El retrato de casada

 

El retrato de casada, la última novela de Maggie O’Farrell editada en España por Libros del Asteroide con traducción de Concha Cardeñoso, empieza con una breve referencia histórica y termina con apuntes de la autora sobre lo que se sabe de la historia real de Lucrezia di Cosimo de’ Medici, que siendo niña fue obligada a casarse con Alfonso II d’Este, duque de Ferrara, y que murió apenas un año después, se sospecha que asesinado por su marido. Entre medias, entre esa breve referencia histórica y las notas de la autora sobre lo que se sabe de la historia, está la literatura, gran literatura, con la que la autora llena los vacíos de la historia oficial.


Al igual que en su anterior obra, la deslumbrante Hamnet, O’Farrel vuelve aquí a hacer algo así como arqueología literaria. En aquel libro llenó con literatura la historia poco conocida y de la que casi nada se sabe de la muerte de un hijo de Shakespeare muerto de niño. Aquí nos trasladamos a la Italia del siglo XVI y, de nuevo, la autora consigue con una maestría deslumbrante dar vida a los personajes históricos que encontramos en sus páginas. Nunca se sabrá a ciencia cierta cómo murió Lucrezia, pero esta novela logra lo que consigue siempre la mejor literatura, y es que no importa demasiado cuál fue la verdad, porque la ficción le da aquí otra vida a la historia, más real que la propia vida.

Con honestidad, porque ya digo que la autora presenta el libro como lo que es, una novela, una obra de pura ficción, bien documentada, pero de pura ficción, El retrato de casada nos acerca a aquella época y fabula lo que una joven pudo sentir al ser obligada a casarse siendo casi una niña y a marcharse de su casa familiar a una tierra desconocida.

La novela empieza con la protagonista en una fortaleza a la que le ha llevado su marido y donde de pronto tiene la certeza de que va acabar con su vida. En las siguientes páginas, en el resto del libro, la autora comparte las emociones de Lucrezia con saltos temporales hacia su niñez y juventud en el palacio de sus padres, Cosme de Médici y Leonor, y hacia distintos momentos de su matrimonio, desde un comienzo en el que parece que su marido de verdad la quiere y quiere cuidarla, hasta otros pasajes mucho más oscuros en los que se percata de que lo único de ella que le interesa a Alfonso es la capacidad de darle un hijo. 

Los lugares son relevantes en la historia, la forma en la que se describen, la mirada de la protagonista, cómo se siente a salvo en pocos de ellos y alerta en la mayoría de espacios. Es una mujer con ansias de libertad y fuerte. Con una enorme calidad narrativa, la autora nos permite entrar en la cabeza de Lucrezia, saber cómo vive atrapada y cómo afronta ese aislamiento en una corte que no es la suya donde no sabe en quién puede confiar. Hay pasajes portentosos como las páginas en las que narra lo que siente en la boda y cuando se va a vivir con su marido y cuando van a pasar su primera noche juntos. El retrato de casada sigue la estela de Hamnet y conserva todo aquello que cautivó a millones de lectores en esa obra. Dos novelas fabulosas, muy recomendables, de las que te hacen sentirte muy afortunado como lector por poder disfrutar de narraciones así.

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