El último sueño

 

Cuenta Pedro Almodóvar en Una mala novela, el último de los relatos que reúne en el libro El último sueño, editado por Reservoir Books, que son muchas las diferencias entre un guión cinematográfico y una novela. Por eso, afirma que hace tiempo que renunció a escribir una gran novela, pero que sí ve a su alcance escribir una mala novela que "podría resultar incluso entretenida". Desde luego, este libro lo es. Mucho. Con un estilo directo y claro, muy ágil, con una mezcla muy almodovariana de géneros y personajes (desde Jesucristo a Isabel la católica), estos 12 relatos ofrecen al lector un gran entretenimiento y también regalan pasajes de gran nivel literario. 

El libro, claro, es un regalo para cualquier amante del cine de Almodóvar. Como ocurre con todos los libros de relatos, el interés de cada uno de ellos es desigual, pero el conjunto es más que notable. Desde luego, lo he disfrutado mucho. Me gustan los relatos en los que Almódovar habla de sí mismo y de su gente, en los que escribe en primera persona, como el que da nombre al libro, El último sueño, que el cineasta escribió justo después de la muerte de su madre y que él considera que es lo mejor que ha escrito. Es muy bello y divertido lo que cuenta de su madre, que se inventaba partes de las cartas de familiares que les leía a sus vecinos analfabetos. “Aprendí algo esencial para mi trabajo, la diferencia entre ficción y realidad, y cómo la realidad necesita ser completada por la ficción para hacer la vida más fácil”, cuenta. 

También están escritos en primera persona el citado Una mala novela; Memoria de un día vacío, que escribe durante un Jueves Santo en el que reflexiona sobre su relación con el arte y la creación, también con la soledad, y en el que cuenta que cuando pasea por la calle sigue escribiendo historias en su cabeza, y Adiós, volcán, en el que se despide de Chavela Vargas. Este último es uno de los que más he disfrutado leyendo. Almodóvar habla de cómo se regodeaba Chavela con los finales de las canciones y cuenta anécdotas curiosas. Por ejemplo, en la mítica actuación de Chavela en el Olympia de París, el director manchego tenía sentada a su lado a Jeanne Moreau, a la que a veces le traducía alguna estrofa de la canción hasta que Moreau le murmuró: “no hace falta, Pedro, la entiendo perfectamente”. Y no porque supiera español. Eso es exactamente. Chavela Vargas. En su último viaje a Madrid le preguntaron una vez si no se olvidaba nunca de las letras de sus canciones, a lo que respondió: “a veces, pero siempre acabó donde debo”. Pura Chavela. También en Amarga Navidad, un relato sobre una directora de cine en crisis, se homenajea a Chavela. 

Creo que el mejor relato del libro es Vida y muerte de Miguel. Es impresionante. En él, la vida transcurre al revés, es decir, uno nace con la edad a la que muere. Es prodigioso cómo lo cuenta, cómo desarrolla la trama, que en realidad es una reflexión sobre la memoria. 

Algunos de los relatos tienen ecos en su cine. Por ejemplo, La visita, un claro germen de La mala educación. En Demasiados cambios de género, un director de cine hospitalizado es acompañado por León, actor con el que mantiene una relación de pareja. El trabajo y la vida privada, la creación y la relación de pareja se vuelven indistinguibles y se intoxican, de tal forma que el éxito profesional va de la mano del deterioro de la relación. En Confesiones de una sex-symbol, con aires a Mujeres al borde de un ataque de nervios, la narradora es Pathi Difusa, esa loquísima creación ochentera de Almodóvar, que se enfrenta a su gran rival, Fool Anna, y que se ve envuelta de la forma más tonta en un asunto delictivo muy turbio. 

En el resto de relatos, Almodóvar ofrece su particular versión de personajes como el conde drácula, que decide retirarse del mundo en La ceremonia del espejo; Juana la loca, de la que hace una relectura divertida en Juana, la bella demente, donde presenta a la hija de los reyes católicos como un trasunto de la bella durmiente, y Jesucristo, que en La redención aparece como un hombre y no como el hijo de un dios. 

El último sueño, en fin, reúne toda clase de temas, personajes e historias. El libro muestra un universo almodovariano muy reconocible, pero también lo extiende, va más allá de su cine. El lector se queda con las ganas de leer esa entretenida mala novela que el autor dice que ve a su alcance. Será un placer leerla. 

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