Algún día este dolor te será útil

 

Un buen amigo me recomendó en la última Feria del Libro de Madrid Algún día este dolor te será útil, la novela de Peter Cameron, con traducción de Jordi Fibla editada por Libros del Asteroide. “Estoy seguro de que te gustará”, me dijo. Se quedó corto. Me ha encantado. Es un libro fantástico, muy bien escrito y con una asombrosa maestría en la construcción de personajes y en la combinación entre distintos tonos y temas, de la comedia hilarante a la ternura, de la identidad a las relaciones familiares.


No hay dos personas que interpreten igual un mismo libro. Cada uno llega a la obra desde una posición, desde una forma de estar en el mundo. Por lo general, cuando se retratan en novelas o películas a personajes con un punto antisocial o casi misántropo me da la sensación de que se juega con ello para hacer reír, sí, pero con una cierta prevención, como señalando que en el fondo no está bien, que esas actitudes dan pie a situaciones cómicas pero que es una forma inaceptable de afrontar la vida. Yo más bien tiendo a pensar que es la más razonable, desde luego, con la que más me identifico en gran medida. En todo caso, uno de los muchos aciertos de Peter Cameron en esta novela es que no juzga ni por asomo a su protagonista, un joven adolescente que rehuye las interacciones sociales, mira con extrañamiento (e inteligencia) a todo lo que le rodea y no quiere ir a la universidad para evitar precisamente esa socialización que parece siempre impuesta y que él no disfruta en absoluto.

En el libro aparecen muchos temas, desde las secuelas de los atentados del 11S a la autoaceptación de la homosexualidad del joven protagonista, pero ninguno de ellos está del todo en el centro. Lo principal es cómo el joven capea con ese sentirse raro, con su forma de ser y relacionarse con el mundo. Con su madre, que acaba de dejarlo con su tercer marido. Con su padre, que le pregunta si es gay porque quiere ayudarlo justo después de decirle que pedir pasta en lugar de carne como primer plato en un restaurante no es de hombres. Con el empleado de la galería de arte de su madre, donde él también trabaja, por quien se siente atraído. Con su hermana, a la que detesta y quiere a partes iguales. Con su abuela, su debilidad, a quien adora y con quien mantiene quizá su única relación verdaderamente satisfactoria. Y, muy pronto en la novela, también con su terapeuta. Algunas de las mejores páginas del libro son las que recogen las charlas con ella. 

El libro, ya digo, es muy divertido, por esa acidez y crítica social del joven protagonista, aunque precisamente esa misma acidez hace que el tono del libro cambie un poco a medida que avance y que haya momentos en los que se imponga más la ternura ante lo perdido que se encuentra el joven. A ratos parece no saber bien qué hacer en su vida  y otras (muchas) uno tiene claro que es, de largo, el personaje más lúcido de la novela. 

Esa cierta misantropía del joven da pie a pasajes de lo más hilarante. Critica, por ejemplo, “esa especie de petulante simpatía que comparten los dueños de perros y que, según ellos, les da derecho a relacionarse. Si me sentara en un banco del parque nadie me abordaría, pero al parecer en el espacio para perros estás en un extraño planeta lejano y amistoso”. Cuando acude al trabajo de su padre, un despacho de abogados, leemos: "no creo que pudiera trabajar jamás en un entorno empresarial tan abiertamente jerárquico. Sé que en este mundo no somos todos iguales, pero no soporto los ambientes en los que esta verdad resulta tan obvia”. 

El joven no quiere ir a la universidad porque "el principal problema era que no me gusta la gente en general ni la gente de mi edad en particular y la gente de mi edad es la que va a la universidad”. Además, como leemos en otro pasaje del libro, a él le encanta estar solo leyendo, fantasea con comprarse una casa en medio de la nada y dedicarse simplemente a leer. "Estar solo es una necesidad básica para mí, tal básica como alimentarme o beber agua, pero observo que los demás no les sucede lo mismo”, leemos. Es un lector compulsivo que detesta las palabras gastadas y las frases hechas, porque "las pequeñas cosas, como usar correctamente el lenguaje, son lo que hace funcionar al mundo. Funcionar correctamente, quiero decir. Si no hacemos caso de esas pequeñas cosas, el caos se impondrá”. En fin, es un personaje con el que resulta muy difícil no sentirse identificado. El libro, por su tono y la forma en la que está escrito, es extraordinario. Divertido, irónico, moderno, contradictorio, genial. 

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