Cecilia

 

Hace unas semanas en la librería Amapolas en octubre, donde cada visita es una fiesta, hablaba Diego Pita de Cecilia, la protagonista de su última novela, del único modo posible en el que se puede hablar de un personaje de ficción, que es como si existiera de verdad. Porque existe de un modo nítido y real para sus lectores. Fue una divertida presentación en la que a uno le entraron ganas de conocer lo antes posible a Cecilia. La novela, editada por Tres Hermanas, me ha encantado. Hay libros que convencen por lo que cuentan, por lo que hay de fondo, y otros que cautivan por cómo lo cuentan, por su estilo. Aquí ambas partes, fondo y forma, me cautivan. Me interesa mucho de lo que habla (desarraigo, problemas de salud mental, no saber bien qué hacer con la vida, aferrarse a la vida y salir hacia adelante como buenamente se pueda) y también cómo habla de ello, con un estilo ágil, de frases cortas, que permite abordar con profundidad el punto crítico en el que se encuentra la protagonista y narradora de la obra. 

Cecilia, que da título a la obra, atraviesa una época difícil. Se medica y acude a terapia por un problema de salud mental. Todo se le hace mundo, la vida es cuesta arriba. No ayuda en este estado anímico el viaje que hace Madrid desde París, donde reside desde hace años, para intentar acordar con su hermano qué hacer con la herencia paterna. La obra transcurre en tres ciudades, Madrid, París y Berlín, que dan título a las tres partes del libro y que, de alguna forma, lo configuran, porque en las tres suceden acontecimientos trascendentes para la vida de la protagonista. 

Mi dolor me da la risa. Estoy harta. Me impide disfrutar de la vida, nunca me deja sola. Sin él estaría perdida, por eso me agarro con tanta fuerza a él. Me aterroriza dejar de ser una víctima. Tendría que asumir demasiadas responsabilidades. Aún no estoy preparada para tamaña proeza. Prefiero seguir culpando a los demás de todas mis miserias”, leemos casi al comienzo del libro. Cecilia, que tiene una obsesión algo quijotesca con series nórdicas como Borgen, cuyas protagonistas terminan siendo algo así como sus amigas invisibles, tiene también cierta tendencia a divagar. De hecho, varios de los mejores pasajes del libro son aquellos en los que se imagina una invasión zombi o toda clase de sucesos extraordinarios y fantasiosos. 

El estilo de la novela, muy breve, que no llega a las 100 páginas, me resulta muy cautivador. Es un estilo depurado en el que el autor logra construir una voz narrativa muy potente en su vulnerabilidad, la de Cecilia, y también describir emociones, situaciones y personajes en muy pocas palabras. Por ejemplo, así es cómo describe la narradora a un antiguo compañero de colegio que se encuentra casualmente: "era de una arrogancia adormilada, como si le diera pereza participar en el mundo de los demás. Podía ser encantador, pero a veces parecía invadido por una melancolía radiactiva y era mejor no mirarle. Era un chico brillante, extraño, popular entre sus compañeros pero excéntrico y distante”.

El momento crucial que vive Cecilia se trasluce en frases contundentes como esta: “la vida tiene esos momentos de lucidez en los que, por un momento, dejas de hacer el imbécil y de pelearte contra todos y contra todo. Es una lástima que no sean más frecuentes. Vivir en el ojo del huracán resulta agotador”, o como esta otra: “todas las personas deberían mandarlo todo al carajo al menos una vez en sus vidas. Empezar de cero cada cierto tiempo”. El libro, a pesar de lo que pueda parecer, es vitalista y divertido, aunque hable de temas profundos, o precisamente por ello. Escapa por completo de la solemnidad. Es muy recomendable. 

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