El inocente

 

Louis Garrel abraza la ligereza, la excentricidad y hasta casi el disparate en su última película, El inocente, con la que ganó dos premios Cesar y en la que renuncia a todo atisbo de solemnidad. El filme coquetea con distintos géneros y registros y, aunque no se maneja igual de bien en todos ellos, la mezcla da como resultado una historia entretenida, mitad drama, mitad comedia, con escenas incluso de acción, otras de amor. En fin, un poco de todo.


El punto de partida de la película es muy original: Abel, a quien interpreta el propio Garrel, conoce al comienzo del filme que su madre (fantástica Anouk Grinberg) está enamorada de Michel (Roschdy Zem), un recluso al que conoce en un curso de teatro que da en la cárcel. Además, se van a casar. Y no es la primera vez que su madre mantiene una relación con un preso. Abel, que está marcado por la pérdida de su mujer en un accidente años atrás, vive con temor, un poco con el freno de mano echado, y ejerce de padre de su propia madre, a la que ve alocada, siempre con ideas poco sensatas, con pájaros en la cabeza. La relación maternofilial, compleja pero llena de amor y ternura, es una de las muchas capas de la película.

Desde el principio, Abel sospecha de Michel y hará partícipe de sus indagaciones sobre él a Clémence (Noémie Merlant), que era la mejor amiga de su esposa fallecida y que es prácticamente la única persona con la que el protagonista del filme tiene confianza. La película adopta entonces un cierto tono a lo Woody Allen en Misterioso asesinato en Manhattan, con Abel ejerciendo de detective amateur y más bien poco avispado y prudente. Por no destripar la película no contaré los dos o tres refieres que adopta en su tramo medio, quizá el mejor, y en su final, que sin ser lo mejor de la película no deja de ser potente. También es destacable su atrevida presentación formal, por ejemplo, con varias escenas en las que la pantalla se parte en tres. 

La película, ya digo, algo irregular, que no funciona igual en todos los géneros que abraza, tiene como principal punto fuerte las soberbias interpretaciones de sus cuatro protagonistas. Es formidable la química entre ellos y la verdad que todos aportan a sus personajes, desde el idealismo algo naive de la madre hasta el miedo a vivir de nuevo del hijo, pasando por la aparente inconsciencia de su amiga y por las muchas caras del exconvicto. Eso y la ligereza, absolutamente deliberada. Es cierto que hay amor y relaciones maternofiliales, segundas oportunidades y tramas que se prestan a reflexiones varias, pero la película no es más (ni menos) que un puro entretenimiento. Y funciona como tal. Ya digo, sin ser perfecta, no es poco.

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