Smiley

Hace diez años a muchos nos cautivó Smiley, una divertida y tierna obra de teatro de Guillem Clua que comenzó como un proyecto modesto sin pretensiones en Barcelona y que terminó llegando a ciudades de todo el mundo. Yo la vi en la sala off del Teatro Lara de Madrid en una noche que no olvidaré. Aún hoy sigue siendo interpretada en varias ciudades y ha tenido incluso una segunda parte en el teatro, que se me escapó en Barcelona y que ojalá pueda disfrutar pronto. Ahora esa obra da el salto a Netflix convertida en una serie de ocho capítulos que cuenta la historia de Àlex y Bruno, pero también la de otros personajes secundarios que enriquecen la serie.


Por ser claros desde el principio, la serie me ha encantado. Posiblemente no sea objetivo, ni falta que hace, ninguna gana tengo de ser objetivo con aquello que me emociona, porque le tengo un cariño especial a esta historia desde que la vi en el teatro. Smiley es una comedia romántica pura, con todos sus clichés, fiel al género, sólo que con la novedad nada menor de que los protagonistas son dos hombres, lo que lo cambia todo. Pero sí, es una comedia romántica a todos los efectos, a pesar de lo cual hay a quien le ha incomodado que la serie cumpla con lo que ofrece siempre el género, que es un poco como si a alguien le extrañara escuchar canciones en un musical o ver escenas de disparos en una película bélica. En Smiley hay flechazos, enredos, conversaciones algo pastelosas, giros de guión, encontronazos, escenas azucaradas y todo lo que se espera de una comedia romántica. Es exactamente lo que se espera de una serie así. 

El comienzo de la serie es muy fiel a la obra de teatro, que también empieza con un largo e intenso mensaje que Àlex (Carlos Cuevas) le deja en el contestador a un chico con el que había conectado y con quien esperaba empezar una relación, pero que ha desaparecido sin dejar rastro y no contesta sus llamadas. El mensaje llega por error al teléfono de Bruno (Miki Esparbé), quien decide contactar con Àlex para hacerle ver lo ocurrido. Y, de pronto, surge el flechazo. Aunque no pueden ser más diferentes, de inmediato sienten una fuerte atracción el uno por el otro. 

Smiley, como tantas otras comedias románticas, juega en todo momento con esa idea de que, a veces, los polos opuestos se atraen, eso de que el amor es más fuerte que los prejuicios iniciales. Àlex va casi a diario al gimnasio (está apuntado a dos), trabaja de camarero en un bar de ambiente y es más bien juerguista. La última película que vio y le encantó en el cine es Frozen. Bruno es cinéfilo, pero cinéfilo de películas iraníes largas en blanco y negro. Intelectual, algo pedante a ratos, no parece tener nada que ver con Àlex. 

En la obra de teatro eran los dos intérpretes quienes daban vida al resto de personajes de la historia, sobre todo, chicos que conocían en apps Àlex y Bruno. Aquí, la serie hace crecer la historia con varios personajes secundarios que tienen bastante peso y tramas propias. Es todo un acierto, porque los personajes están muy bien construidos y muestran realidades atractivas. Es maravilloso, de lo mejor de la serie, el papel de Javier, a quien da vida Pepón Nieto en uno de los mejores papeles de su carrera. Es uno de los dueños del Bar Bero, un hombre homosexual que ofrece espectáculos drag en el local. No tiene pelos en la lengua y suele dar consejos sabios. Está bien que también se muestren a personajes homosexuales de más edad, no sólo jóvenes, que es donde más se centran las producciones con personajes no heterosexuales, como si a partir de cierta edad uno dejara de existir o de enamorarse y sentir. 

La otra socia del bar es Vero (Meritxell Calvo), quien lleva siete años saliendo con Patri (Giannina Fruttero). Su relación parece ir viento en popa, se acaban de comprar juntas un piso, pero algo no marcha bien, igual que ocurre en el matrimonio de Alberto (Eduardo Lloveras), que es el mejor amigo de Àlex, y Núria (Ruth Llopis). Completan el elenco de secundarios que enriquecen mucho la historia original de Smiley Ramón (Ramón Pujol, quien dio vida a Àlex en la obra teatral original), que es compañero de trabajo de Bruno y está enamorado de él; Ibra (Cedrick Mugisha), con quien comienza una relación Àlex, Rosa (Amparo Fernández), que es la madre de Àlex y quien se reencontrará muchos años después con Ramiro (Carles Sanjaime), un antiguo amigo de juventud de ella y de su marido, fallecido tiempo atrás, que protagoniza una de las mejores tramas de la serie. 

Smiley, en fin, es una encantadora comedia romántica que además transcurre en Navidad, así que es firme candidata a convertirse en esa serie a la que se vuelve año en año en esas fechas. Sus personajes carismáticos y bien construidos y varias escenas memorables como la cena de Vero con sus suegros, las campanadas o el final de la historia, hacen de Smiley una serie muy recomendable. Llena de clichés de comedia romántica, sí, pero muy recomendable. 

Comentarios