Hamnet


 “En la década de 1580, una pareja que vivía en Henley Asgreen (Stratford) tuvo tres hijos: Susanna y Hamnet y Judith; que eran gemelos. Hamnet, el niño, Murió en 1596, a los once años. Cuatro años más tarde su padre escribió una obra de teatro titulado Hamlet”. Con esta referencia histórica empieza Hamnet, la primorosa novela de de Maggie O’Farrell, editada en España por Libros del Asteroide, con traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Hamnet y Hamlet eran en aquel tiempo dos formas intercambiables de un mismo nombre. En la novela, sensacional, no leemos ni una sola vez el apellido del protagonista, Shakespeare, tan sólo en las notas finales de la autora. 

Las descripciones de una viveza asombrosa, la sensibilidad a la hora de mostrar las emociones de los protagonistas, la construcción de los personajes, los saltos adelante y atrás en el tiempo, el manejo perfecto en los cambios del tiempo verbal empleado en la narración, algunos pasajes inconmensurables... No acabaría de glosar todo lo que me ha gustado en esta novela, extraordinariamente bien escrita, en la que todo está en su lugar. La propia autora cuenta al final del libro que estamos ante una obra de ficción, porque es muy poco lo que se sabe de verdad del hijo de Shakespeare muerto a los once años. O'Farrell ha llenado con ficción y con su excepcional talento narrativo esos huecos de la historia. El resultado es fascinante. 

Impresiona, por ejemplo, la forma en la que cuenta la llegada de la peste. Puede que impacte aún más, claro, en mitad de otra pandemia, la del maldito Covid-19, que no termina de marcharse. Es uno de los mejores pasaje del libro y comienza así: “para que la peste llegue a Warwickshire, en Inglaterra, el verano de 1596, han de suceder los acontecimientos en la vida de dos personas distintas, y estas dos personas han de encontrarse después”. Soberbio. 

La variedad en el uso de distintos tiempos verbales y de distintos estilos es, sin duda, uno de los puntos fuertes. Emplea en varios tramos de la obra el futuro, como cuando habla de la relación entre Shakespeare y su mujer, Agnes, que es la auténtica protagonista del libro, en este pasaje: "sentados en esa habitación junto a los recién nacidos, ni él ni su mujer intuyen que ese plan nunca se hará realidad. Ella nunca llevará a los niños a vivir con su padre en Londres. Él nunca comprará una casa en la gran ciudad”. 

La muerte de Hamnet separa las dos partes de la novela, en la que se muestra a un padre ausente, que trabaja en los corrales de comedias de Londres, un hombre inteligente y creativo, "con muchos pájaros en la cabeza", como se dice de él en un momento del libro. A su lado, echándolo en falta, Agnes, una mujer que cultiva el campo y prepara remedios naturales contra enfermedades, adelantada a su época, con una sensibilidad especial. Una mujer apasionante, el personaje mejor construido de la novela. La pérdida de Hamnet los devasta a ambos, a toda la familia, claro, como su hermana gemela, Judith, que le pregunta a su madre si existe una palabra para describir a quien ha perdido a un gemelo, igual que existe el término "viudo o viuda" para definir a quien ha perdido a su pareja. "Sale por la puerta principal y lo encuentra todo rebosante de luz, rebosante de niños. Van juntos, se llaman unos a otros, los llevan sus padres de la mano, se ríen, lloran, duermen sobre un hombro, les abrochan el manto. No lo puede soportar”, leemos. 

El tramo final de la novela es también particularmente deslumbrante, cuando Agnes descubre que su marido ha titulado con el nombre de su hijo muerto su última obra de teatro, y piensa que ha hecho con el teatro "algo parecido a la alquimia", que ha querido enmendar en la ficción lo que no pudo resolver en lo que llamamos realidad En la novela, Hamnet muere por la peste, aunque se desconoce la causa real de su muerte. Cuenta la autora que Shakespeare no menciona ni una sola vez la peste negra en ninguna de sus obras de teatro ni en su poesía, lo que le da pie a pensar que tal fuera por alguna razón, como el dolor inconsolable de la pérdida de su hijo, esa pérdida tras la que escribió Hamlet y que, siglos después, ha inspirado a  Maggie O'Farrell para escribir esta bellísima novela. 

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