Entrevista con mi hija Mari

 

El humor es un asunto muy serio. A veces, tras las risas queda la reflexión, la sonrisa se congela en la cara porque uno se para a pensar de qué se está riendo exactamente. En ocasiones, el humor es la mejor arma para combatir estereotipos y prejuicios. El humor puede desmontar ideas preconcebidas. El humor, claro, es, además de un asunto muy serio, algo muy personal. Es un misterio por qué algo que provoca carcajadas en algunas personas deja indiferentes a otras o, incluso, por qué dos personas que se ríen de una misma broma lo hacen en realidad porque han entendido dos cosas completamente distintas. Pensé en todo esto anoche en el Teatro Pavón de Madrid tras reír mucho con Entrevista con mi hija Mari, la obra dirigida, creada y protagonizada por Antonia San Juan
En la obra, que tiene como punto de partida un monólogo escrito por la actriz hace una década, San Juan da vida a Cuca, una mujer corriente que inspira ternura pero, a la vez, tiene un machismo interiorizado enorme que condiciona la relación con su hija Mari, a la que incluso controla el sueldo, y con su hijo, al que le deja hacer lo que le da la real gana, porque para algo es un hombre. Hay momentos delirantes en la obra, que incorpora también momentos musicales impagables (hasta una canción de iglesia se escucha), y que en buena medida es una sucesión de monólogos tan divertidos como ácidos y satíricos. 

En un primer plano de lectura, la obra, ya digo, puede quedarse en eso, una historia divertida en la que una señora normal y corriente acude a la tele, talón de 1.500 euros mediante, y cuenta su vida en verso en un programa que se llama Húndeme y que se dedica a destripar a sus invitados para mayor disfrute de los espectadores. Uno puede quedarse ahí, ya digo, y bien está, porque la hora y veinte minutos de función regala unos cuantos momentos delirantes en los que es imposible contener la risa, pero la obra va más allá, mucho más allá. Y es un acierto, además, presentar a una mujer, ya digo, que hace reír e inspira ternura, pero que a la vez es en buena medida víctima de la educación que ha recibido, machista como ella sola. 

La obra critica al machismo y también el peso que en ocasiones la religión ha tenido en la transmisión de ciertas ideas. Cuca, la protagonista, lleva sin hablarse con su marido 20 años, pero le sirve el desayuno, la comida y la cena puntualmente. Siente que debe quedarse despierta cada vez que su hijo se va de fiesta y, si acaso, delega esa responsabilidad en su hija, porque tiene claro que son ellas, las mujeres, las que deben servirlos a ellos. Hay muchas frases demoledoras de esta mujer que son tristemente reconocibles. Hay personas educadas en ciertas ideas, incapaces de ponerles nombre y, es más, que se revuelven si se les señala ese machismo interiorizado. La obra, por supuesto, también atiza con ganas a una cierta televisión que destroza a los personajes y desvela sus interioridades por un puñado de euros y para que el público disfrute como cerdo en lodazal. Entrevista con mi hija Mari está triunfando en el Teatro Pavón, que recientemente ha prorrogado hasta finales de abril sus funciones.

Por cierto, ayer cuando me preguntaron en qué teatro se representaba la obra que iba a ver y me salía directamente decir "en el antiguo Teatro Kamikaze", y lo decía con nostalgia porque es imposible entrar en ese teatro y no recordar ese proyecto kamikaze, esa maravillosa locura de la que tanto disfrutamos y que lamentablemente cerró hace ya un par de años. 

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