Mi vida en el teatro

 

Escribió Manuel Gutiérrez Aragón en su interesante libro A los actores que “el primer conocimiento de una película es un reconocimiento carnal, la cara y el cuerpo del actor o la actriz, vistos ya en otras películas, en otras historias, poco a poco convertidos en amigos. A veces con amistad más íntima que la que tenemos con los de la vida real”. Conocemos a los intérpretes de oras historias, pero a la vez su objetivo real es desaparecer, que el espectador vea al personaje y no a quien lo interpreta. El enorme esfuerzo que esto implica y las inseguridades que genera son la base del documental Par coeurs (de memoria), traducido por alguna razón al español como Mi vida en el teatro, y que puede verse en Filmin.

La película de Benoît Jacquot es muy francesa, dicho esto como elogio, por supuesto, aunque entiendo que a más de un espectador le puede resultar demasiado intensa. Se centra en el festival de Aviñón de 2021 (se ven unas cuantas mascarillas) y sigue a dos tótems de la interpretación en Francia: Isabelle Huppert y Frabrice Luccine. El documental, que podemos ver en Filmin, plantea la fragilidad de los intérpretes, la paradoja de que son la parte más reconocible del teatro, pero a la vez la más vulnerable, porque tienen que defender textos que no son suyos, tienen que convertirse en otra persona.  

Da la sensación de que Huppert se expone más que Luccine en el documental. De hecho, a ella la vemos afectada porque se le olvidó una frase en la representación y no la dijo cuando tocaba. Él aparece más teórico y filósofo, más verborreico, aunque reconoce que eso es una técnica para llegar ligeramente cansado a la función y evitar así la sobreactuación en escena.

Las cámaras del documental siguen a ambos intérpretes en las horas previas a su actuación en el festival de Aviñón, uno de los más populares y prestigiosos de Francia. Acompañarlos a los camerinos, a reconocer el escenario antes de la obra o en los instantes previos a comenzar a actuar junto al resto de intérpretes es un auténtico lujo. El documental muestra cómo funciona un festival teatral de tamaña magnitud, pero se centra sobre todo en la relación de los intérpretes con el texto, de ahí su título original, ese directo y claro: de memoria. 

Cuenta Luccine que la interpretación es un acto de humildad, porque al actor le toca defender con pasión un texto que no es suyo, encarnarse en la piel del personaje. Los dos hablan a cámara sobre el miedo escénico. Él dice que no cree demasiado en el miedo escénico, al menos, en la imagen que tenemos de él como algo paralizante. Ella dice que por supuesto que siente miedo escénico y que lo que asusta de verdad es el texto, la fidelidad al mismo, la autoexigencia de defenderlo desde un tono y una posición determinadas. Hay algo hipnótico en ver a dos monstruos de la interpretación repetir obsesivamente una frase concreta que no terminan de memorizar o que no terminan de saber cómo pronunciar de mejor forma. 

En el documental, ella prepara la representación de El jardín de los cerezos, de Chéjov, mientras que él defiende una obra en la que lee pasajes de Nietzche y también algo de Baudelaire y Pascal. Vemos un momento fantástico de improvisación en el que un terrible vendaval hace casi imposible seguir con la interpretación y él sale con maestría de ese contratiempo, al parecer, relativamente habitual en uno de los escenarios al aire libre del festival de Aviñón. 

Es también muy interesante lo que cuenta, en este caso, sobre Nietzche, pero valdría para otros autores y, en general, para la forma de tratar al público como seres adultos. Dice que no deberíamos abaratar las obras y los autores para darle al público lo que ya conoce, para que lo tenga toco masticadito, sino que se debe intentar ofrecer lo desconocido, lo incómodo, lo demencial. Es decir, revolver al espectador y no ser complaciente con él, agitarlo en lugar de darle palmaditas en la espalda, confiar en su madurez. En cierta forma, es lo que hace también este documental, que ya digo que habrá a quien le resulte demasiado intenso o repetitivo, pero que me a mí me parece que tiene algo hipnótico, porque es precioso ver a dos gigantes de la interpretación dudar, pensar y compartir sus temores y su visión sobre su profesión, tan expuesta, tan frágil, tan necesaria para disfrutar de historias en el cine y el teatro. 

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