Ser o no ser

 

El debate sobre la ley trans ha sacado a la luz mucho odio de los sospechosos habituales, pero también de quienes desde una posición supuestamente progresista y feminista consideran que los derechos de otros van contra ellas. Este debate, muy triste y poco edificante, ha olvidado con frecuencia que no estamos ante una discusión de salón, sino que hay personas reales detrás. Personas trans que sufren por la incomprensión, el rechazo y la ignorancia sobre su realidad. Personas que tienen que escuchar que su derecho a ser quienes son es algo depravado, malvado, antinatural o mil estupideces más, distintas según cuál sea la trinchera ideológica desde la que llegan estos insultos, pero igualmente ofensivos y degradantes. Son personas prácticamente no representadas en el cine o las seres de televisión hasta hace no tanto. Por eso es de celebrar la llegada de Ser o no ser, la serie de Coral Cruz y Marta Pahissa para Playz que puede verse en RTVE Play. Es una delicia, una joyita. 


No se trata sólo de que las personas trans necesiten y merezcan representación, sencillamente porque existen, porque su realidad merece ser escuchada. Es que además merecen representaciones vitalistas y no teñidas siempre de un tono dramático y triste. Ojalá la gente que se dedica a ridiculizar o negar a las personas trans vieran esta serie. Es preciosa y aborda con una ternura y una delicadeza excepcionales la historia de un chico trans, Joel, a quien da vida con un carisma y una verdad enormes Ander Puig, todo un descubrimiento. Esta serie demuestra que la calidad de una serie y su capacidad de despertar emociones en el espectador nada tiene que ver con los medios que hay detrás ni con la fama de sus intérpretes. Es otra cosa mucho más importante. Y Ser o no ser tiene una personalidad arrolladora, es irresistible. 

Me ha gustado mucho, ya digo, el tono con el que se cuenta la historia de Joel. Se muestra su realidad, también sus temores y miedos, los obstáculos que le pone una sociedad aún demasiado alérgica a la diversidad, pero siempre, siempre, siempre con un tono vitalista y alegre. Es maravillosa la relación de Joel con su madre (a quien da vida la gran Anna Alarcón), quien acaba de recuperarse de un cáncer. El apoyo mutuo,la complicidad y confianza, son muy inspiradores. Joel comienza el bachillerato escénico en un nuevo instituto y confía en no tener que compartir con nadie que es un chico trans, porque espera que por fin todo el mundo lo veo como él siempre se ha visto, como el chico que es. Todo cambiará cuando se enamore de Ona (Júlia Gibert) y se sienta impelido a contarle la verdad. 

Otro de los grandes encantos de la serie es que está ambientada en el mundo del teatro. Las clases con la profesora de teatro (estupenda Emma Vilasarau) son el hilo conductor de la historia. Hay un muy atractivo juego metanarrativo en la serie, desde el comienzo, cuando la profesora anima a los alumnos a quitarse todas las máscaras que les cubren, esas máscaras que todos llevamos, incluso cuando no somos conscientes de ello. Los ensayos, las inseguridades, la necesidad de emplear sus propias emociones para ponerlas en escena, el paralelismo entre jugar a ser otro sobre un escenario y la obligación de representar un rol que nunca sintió como propio Joel antes de transicionar... Todo ello contado con mucha sensibilidad. 

Si le sumamos que la serie transcurre en Barcelona (qué preciosas imágenes de la ciudad aparecen de cuando en cuando), una debilidad para mí; una muy buena música; el tono alegre y tierno de la historia; el gran acierto de que no hipersexualiza a los jóvenes y que en la serie dan vida a los adolescentes actores y actrices que parecen adolescentes, no veinteañeros haciendo de adolescentes, nos queda una serie encantadora, de las que te dibujan una sonrisa en la cara al recordarla, de las que te agitan emocionalmente. Hay otras subtramas interesantes, como la de la abuela de Joel que se niega a aceptar la realidad de su nieto o la de un alumno homosexual que tiene miedo a vivir tal y como es, al que da vida Enzo Oliver. Lo dicho, Ser o no ser, de apenas seis capítulos de menos de media hora cada uno, es altamente recomendable. Yo no me la perdería. 

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