El último hombre blanco


El último hombre blanco, de Nuria Labari, es una novela poderosa que está llena de frases explosivas y directas sobre el mundo laboral ya desde su dedicatoria: “a todas las personas que un día, camino del trabajo, sintieron que se habían perdido”. El libro, editado por Literatura Random House, es extraordinario y plasma una muy crítica y cruda visión del excesivo peso que se da al trabajo en nuestra sociedad, de cómo solemos dejar que sea el trabajo y el dinero lo que nos defina como personas, de la equivocada idea del éxito asociado a las horas extra y la ausencia de tiempo para la vida privada y de la gigantesca confusión de las prioridades en esta sociedad. También, claro, ya desde el título, del patriarcado que tanto cuesta vencer, que tanto lo moldea todo, también en el entorno laboral.


Es un libro que no deja indiferente, que marca y obliga a reflexionar, que cambia y remueve al lector. La narradora, una profesional de éxito, bien pagada, con puestos de mando, comparte una visión cada vez más desencantada, que en este caso es un poco lo mismo que decir lúcida, de esa idea tan extendida hoy en día que llama a anteponer el trabajo a todo lo demás. La voz narrativa de la protagonista, que habla de sí misma en masculino porque en la empresa se ha convertido en un hombre, y la forma de integrar la realidad en la obra, como la histórica huelga feminista del 8M de 2018 o la irrupción de la pandemia, son dos de los muchos méritos de la obra. 

"El trabajo es la ideología de nuestro siglo", leemos. Un trabajo, un sistema, organizado de una determinada manera y, desde luego, a imagen y semejanza del hombre blanco heterosexual. La narradora asciende posiciones en el trabajo, pero está convencida de que "la realidad no cambiará por más veces que contemos a las mujeres que consiguieron llegar a la cima. No mientras sigamos escalando su montaña”. También cuenta que las niñas de su generación fueron educadas en la idea de que la igualdad consistía en hacer todo lo que hacían los chicos. “La igualdad, después de todo, era otra forma de obedecer”, sentencia. En el entorno laboral encuentra actitudes machistas y paternalistas, que suelen ser justificadas por parte de quienes actúan así aludiendo a sus hijas. Ya saben, ¿cómo voy a ser machista si tengo hijas? “Las hijas son como el amigo gay de los noventa, una buena coartada para cualquier hombre”.

El libro no deja títere con cabeza. Por ejemplo, cuando recuerda el MBA que estudió, crítica a los defensores del capitalismo más feroz pero también a la gente que casi siempre está más preocupada por el futuro del planeta que por el presente de otras personas. Hay multitud de sentencias precisas y punzantes  sobre el mundo del trabajo, aquí van unas cuantas: “Cada vez que alguien te dice en el trabajo la expresión ‘pues, como sabes’ o ‘como sabemos’ quiere decir que te lo explica porque no lo sabes como deberías”. “Dentro de las empresas sabes si estás hablando con alguien ambicioso cuando llama ‘casa’ a la empresa donde trabaja y cuando habla de las decisiones de la compañía en primera persona del plural”. “En cierto modo, las empresas se parecen a las peores familias: son un extraño lugar donde todo el mundo puede estar sufriendo y mintiendo pero del que nadie se va”.

La narradora se va desencantando cada vez más con el trabajo porque no se siente feliz con lo que hace y porque descubre que cuanto más asciende en la empresa, más alejada está de su marido y su hijo, de su amiga "normal" con la que habla de todo y cuyos problemas o inquietudes intenta resolver a base de dinero, como si el dinero lo comprara todo. "Nadie me advirtió de que el éxito profesional destruye todas las relaciones que toca", leemos. Un poco más allá: "después de días, meses y años vaciando el lenguaje de sentido como quien rebaña un yogur antes de tirar el envase a la basura, hay que volver a casa y ser capaz de pronunciar dos o tres palabras de amor. El único problema es que resulta imposible”. Sin hacer spoiler, la pandemia llegará en un momento crucial para la protagonista, que se da cuenta de que "todo lo que merece la pena en la vida es pequeño" y de que "cuidar a las personas consiste en regalarles tiempo, no hay otra forma”. 

Durante la pandemia, a la que le sucedió la gran renuncia, la marcha de millones de empleados de sus puestos de trabajo tras la experiencia traumática y transformadora del confinamiento, muchos nos preguntamos cómo plasmaría la literatura aquellos días y lo que esa situación nos hizo pensar y reflexionar a muchos. El último hombre blanco es una brillante respuesta a esa pregunta. Sí, la realidad siempre termina filtrándose en la literatura a través de novelas tan poderosas como ésta. 

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