Llenos de gracia

Es casi un género en sí mismo el de las películas que juegan con la idea de utilizar el deporte como motor para combatir las desigualdades sociales o para mejorar el día a día de jóvenes vulnerables o discriminadas en la sociedad. Quizá el caso reciente más exitoso sea Campeones, esa estupenda película de Javier Fesser que fui a ver con cierta prevención y que me terminó encantando, como a tantas otras personas. En Llenos de gracia, de Roberto Bueso, el deporte está también en el centro de la trama o, mejor dicho, sirve también como pretexto para hablar de otras cosas. En este caso, para contar la historia de un grupo de niños huérfanos que se quedan sin verano y cuya profesora Marina (Carmen Machi) anima para que formen un equipo de fútbol. 
Sólo me enteré con los créditos finales que la película está basada en una historia real, la del futbolista Valdo, que jugó en varios equipos de primera división y que pasó su infancia en un orfanato como el de la película. La monja Marina también existió en realidad. Más allá del encanto especial que da conocer que lo que vemos en la pantalla ocurrió de verdad, la película es una historia amable, bien rodada y efectiva sobre el poder genuino del deporte, entendido como entretenimiento común, como forma de animar a este grupo de chavales. Lo importante de verdad no es que uno de esos chicos destacara por encima del resto y terminara haciendo una prueba con un equipo de primer nivel, sino que el fútbol sirvió para canalizar las emociones descontroladas de esos chavales que veían cómo ellos, sin padres, se quedaban sin vacaciones de verano en una ciudad vacía en la que sus compañeros y el resto de chicos se iban a la playa o al pueblo a disfrutar. 

Los actores jóvenes que dan vida a los chavales del orfanato están francamente bien en sus interpretaciones, igual que los adultos. Carmen Machi, que nunca decepciona, sabe aportarle ciertos matices al personaje de Marina, una monja a la que le gusta bailar, que vivió en París, que no ha llegado a tener un lugar fijo de residencia y que desde el principio muestra a los chicos que ella es distinta. Pero, a la vez, es alguien a quien le cuesta dar abrazos o muestras de cariño. A su lado está la madre superiora (Nuria González), que es un poco presa del rol que desempeña, y la joven y vitalista monja encargada de la biblioteca (Paula Usero). 

Como decía al principio, en parte, estamos ante una película que ya hemos visto: una monja poco convencional, chavales desfavorecidos que al principio no se animan con nada pero que encuentran algo que los motiva, una trayectoria ascendente de su equipo en la competición, una historia de superación con tintes sociales y con un punto nostálgico al retratar una época ya pasada, unos chicos que son gamberros pero sin llegar a hacer nada realmente serio, un tono amable y familiar... Pero no importa demasiado, ya digo, porque, sí, es una película que ya hemos visto, pero nos gusta, está bien que existan películas así, no tienen nada de malo, todo lo contrario, porque con su falta de pretensión y su sensibilidad nos ofrecen un buen rato frente a la pantalla del cine o la televisión. Bienvenidas sean también películas como Llenos de gracia

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