que no lo es su modesto presupuesto y la escasez de localizaciones. 

La serie, por cierto, incluye de nuevo muy buena música, incluida la canción Cuervos, del actor Lion Armas, que da vida a Ricky, y que es interpretada en el emotivo capítulo final, un buen broche, veremos si definitivo, a una serie encantadora y necesaria. 

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