Una lectora nada común

 

La reina Isabel II fue posiblemente la persona más famosa del mundo y, sin duda, uno de los personajes más presentes en la cultura popular. Desde The Queen hasta The Crown, multitud de películas, series y libros han abordado a lo largo de los años la historia de la monarca más longeva de la Historia. La propia reina se prestó al juego de forma calculada, sabedora de lo bien que esa fama podía venir a la institución que representaba, en ocasiones especiales como la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012. Isabel II, en fin, fue más que una personalidad política de primer nivel, ya que despertó durante todo su reinado un interés extraordinario. En Una lectora nada común, de Alan Bennett, editado por Anagrama con traducción de Jaime Zulaika, el autor imagina a una monarca que de pronto descubre de forma casual el placer de la lectura, lo que le cambia la vida.


El libro, que es una novela corta y se lee en un suspiro, es muy divertido y sugerente. Comienza con una imagen poderosa, la de la reina descubriendo una biblioteca ambulante donde se encuentra a un empleado de su cocina. Se ve forzada a coger un libro y en ese gesto de cortesía sitúa el autor el origen de una pasión desbordada de la monarca por la lectura.

De la reina se dice en el libro que “su trabajo consistía en mostrar interés, pero no en interesarse”, y que permitirse el lujo de tener hobbies podía ser malinterpretado por la sociedad. La misión de la monarca es parecer siempre neutral, no significarse de ningún modo, que nadie sepa lo que piensa sobre ningún tema. Y, claro, eso es incompatible con la afición por la literatura, porque cosas cosas cuentan más de nosotros mismos que nuestras lecturas predilectas.

Bennett, reconocido autor teatral, actor y escritor, se divierte fabulando esta historia de una Isabel II que, de pronto, es impuntual y acude con desgana a los actos públicos porque lo único que le interesa es seguir leyendo, hasta el punto de que lee un libro cuando saluda al público en sus viajes en coche o carroza. A los lectores siempre nos gustan especialmente las obras que tratan sobre la propia experiencia lectora, sobre el poder transformador de la literatura. Una lectora nada común entra en esta categoría de libros. De pronto, la reina, que durante décadas se empeñó en no mostrar sentimientos, en ser neutral en cada intervención pública, en no dar que hablar, se transforma gracias a los libros. Con ellos descubre otras vidas, otras experiencias, otros sentimientos.

Uno de los aspectos más divertidos y también sustanciosos del libro es la reacción que provoca en el entorno de la reina su repentina pasión por la lectura. En resumen, no gusta, no se considera que aporte nada a su papel institucional; es más, hay quien lo ve como algo contraproducente, en parte, porque el pueblo puede ver esa afición como algo elitista. Esto nos hace preguntarnos cuánto leen realmente los gobernantes e incluso si sus decisiones o su forma de hablar y comportarse no serían distintas si leyeran más (o algo). Leer no es garantía de ser más empático ni mejor persona, hay grandes lectores que son tipos despreciables, pero la lectura sí tiene esa capacidad, siempre que se aborde con la mente abierta y con la actitud adecuada. Este librito desbordante de imaginación, que tiene un punto provocador, sobre todo en el final, nos recuerda el poder que puede llegar a tener la literatura y lo irrenunciable que se vuelve la pasión por la lectura cuando uno se ha visto atrapado por ella.

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