El agua

 

Se ha hablado mucho, y con mucha razón, de la enorme calidad de la cosecha del 2022 en el cine español, el mejor que se recuerda en años. Hay motivos de sobra para celebrar todo que nos dio el año pasado y, entre todos ellos, quizá uno de los más importantes sea la gran variedad de las propuestas. Y eso es importante. Recuerdo años en los que la mayoría de las películas más destacas, las más nominadas a los Goya, pongamos, eran de un mismo género, el trhiller. Es bueno, buenísimo, que haya mucha diversidad en el cine español, y sin duda El agua, de Elena López Riera, contribuye a esa variedad, a esa gran riqueza de nuestro cine. La película es una criatura extraña, una rareza muy atractiva. 
La película cuenta la historia de tres mujeres de tres generaciones con mala fama en su pueblo, de las que dicen que son malditas. En el pueblo, además, tiene un gran peso una leyenda que dice que las riadas que con cierta frecuencia sufre la zona se deben a que, en ocasiones, el río se enamora de una mujer y desata su fuerza para llevársela con él. La joven de la familia, Ana (extraordinaria Luna Pamies) escucha esta y otras historias por boca de su abuela (magnífica Nieve de Medina), mientras disfruta del verano con sus amigas y se enamora, al tiempo que trabaja en el bar de su madre (siempre impecable Bárbara Lennie). 

El agua juega con esas leyendas y esos miedos ancestrales (y qué hay más ancestral que el machismo). La película es costumbrista y mágica a la vez, realista y mística, prosaica y poética. Porque, sí, en todo momento merodea esa leyenda del río que rapta a mujeres, pero a la vez hay escenas de una frescura y una naturalidad fascinantes, sobre todo, en el grupo de las jóvenes. La conversación con la que comienza el filme, después de una noche de fiesta, suena a verdad, podríamos escuchar una idéntica hoy en día en cualquier pueblo. Esa frescura, que también se percibe en la relación de Ana con José (Alberto Olmo), quien vuelve al pueblo después de un tiempo fuera y de quien se enamora, es de lo mejor de la película

El filme no idealiza la vida en el pueblo, tampoco la demoniza. Muestra a unos jóvenes que, por momentos, sienten que se ahogan, que no quieren quedarse ahí, porque ahí no hay nada, porque si algo temen de verdad es en la rutina, no ver mundo, no seguir sus sueños, no probar suerte más allá. Los pueblos, que tienen cosas maravillosas, que en algunos aspectos le dan mil vueltas a las ciudades, tienen también sus defectos, quizá ninguno más insufrible que ese juicio constante del qué dirán, el cotilleo sobre con quién entra o sale aquel, las famas y las tradiciones que caen sobre las familias como maldiciones, las supersticiones...  

Con todo eso juega la película para contar una historia original, sugerente y con un punto poético, pero sin dejar de tener nunca los pies en el suelo, ya digo, con lirismo y costumbrismo de la mano. El agua es una película con personalidad propia, que habla de sueños, de tradiciones que oprimen, de miedos, de familia, con un enfoque muy especial. Una maravillosa rareza. 

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