Casi nada que ponerte

 

De Cauterio, uno de los libros que más he disfrutado últimamente, me fascinaron especialmente dos cosas: lo que aquella novela tenía de inclasificable y su estructura, la forma en la que la autora, Lucía Lijtmaer, entrelazaba la historia de las dos mujeres protagonistas, alejadas en el tiempo, pero con ecos y ciertos paralelismos entre ambas. Dos buenos amigos que me conocen bien y saben lo que me gustó aquella novela me han regalado Casi nada que ponerte, de la misma autora, que además transcurre en Buenos Aires, una de mis ciudades preferidas, así que sabían que jugaban sobre seguro. Y, en efecto, también he disfrutado con esta obra, editado por Los libros del lince, donde igualmente aprecio por encima de todo su estructura, al forma en la que está escrita


Casi nada que ponerte adquiere en algunos pasajes forma de obra teatral, de libreto. Se nos presentan a sus personajes como protagonistas de una función de teatro, con acotaciones que señalaban dónde se sitúan en el escenario, quién habla y con qué tono... En otros momentos el libro tiene mucho de metaliterario, porque la autora comparte con los lectores el propio proceso de escritura de la obra, sus dudas y motivaciones, las charlas y viajas que le sirven para ponerlo en pie, con lo que tenemos en las manos un libro de esos que dan la impresión de escribirse a medida que se leen, como un libro en construcción, algo que, bien hecho, como es el caso, me suele atrapar como lector. 

También me gusta especialmente cómo Lijtmaer incluye en el libro alusiones a su propia historia. El libro, que cuenta la historia real de dos diseñadores que adquirieron mucha fama en Buenos Aires hace unas décadas, también incluye reflexiones de la autora sobre su vida como emigrada argentina en Barcelona, los recuerdos de su país, la adaptación en la escuela, la memoria... Varios de los mejores pasajes del libro son precisamente los dedicados a contar esa experiencia de emigrada, como cuando su padre asó castañas en casa para intentar integrarse en las tradiciones locales pero fue un desastre porque nadie le avisó de que había que hacerles un corte antes de meterlas al horno, o cuando sus padres la mandaron al colegio en Barcelona vestida con un poncho. 

A través de la historia de Mario Montaruli y Roberto Gribodo, la autora cuenta en cierta forma la historia de Argentina, que es una historia se seducción. Mario y Roberto viajaban a Europa y traían de allí todo tipo de vestidos, fragancias y productos que vendían después en su local en Buenos Aires. También se menciona el corralito y los momentos más delicados de la historia reciente del país. De la mano de la narradora, viajamos por Argentina y paseamos por los barrios bonaerenses donde Mario y Roberto vivieron su historia de amor y pusieron en pie su negocio, donde lo fueron todo e hicieron dinero y fama antes de que llegaran mal dadas. Una novela, en fin, muy interesante y libérrima en su forma.

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