Todo a la vez en todas partes

 

Hay una escena maravillosa en Cinco Lobitos en la que el personaje de Susi Sánchez le dice a su hija (Laia Costa) que todas esas vidas que no hemos vivido son perfectas pero que, en algún momento, tenemos que vivir ésta, la que nos ha tocado. Extrañamente, la cinta de Alauda Ruiz de Azua tiene cierto parecido con Todo a la vez en todas partes, la delirante película de los Daniels ganadora de siete Oscar. No pueden ser más diferentes ambas películas, por supuesto: realista e intimista, una; fantasiosa y disparatada, la otra, pero en el fondo también tienen ciertos parecidos, porque las dos versan sobre la maternidad de alguna forma y por ese diálogo, ya que en Todo a la vez en todas partes se muestra cómo serían todas esas otras vidas que no vivimos. O algo así. 


La película me ha encantado y es una maravillosa rareza que haya sido reconocida por los Oscar. No, desde luego, porque los premios validen la calidad de un filme, no es mejor una película premiada que otra que no lo es, pero creo que está bien que también se reconozca a películas raras. De Todo a la vez en todas partes, de su éxito en los Oscar, se ha dicho de todo. Bienvenido sea el debate,incluso acalorado, incluso por temas tan poco importantes y con tan poca relación con la calidad de las películas como son los premios, pero hay uno de los argumentos que se ha usado contra el filme que no comprendo. Hay quien dice que la película es un lío, que no se entiende nada. También hay quien le ha reprochado su duración. A mí ni me parece larga ni, desde luego, me parece que no se entienda nada. Otra cosa es que el juego que se plantea no te guste o que no entres en él, es perfectamente respetable, sólo faltaba, pero ¿cómo no se va a entender? ¿Qué es lo que no se entiende? 

La protagonista de Todo a la vez en todas partes es Evelyn (fantástica Michelle Yeoh), una inmigrante china en Estados Unidos que regenta una lavandería y que es elegida para salvar el multiverso después de una ruptura interdimensional. Básicamente, hay muchos mundos en paralelo, en función de las decisiones que tomamos o dejamos de tomar. En un mundo hemos estudiado esa carrera que nos tentó, en otro no. Hay un mundo en el que sí nos atrevimos a dar el paso de buscar una vida mejor en otro país y otro mundo en el que nos quedamos en la ciudad donde nacimos. En un mundo vivimos con el amor de nuestra vida y en otro lo dejamos marchar. Todas esas vidas que no hemos vivido resulta que sí las hemos vivido, sólo que en otros universos distintos a éste. 

Suena marciano y extravagante, y afortunadamente lo es, muchísimo, porque los creadores de la película echan a volar su imaginación, pero en el fondo es una película sobre la distancia de una madre y una hija, por un lado, y la clásica historia de una heroína inesperada, una mujer corriente que de pronto se ve ante una situación en la que se espera de ella que salve el mundo. Puro cine. La película tiene muchas referencias a la cultura popular. Ya digo, es un batiburrillo de muchas cosas ya vistas, sí, pero bien conjugadas y puestas en escena para ofrecer algo fresco y distinto. 

La película quiere ser muchas cosas a la vez y realmente lo consigue. Es excesiva y demencial, brillante, divertida y con un punto de ternura. Hay momentos realmente delirantes, es un compendio casi de todos los géneros imaginables, y hasta de los inimaginables. De algún modo, es también un canto a la imperfección, a abrazar el caos. El final es realmente interesante y potente. Se nota que el elenco interpretativo disfrutó de lo lindo en el rodaje. Además de la cita Michele Yeoh, sobresalen Ke Huy Quan, Jamie Lee Curtis y Stephanie Hsu. La película además nos deja escenas y frases memorables como esta declaración de amor, ya clásico instantáneo: "en otra vida me hubiera gustado lavar ropa y pagar impuestos contigo". 

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